Hace algunos días la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Claudia Ruiz Massieu, puso en marcha un programa denominado “Voy al PRI”.

Para brindar “asesoría legal, talleres, capacitación y servicio médico, entre muchos otros servicios, en apoyo a la militancia y a la gente (en general)”.

“Voy al PRI”, dijo, “es un programa de gestión social dentro de la mejor tradición del partido”.

Y bueno, en ese contexto, aseguró que “el PRI se abre, regresa a la ciudadanía y confirma que es un partido con vocación de servicio”.

Cuando menos eso asienta el comunicado.

¿Qué tal? ¿Un programita de tal naturaleza es suficiente para que la ciudadanía en general vuelva a creer en el Partido Revolucionario Institucional (PRI)?

Parece que no.

Claro, el programa puede ayudar en algo, al final de cuentas es de corte asistencial para cuando menos conservar su poca clientela electoral y hacerse de algo más.

Pero para que el PRI vuelva a ser el partido de masas, el gran instituto político forjador de instituciones, primero tendría que practicar mínimamente acciones como las siguientes:

Una: Transfusión total.

Dos: Tomar en cuenta a la militancia.

Tres: Elecciones internas por consulta directa a militantes y simpatizantes.

Cuatro: Cumplir cabalmente con cada una de las demandas ciudadanas.

Solamente así la dirigencia podría ufanarse de que el PRI se abre, regresa a la ciudadanía y a la militancia, y retoma su vocación de servicio. La condición no es cualquier programita social.

No obstante, en algo sí tiene razón Claudia Ruiz: En que la atención y la gestoría no debe ser solamente en las épocas electorales, sino debe ser una actividad permanente, para recordar a la militancia y a la ciudadanía que el partido “es un vehículo para mejorar su situación, atendiendo sus necesidades y demandas”.

Lástima que de ello se percaten cuando han perdido casi todo: Presidencia de la República, la mayoría en ambas cámaras del Congreso de la Unión, más de la mitad de las gubernaturas y de los congresos locales.

Y aun así, en algunos estados donde el PRI mantiene la gubernatura, los mandatarios dan mejor trato a las autoridades municipales de oposición (sobre todo de Morena), que a las emanadas de las filas priistas. Es un acicate a la decepción de la militancia.

La transfusión es necesario entenderla como el cambio total de las estructuras de la cúpula que aún mantiene el control del PRI, no solamente a nivel central, sino también en las entidades federativas.

Cosa que no debería tomarse como choque de trenes, sino como el sacrificio por el partido. Claro, pensando románticamente. Pero los priistas han perdido el romanticismo.

En el PRI hay cuadros con experiencia y capacidad para conducirlo sin dados cargados para ningún lado, solo mirando la reconstrucción del mismo. Sin embargo, la cúpula se resiste dejando morir lentamente al partido, y la base militante parece inerte.

Por cierto, tomar en cuenta a la militancia se ha dejado de lado por parte de las dirigencias tanto nacional como locales, con sus honrosas excepciones. La militancia, la de base, solo sigue sirviendo para llenar auditorios y para acarrearla en las votaciones.

Pocas veces la militancia de base tiene la posibilidad de obtener candidaturas a cargos de elección popular y a cargos públicos donde el PRI aún es gobierno. Vaya, ni siquiera ocupan carteras en los comités.

En todos los espacios persisten las cuotas de grupos internos, amigos, compadres, familiares y hasta detalles. Y lo peor: Es gente sin experiencia y sin la mínima vocación de servicio o partidaria. Ya no hay doctrina, ni principios, ni valores, ni respeto a las reglas.

En todo espacio continúan los mismos, los mismos y los mismos; solamente los mudan de posición. Ciertamente, desempeñan un trabajo, pero sin pasión, sin compromiso, sin el objetivo de reposicionar a su partido político.  Para la mayoría el cargo es mera chamba.

El programa “Voy al PRI”, no es sinónimo de apertura del partido. Abrirlo sería, por ejemplo, celebrar elecciones internas por consulta directa a la militancia y a los simpatizantes de dirigentes.

La consulta implica en sí misma una estrategia para dinamizar la vida partidaria. La militancia despertaría de su letargo para reactivarse en la elección de dirigentes en todos sus niveles, candidaturas a cargos populares (incluidos los plurinominales).

Similar o tal como lo plantea el líder de la corriente Democracia InternaUlises Ruiz Ortiz, a quien en vez de sumar lo ven como apestado.

Aunque ya Claudia Ruiz Massieu en una declaración de prensa dio esperanzas de llevar a cabo la elección de la próxima dirigencia nacional por consulta directa. Habrá que ver cómo. Una interna simulada sería una estocada más al PRI.

En longevo Revolucionario Institucional se reposicionaría tan solo si le cumpliera a la ciudadanía como partido y como gobierno en aquellas entidades y municipios donde tiene el poder. Incluso, a través de sus bancadas federales y locales.

Imagínese hasta dónde cayó el partido, que la dirigencia nacional cree que con el programa “Voy al PRI” éste “se abre, regresa a la ciudadanía y confirma que es un partido con vocación de servicio”.

Así de grave.