La “semana negra” del presidente Andrés Manuel López Obrador —tal como la llamó en su columna de ayer José Luis Camacho en SDP Noticias—, se ha caracterizado por “renuncias, filtraciones y enojos”.

√ ¿Renuncias? En realidad, una sola, la de Germán Martínez, a la dirección del IMSS.

√ La otra fue despido. Andrés Manuel cesó a la secretaria de Medio Ambiente, Josefa González. Quizá se tardó en hacerlo.

√ ¿Filtraciones? La calumniosa e incompleta lista —calumniosa al menos en tres casos: el de Enrique Krauze, el de Daniel Moreno y el mío— de “periodistas chayoteros”, lo que llevó al presidente de México a jurar bajo palabra algo que era falso, esto es, una situación que simple y sencillamente él no conocía… algo que evidencia falta de control sobre colaboradores con agendas personales.

√ ¿Enojos? Los del presidente López Obrador por todo lo anterior, además de por la lamentable campaña propagandística contra el sector salud, quizá originada en la buena fe, pero evidentemente alimentada por la incomprensión acerca de lo que se hace para corregir todo lo que echó a perder la corrupción.

El colmo es que en la edición de Proceso de este domingo, se cuestiona muy duramente —tal vez muy injustamente— a la oficial mayor de Hacienda, Raquel Buenrostro, que tiene la tarea más ingrata de todas: controlar las compras del gobierno, de tal modo de que se cumpla con lo que necesitan los distintos programas y proyectos, pero sin corrupción.

En otra columna de ayer de SDP Noticias, la de Verónica Malo Guzmán, se afirma que el enojo de Andrés Manuel “solo se calmará con al menos otra renuncia”… o con otro despido.

El tema, dede luego, está en el resto de los medios de comunicación. Y seguirá vigente en la medida en que no se tranquilicen las aguas del mar embravecido en el que navega la 4T.

Por ejemplo, en El Universal, el columnista Roberto Rock insiste en el rumor, generado hace no mucho tiempo por Raymundo Riva Palacio en El Financiero, de que el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, está en la lista de los que van a irse. No lo creo, pero desde luego no lo sé.

Quizá conviene realizar una evaluación rápida del gabinete del presidente López Obrador para tener una idea de quiénes, si fuera necesario, tendrían que irse para que el barco del primer gobierno de izquierda vuelva a encontrar el rumbo correcto.

Los y las que sí han cumplido en el gabinete

√ Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación.

√ Carlos Urzúa, secretario de Hacienda.

√ Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa.

√ José Rafael Ojeda, secretario de Marina.

√ Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores.

√ Julio Scherer, consejero Jurídico de la Presidencia.

√ Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana.

√ Alejandro Gertz Manero, fiscal general.

√ Graciela Márquez, secretaria de Economía.

√ Esteban Moctezuma, secretario de Educación.

√ Jorge Alcocer, secretario de Salud.

√ Luisa maría Alcalde, secretaria del Trabajo.

√ María Luisa Albores, secretaria de Desarrollo Social.

√ Octavio Romero, director de Pemex.

√ Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos.

√ Margarita Ríos-Farjat, jefa del SAT.

√ Martha Bárcena, embajadora en Estados Unidos.

Ricardo Sheffield Padilla, procurador del consumidor.

Generan dudas

√ Rocío Nahle, secretaria de Energía. Está por verse su capacidad para liderar un proyecto de enorme complejidad como la construcción de la refinería de Dos Bocas, Tabasco. Habrá que esperar para juzgarla, pero la tiene muy difícil.

√ Miguel Torruco, secretario de Turismo. Tendrá que demostrar creatividad para promover a México en el extranjero sin recursos. No es un reto menor.

Polémicos que deben encontrar su lugar

Alfonso Romo Garza, Jefe de la Oficina de la Presidencia. Todo el mundo dice que no está contento en el gobierno, quizá porque un empresario de su tamaño no tenía ni la necesidad ni la vocación para participar en un equipo que no solo es político, sino también burocrático. Romo deberá explicar con mucha mayor claridad a la opinión pública qué es lo que hace, durante cuánto tiempo lo hará y qué espera lograr antes de volver a sus actividades privadas. Cada rumor acerca de su renuncia, daña al presidente López Obrador. Poncho debe pararlos de una buena vez.

√ César Yáñez, coordinador General de Política y Gobierno. Se le mandó a la banca sin haber realizado ninguna mala jugada: solo solo porque su esposa quiso pagarse, con sus propios recursos, una boda elegante. Tal como están las cosas, tal vez debe volver a entrar a la cancha, si no a su anterior encargo —su especialidad, que domina, de coordinar la comunicación—, sí a apoyar al portavoz de AMLO, Jesús Ramírez, quien simplemente por acelerado está en el centro de un escándalo que no lo ha afectado a él, sino —justa o injustamente— a decenas de periodistas, algo que no venía al caso, y que ha puesto en duda la palabra presidencial.

√ Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública. De plano, a veces a ella le falta prudencia al expresarse. Sin duda es competente, pero en su trabajo está obligada a ser muy discreta y tranquila.

√ Manuel Bartlett, director de CFE. Su única aparición pública generó un escándalo basado en datos falsos. Desde cualquier punto de vista que quiera juzgársele, eso es inaceptable.

