Dentro de los próximos días la Cámara de Diputados votará la ratificación de Arturo Herrera Gutiérrez como el próximo Secretario de Hacienda y Crédito Público. El procedimiento será llevado a cabo a la luz del artículo 74 de la Constitución general. Mario Delgado, líder de Morena en la Cámara baja, ha asegurado que el secretario será ratificado por unanimidad, lo que supone el voto favorable de la pequeña oposición parlamentaria.  

Jorge G. Castañeda, en su más reciente columna en El Financiero, opina que la oposición en la Cámara, a saber, el PRI, PAN, PRD y MC, deberá votar contra la ratificación de Herrera, en un claro signo de rechazo a las políticas del gobierno de López Obrador. Desde mi punto de vista,  esto resulta innecesario, y si se quiere, contraproducente para la posición de los partidos minoritarios. El voto opositor no obstaculizará ni ralentizará en ningún momento la ratificación de Herrera -pues Morena controla la cámara- sino que conllevará un mensaje de antagonismo irracional hacia un funcionario competente,  y sobre todo, al legítimo derecho del presidente de dirigir la política económica, a través y en coordinación con el Secretario de Hacienda y el autónomo Banco de México en lo que corresponde a la política monetaria. 

En consecuencia, la oposición debe votar la ratificación de Herrera en una señal de reconocimiento de legitimidad democrática a un  presidente que reunió más de 30 millones de votos, y cuya aprobación general se estima en no menos del 50%. En otras palabras, la oposición debe hacer valer su representación en el Congreso en el marco de debates legislativos en torno a leyes, reformas constitucionales, el presupuesto federal, entre otros, y no así en asuntos que competen al Ejecutivo Federal, tales como el nombramiento de los ministros de Estado.  Un posible desacuerdo en la Cámara sobre la ratificación de Herrera resulta infructífero en un país dominado por el partido del presidente. En suma, la oposición debe administrar sabiamente su escaso capital político. 

En este tenor, conviene recordar cómo se nombran y ratifican a los secretarios federales en los Estados Unidos.  Los ministros, si bien son nombrados por el presidente, deben ser ratificados por el Senado. Sin embargo, con clarísimas excepciones, el Senado opositor ha históricamente apoyado las elecciones del presidente; pues considera que el jefe del Ejecutivo debe contar con el apoyo del Congreso -no obstante la afiliación partidista- para conformar su gabinete. Ni el republicano George W. Bush, cuya legitimidad fue puesta en tela de juicio tras la decisión de la Suprema Corte sobre Florida, encontró oposición por parte de los demócratas en la ratificación de sus ministros. En opinión de los senadores estadounidenses, un gobierno funcional descansa sobre un gabinete cohesionado, y esto se logra únicamente a través de una libre designación de  sus miembros, 

Los retos para Arturo Herrera son enormes, y exigirán la puesta en práctica de su experiencia en el ramo económico, así como sus bazas políticas. Por un lado, deberá hacer frente a las especulaciones sobre una posible recesión económica, lo que perjudicaría gravemente al gobierno que sirve y a su reputación como economista. Como ex funcionario del Banco Mundial, conoce la necesidad del diseño de políticas con base en evidencia e indicadores, lo que podría no encontrar eco en Palacio Nacional, si creemos las razones detrás de la renuncia de Carlos Urzúa.  Por el otro, Herrera encabezará la secretaría más importante - y con mayor número de competencias transversales en la administración pública federal- bajo un presidente profundamente ideológico cuyos principios de política económica -loables quizá desde una arista humanista y cristiana- pueden difícilmente encajar en un contexto nacional e internacional caracterizado por economías interdependientes y un comercio global. 

A tiempo. Confiemos en que los funcionarios responsables de la política económica de México estén a la altura de las exigencias de país.