Emilio Lozoya Austin, ex director de Pemex, fue acusado, perseguido y detenido por varios delitos: recibir sobornos de Odebrecht para ganar licitaciones (dinero del que se destinó una parte a la campaña electoral del expresidente Enrique Peña Nieto); la “Estafa Maestra” (de la cual, se destinó una parte para lo mismo); la compra-venta a sobreprecio de la planta de Agro Nitrogenados; mentir en su declaración patrimonial y la compra de un astillero español, que generó a Pemex un daño por más de 50 millones de euros.

En su declaración, acusó a Enrique Peña Nieto y su ex director de Hacienda, Luis Videgaray, de ordenarle el desvío de recursos hacia varios asesores extranjeros que colaboraron en la campaña (y claro, para sus propios bolsillos).

“Lozoyín” señaló que Peña Nieto y Videgaray también le ordenaron entregar millones de pesos a varios legisladores, para la compra de votos y lograr la aprobación de las reformas estructurales peñistas.

El expresidente Felipe Calderón también salió embarrado, al involucrarlo en el contrato ilegal de Etileno XXI, en contubernio con Odebrecht.

Como pruebas de sus declaraciones, “Lozoyín” (convertido en testigo colaborador) aportó a la Fiscalía General de la República cuatro testigos, facturas y un video.

Lo que sobre todo me llama la atención, es la millonaria y malinchista contratación de asesores extranjeros (ya sea con desvíos de recursos o empeñando los relojes de Romero Deschamps). Si los priistas pensaban robarse el dinero para la campaña de Peña Nieto, ¿por qué no contrataron asesores del país, incluso de Atlacomulco, su tierra más querida?

Me intriga la nacionalidad de esos “asesores extranjeros”. Quisiera ver ese video que presentó “Lozoyín” como prueba, donde quizás se vea como entrega maletines de dinero (al mejor estilo Bejarano) a dichos asesores. ¿Usarán turbantes? ¿Gorros rusos? ¿Sombreros vaqueros, tiroleses, de rabinos?

Tal vez, la mafia que estaba en el poder, sea consciente de sus limitaciones y acepte que sus miembros son buenos para robar, pero no para planear estrategias políticas, y en la “deep web” (donde se contratan sicarios y mercenarios de todo tipo), tuviera acceso a los mejores asesores expertos internacionales para ganar elecciones (sobre todo cuando el PAN y el PRI, afamados por su descarada inclinación al crimen, perdían cada vez más legitimidad en los comicios, frente a la creciente popularidad del “Peje”).

Aunque ya fueron señalados judicialmente, Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón no pueden declarar, y no porque López Obrador insista en que su gobierno no busca venganza contra los emisarios del pasado, sino porque, sencillamente, no tienen capacidad mental para declarar: el primero por imbécil, el segundo por borracho.

Tal vez, en su vida privada, Peña Nieto resuelva complicadas ecuaciones matemáticas y se enfrasque en sesudas cavilaciones ontológicas; y quizás Felipe Calderón tenga la claridad mental de un yogui entregado a una vida sana y contemplativa, pero sus costosos asesores extranjeros les aconsejaron mostrar otra imagen pública, para salir bien librados de posibles interrogatorios; el primero asegurando que cinco son menos que cuatro, y el segundo expresándose con una lengua más enredada que las corruptas triangulaciones con empresas fantasma.

Los asesores extranjeros, cuya sagacidad vale lo que cuestan, tampoco podrían revelarnos la verdad sobre este asunto, expresando con exótico acento: “Diculpe, mi no habla español”.