Han empezado las asambleas distritales y los problemas ya están apareciendo. La vieja cultura del agandalle, de la manipulación y el acarreo, siguen siendo la constante. Funcionarios públicos reparten los QRs como si fueran cualquier cosa. Hacen desayunos con más de 200 personas y amarran compromisos para que estas voten por los mismos que no han dado resultados. ¿En manos de quién y por qué manejan el padrón de militantes? ¿Se aseguraron la clientela electoral para repetir los fraudes de siempre? ¿Quién paga los desayunos y los transportes? Lo tenemos documentado en GAM y vamos a denunciar estas prácticas. Las resistencias al cambio en las que la inclusión, la unidad y la vida orgánica siguen ausentes, son el signo premonitorio de que Morena se encuentra en una encrucijada en la que solo la inteligencia, la mesura y la transparencia pueden acabar con esta cultura priista.

Desde hace tiempo he planteado que la Dirección actual de Morena no está a la altura de los retos que vive el país. Un partido que hizo posible que el pueblo llevara a la presidencia de la República a López Obrador, demandaba que sus dirigentes no solo tomaran nota del enorme compromiso que se asumía con sus votantes, sino que hacer suyas las exigencias y demandas del pueblo, eran la conclusión lógica y necesaria. Nada de esto se hizo porque nada se entendió. La dirección solo se dedicó a administrar el triunfo, a fortalecer los grupos corporativos, a ganar algunas elecciones a costa de abandonar su tarea principal de hacer política, de apoyar la 4aT, formar a sus cuadros, fortalecer su vida orgánica y convertirse en el referente fundamental que buscaban los luchadores sociales y el pueblo en general.

Esa dirección a la que aludo no muestra mayor interés en construir un partido que le sirva a la gente. Que ponga en el centro de su interés convertirlo en una fuerza organizada, unida, congruente con la historia que estamos viviendo y en el instrumento indispensable para seguir impulsando el proyecto de cambio que está apoyando el 80% de la población. En lugar de eso, la presidenta en funciones se la pasa saboteando el proceso electoral, llenándolo de descalificaciones y amenazando con irse del partido si no se aceptan sus disposiciones unilaterales y anti estatutarias. Se menosprecia la capacidad y la inteligencia de las bases para sacar adelante un proyecto de cambio que ya traemos caminando.

¿Por qué está actuando así esta parte de la dirección y algunos aspirantes a encabezar al partido? Porque sus intereses no son los intereses de la organización, ni mucho menos los intereses del pueblo. Sus actitudes y comportamientos responden más a los intereses del viejo sistema en el que predominaban las canonjías, la corrupción y el botín como distintivo personal. Se conducen como cualquier dirigente del PRI, del PAN o del PRD. Los resultados de esas actitudes ya aparecieron el sábado y el domingo pasados en varias entidades del país.

Se dice que la violencia y las agresiones son de grupos y personas ajenas al partido. Hay bases para suponer que esto puede ser cierto, pues hay corrientes políticas que no comparten nuestro proyecto de gobierno y buscan debilitar a la fuerza que dio vida a la Cuarta Transformación. Pero adjudicar lo que está pasando en las asambleas y en la Dirección del partido a factores externos es una concepción sesgada y bastante maniquea. Las divagaciones, descalificaciones y declaraciones contradictorias de la presidenta del CEN, son elementos que están contribuyendo a la violencia interna, a la irritación de las bases y a la generación de incertidumbres innecesarias.

Llamo a todos los órganos de dirección y a las bases del partido a sacar adelante el proceso electoral respetando nuestras normas internas, actuando con responsabilidad, con madurez política y poniendo por delante la unidad del partido. Esa unidad que convoca al trabajo, a la sensatez, a la defensa de nuestro proyecto político, a la inclusión, a la vida orgánica real de las bases, a la democracia y contra el oportunismo. Ese es el tipo de partido que queremos porque es el que puede garantizar ir lejos con la transformación del país, el que quieren los luchadores sociales, el que votaron treinta millones de electores.