En su reciente columna, Federico Arreola lo dice sin ambages, algo que para absolutamente todos los mexicanos debería estar, no solo claro, sino indignarnos por la impunidad que lo rodea: "Los muertos no son de López Obrador ni de Peña Nieto, son todos, de Felipe Calderón"; y es que ahí están las lapidarias estadísticas, Vicente Fox entregó el poder con unas muy aceptables cifras en cuanto a crimen se refiere, las cifras se disparan dramáticamente de enero de 2007 a la fecha, en esto, Fox pudo alargar un sexenio más la PAX PRIISTA, la posrevolucionaria, que duró más de siete décadas, derivadas de un arreglo social e institucional que fue reconocido en el mundo entero, desde connotaciones del todo positivas, como "el milagro mexicano", hasta otros términos como el de la "dictadura perfecta" (algo perfecto nunca puede ser malo) o la "dictablanda". Simplemente baste recordar que México era un santuario de orden, paz y progreso durante casi todo el siglo 20, el más brutal en la Historia de la humanidad, el de las dos guerras mundiales y la posterior guerra fría, receptor de refugiados de guerra de no pocas Naciones hermanas, si Porfirio Muñoz Ledo calificó a México como "una isla de paz y democracia en América Latina" en los años 70 era porque simple y sencillamente tenía toda la razón; mientras Centroamérica y el Cono Sur se desangraban con gorilatos y dictaduras encabezadas por juntas militares que sembraban el terror en toda la región, en México se vivía un clima de indudable estabilidad política y social.

La transición democrática no tuvo en México porque ser tan tortuosa, si bien Vicente Fox no estuvo, ni de lejos a la altura de las circunstancias, como el presidente Zedillo y todo el grupo impulsor de las reformas de 1996 que hicieron posible la alternancia y otros cambios fundamentales, a Fox lo que más le pesa es que su sucesor haya llevado al país al abismo. La guerra posterior al fraude electoral del 2006 es la culpable de que los demonios se hayan desatado, y no hay quien atine aún a poner orden; Vicente Fox debería poner más énfasis en dejar bien en claro eso, ya que no ha bastado su postura ante el fenómeno del narcotráfico, pasando a ser un abierto activista pro despenalización, en un claro afán por desmarcarse de Calderón, pero no es suficiente, la gente los sigue viendo como a dos sexenios en uno, y si bien Fox fue parte central del fraude 2006, él nunca hubiese sido tan bestia como para iniciar una guerra y terminar con la tan preciada paz de su país.

Felipe Calderón es responsable de docenas de miles de horrorosos crímenes, torturas, asesinatos espantosos, palabras como levantones, cobros de cuota, masacres, desapariciones, panteones clandestinos al por mayor pasaron a formar parte de nuestro léxico cotidiano; el infierno en la tierra mismo. Si el Señor Calderón es no culpable, pero sí responsable, porque así lo negara, lo es, debería ya estar en prisión, y si el Estado ha resultado ser fallido en su deber de que hubiera ya enfrentado a la justicia, nunca es tarde; el resto de Latinoamérica nos ha dado ya lecciones, desde Argentina y Guatemala, que (aunque tardíamente) llevaron a prisión a expresidentes por violaciones a los derechos humanos, hasta el Perú, que tiene prácticamente a todos sus expresidentes enfrentando procesos penales, en este último, en su mayoría, por el caso Odebrecht. ¿Por qué Felipe Calderón, llevando a cuestas responsabilidades similares a los de los personajes en cuestión de los países anteriormente citados, continúa libre, burlándose de la tragedia de millones de mexicanos?

En los juicios de Nuremberg (1945-46), donde se juzgó a los principales criminales nazis, y se les condenó a morir en la horca, hubo uno que libró la pena de muerte, y fue Albert Speer, el arquitecto de Hitler, que hábilmente y en resumen se defendió con el argumento de que había sido "responsable, pero no culpable", y aun así, purgó 20 años de cárcel. En México no es viable seguir con una política de borrón y cuenta nueva, de perdida ya debería haber en el Congreso una comisión especial para investigar las ligas del gobierno de Calderón con el narcotráfico, derivadas de su famosa y fraticida guerrita; desaseo, por nombrarlo de una forma demasiado e inmerecidamente elegante, es del dominio público que hay ahí como un común denominador de parte de su administración; el criterio de "amor y paz" no puede haber sido o ser sino retórica de campaña o propaganda gobernista, en el afán de pacificar al país, pero puede esta misma precipitar a la "4-T" por un tobogán de fracasos, e incluso de escalada sin fin en la espiral de violencia, el caso de Minatitlán, no me dejara estar equivocado al respecto.