“La mujer es el negro del mundo”.

John Lennon.

 

Los feminicidas son criminales que, a primera vista, no tienen una relación directa con la política, como el narcotráfico y el “huachicoleo”, donde se mueven grandes sumas de dinero, que arrastran a autoridades políticas, judiciales, mandos policiacos y militares. De ahí, que suene descabellado responsabilizar a López Obrador de su aumento (ni que fuera un villano de Batman con granjas de feminicidas, para destruir al mundo). Lo que sí se le puede criticar, es su incapacidad para resolver el problema.

Lo cierto es que (independientemente de que en tiempos de la 4T le hayan dado más difusión a los casos) en la actualidad, diariamente se reportan asesinatos y desapariciones de mujeres y niñas.

Es anormal. Es como si súbitamente hubieran aumentado los “mascotacidios”; como si de repente, desparecieran y asesinaran animalitos domésticos sin una razón aparente (como en la época del “chupacabras”, mítico monstruo ligado a Carlos Salinas de Gortari, que de la noche a la mañana le dio por sacrificar vacas).

Aunque el problema explotó en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, desde mediados de los noventa, los feminicidios ya habían alcanzado una suma escandalosa, con “las muertas de Juárez”, y en vez de disminuir o erradicarse, el problema se fue expandiendo por toda República (especialmente cuando el entonces presidente, Felipe Calderón, le declaró la guerra al narco), alcanzando índices alarmantes en el Estado de México, Puebla y la Ciudad de México. No hubo avances desde entonces, no parece haberlo ahora.

¿Por qué esa saña contra las mujeres? ¿Por el machismo? Lo dudo, machismo ha existido desde las canciones de José Alfredo Jiménez y nunca se había desatado semejante ola de crímenes, y jamás se ha manifestado en el país algo parecido a una misoginia colectiva peligrosa (aunque, por supuesto, con la reducción del machismo, podrían resolverse un montón de conflictos de género).

Ha existido una discriminación y prepotencia por parte del sector masculino, pero nunca una normalización de una conducta delictiva hacia la mujer (al menos, en la mesa de una comida familiar, nunca se ha dicho “qué bueno que mataste a una mujer, hijito, te felicito”, como con los negros en ciertas épocas de los Estados Unidos, o los judíos de la Alemania nazi).

Aunque en algunos casos, el feminicidio perpetrado tuvo que ver con odio y/o venganza, el principal móvil, en su mayoría, está relacionado con la violación sexual, con una cosificación de la mujer, parecida a “tírese después de usarse” de un producto.

Dejando de lado las polémicas de si la derecha tiene que ver con los feminicidios (lo cual, no resulta del todo descabellado, partiendo de las alianzas de gobiernos anteriores con el crimen organizado, destacándose Felipe Calderón), la preocupación debe dar paso a la resolución del problema, y Andrés Manuel López Obrador no ha podido con el paquete (salvo que tenga un sorpresivo As bajo la manga, como las detenciones que se han hecho de varios defraudadores del gasto público).

Lo que agrava la situación es la falta de tacto de algunos personajes de la 4T, incluyendo al presidente. Tienen que sacudirse la paranoia de que, cada cuestionamiento sobre el tema, es parte de un “compló” contra el gobierno. El “Peje” de ninguna manera puede decir que “los feminicidios están opacando mi rifa”, ni Claudia Sheinbaum ni Ernestina Godoy, responder a la defensiva ante cada manifestación feminista. Da la impresión de que al gobierno no le interesa resolver el problema, y con esto, los feminicidas pueden sentirse más seguros.

¿Por qué han aumentado los feminicidios? Después de sentarme a pensar algunos minutos, se me ocurren algunas hipótesis:

-Ante el aumento de este grave delito, se montan más feminicidas (es más difícil atrapar a la mitad de los comensales de un restaurante que se salen sin pagar en bola, que a uno solo).

-Una “mano negra” los organiza. Y no me refiero directamente a la derecha, sino a uno de sus principales grupos aliados (o al menos, con los mismos intereses): el crimen organizado. ¿Recuerdan las ejecuciones en Veracruz, al iniciar el sexenio? ¿Los huachicoleros que violaron y mataron a las mujeres de una familia en la autopista México-Puebla? Esa gente no se tienta el corazón.

-Como suma de los dos puntos anteriores, tenemos la corrupción policiaca. Es bien sabido que muchos uniformados (y autoridades policiacas de traje) se llevan una “lana” por pagar protección o para que los suelten. Hasta el asesino de la pequeña Fátima tuvo la puntada de ofrecerles dinero a los policías que lo atraparon, y a su feminicidio se sumó el delito de cohecho; si así lo hizo, es porque tiene en la cabeza la idea de que así funcionan las cosas. Urge depurar los mandos donde exista una mayor incidencia.

-La impunidad. Es verdad que la 4T ha tenido avances contra la impunidad de gente corrupta y adinerada, aprehendida en el extranjero, pero ¿qué pasa, por ejemplo, con el exgobernador poblano Mario Marín? ¿Acaso la policía no puede entrar a Puebla? Él, y su cómplice en el delito de pederastia, Kamel Nacif, estuvieron a un milímetro de asesinar a Lydia Cacho, durante su traslado de Cancún a Puebla, cuando la transportaron expuesta al viento, estando ella enferma de las vías respiratorias. Tampoco se entiende que no hayan sido encarcelados los policías del Sector Hormiga de Azcapotzalco (protegidos por Miguel Ángel Mancera), que desaparecieron forzadamente y lobomotizaron al estudiante Marco Antonio Sánchez. ¿Qué pasó con los mandos que violaron mujeres en San Salvador Atenco, bajo la aprobación de Enrique Peña Nieto? Mientras esa gente ande libre por la calle, los delincuentes agarrarán valor para seguir cometiendo sus crímenes.

Yo, como siempre, escribo como el pescador que tira un anzuelo al mar, esperando que mis palabras pesquen una solución.