Bien mirado, TikTok (la aplicación de moda entre los chavos y muchos rucos como yo), es como una falsa descarga eléctrica: sus videos cortos se diseñan y se reciben con energía y por eso resultan en el fondo tan eróticos. Someterte a tantos flujos de corriente (o sus simulacros visuales que causan el mismo efecto) te cachondean, que es otra forma de denominar a la alegría, aunque sea de mentiras.

Me consta que los choques eléctricos ayudan a la depresión porque lo viví con un amigo cercano. El hombre sufría una terrible depresión desde hacía décadas. Apenas comía y apenas hablaba. Un día, cierto psiquiatra lo sometió a una cura de caballo: le dio tranquilizantes y luego le aplicó choques eléctricos. La primera reacción de mi amigo fue sacar a bailar a una enfermera.

Supongo que lo mismo ocurre con algunos borrachos en las cantinas. A mi me gustaban mucho los toques eléctricos en los bares de Calzada Madero, en Monterrey. Agarrabas dos cables conectados a una caja eléctrica. Apostabas con los amigos a ver quién aguantaba más. Yo no tuve rival. Eso te ponía de muy buen humor para seguir tomando tus jaiboles.

De ahí se me ocurrió fabricar una silla eléctrica para mi bar. Así electrocutamos a muchas clientas (los hombres son más rajones y cobardes) y la víctima se paraba a bailar salsa y merengue como poseída el resto de la noche. O como si actuara para un videíto de TikTok.

La silla la tengo guardada en mi casa en esta cuarentena. Quien la necesite para salir de alguna depresión, se la presto para que se siente en ella. Acabará bailando feliz de la vida con o sin pareja. Claro, consulte a su médico primero.