√ Raquel Buenrostro, oficial mayor de Hacienda. Necesita ella sola todo un esquema de comunicación para hacer entender a la opinión pública el tamaño del reto de acabar con la corrupción en las compras del gobierno, lo que necesariamente generará problemas que solo con el paso del tiempo se superarán. Sin comunicación de calidad, la señora Buenrostro seguirá estando muy cuestionada.

Eficientes con tarjeta amarilla

√ Jesús Ramírez Cuevas, coordinador General de Comunicación Social y vocero del Gobierno de la República. Lo había estado haciendo muy bien con la organización de las exitosas conferencias de prensa mañaneras. Pero, sin que nadie se lo pidiera, contó una mentira o simplemente por lucirse exageró en alguna plática y dijo que el pasado sexenio 15 columnistas —no dio nombres ni podría darlos: no existen— habían recibido cada uno 1 mil millones de pesos y que entre los 15 habían concentrado el 25% del presupuesto de comunicación de EPN. Ello motivó que distintas personas pidieran esa información a la Presidencia. El problema, bastante serio, estuvo en que Ramírez se enredó y, para salir del laberinto en que él mismo se metió, dio al diario Reforma una lista de casi 40 periodistas y empresarios de medios que, entre todos, habían recibido bastante menos dinero del que él había mencionado. ¿Por qué hizo eso Ramírez? Dice que el INAI lo obligó. Falso. La petición que se le hizo fue la de los nombres de los 15 columnistas que recibieron el 25% de todo el gasto en publicidad oficial el anterior sexenio. Ramírez no pudo dar esa información porque no existe: se la sacó de la manga, la inventó, quién sabe qué lo llevó a hablar de algo tan absurdo. Para muchos, difundir esa lista fue un acto autoritario porque, para empezar, solo se trató del destino del 3% del gasto en comunicación del pasado sexenio —¿por qué se protegió a los periodistas y empresarios de medios que recibieron el 97% de los recursos—, y en segundo término porque provocó daño moral a los periodistas y empresarios exhibidos. Estoy seguro de que Ramírez no cayó conscientemente en uno de los peores vicios del sistema político mexicano: manipular la información para proteger a unos y golpear a otros. Pero, para todo fin práctico, eso fue lo que pasó: la información oficial, incompleta y evidentemente falsa, protegió a algunos medios y dañó a otros. ¿Eso quería Jesús Ramírez? Lo peor, Jesús no le dijo al presidente López Obrador, o no con toda claridad, lo que había hecho, y fue así que AMLO dio su palabra de honor de que su gobierno no había dado esa lista a Reforma. Era falso. Dado el valor que AMLO da a su honor, tal falta debe haberle dolido más que ninguna otra cosa. El señor Ramírez deberá tener cuidado de no caer de nuevo en otra conducta como la descrita aquí. Si falla otra vez, podría recibir la tarjeta roja y ser expulsado. Ojalá corrija, cambie su actitud, deje de jugar al poderoso capaz de perjudicar a quien se le pegue la gana y vuelva a ser el funcionario eficaz que ha sido y puede seguir siendo. 

√ Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones y Transportes. El tema del nuevo aeropuerto lo ha manejado, en términos comunicacionales, realmente muy mal. Ha dado motivos de sobra para que se cuestione al presidente de México. Debe moderarse.

√ Alejandra Frausto, secretaria de Cultura. Aunque lo negó, autorizó un evento religioso en Bellas Artes, lo que indignó a la comunidad cultural. Eso no se vale.

√ Zoe Robledo, director del IMSS. Lo considero un funcionario preparado y eficiente, pero hay un dato que me lleva a dudar de su capacidad para sobrevivir en un ambiente político tan complejo como el del primer gobierno de izquierda de México. Si La Jornada, en su Rayuela, dijo cuando lo nombraron que existe la posibilidad de haber salido de Guatemala (Germán Martínez) para entrar en Guatepeor, algo debe haber hecho mal el nuevo director del Seguro Social. Más vale que el señor Robledo tome en serio esa advertencia, ya que La Jornada no solo es un diario progresista elaborado con la mayor ética y calidad periodísticas, sino que, en más de un sentido, es la fuente de la que abrevan los valores y los proyectos que defiende Andrés Manuel.

Silenciosos y eficaces

√ Alejandro Esquer Verdugo, secretario particular del presidente de México.

√ Raymundo Artís Espriu, coordinador de Estrategia Digital Nacional.

√ Gabriel García Hernández, coordinador general de Programas Integrales de Desarrollo.

√ Laura Nieto, secretaria privada del presidente de la República.

Silenciosos sin posibilidad de calificarlos

√ Lázaro Cárdenas Batel, coordinador de Asesores. No se sabe nada de él.

√ Eduardo Villegas, coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México. ¿Existe este hombre?

√ Víctor Villalobos, secretario de Agricultura. Otro que anda por la vida protegido por la invisibilidad.

√ Román Meyer, secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. Nomás no se sabe nada de él. Sorprende la inactividad pública en alguien tan joven.

√ Carlos Martínez Velázquez, director del Infonavit. Ha aparecido en alguna mañanera, pero su trabajo sigue siendo una incógnita.