Los cambios de gobierno, ya sean federal, estatal o municipales, siempre son una buena oportunidad para medir a quienes llegan, mediante la selección que hacen de sus colaboradores.

Observando lo sucedido en México en el último año, he identificado siete tentaciones en las que nuestros gobernantes caen una y otra vez, desdeñando la experiencia que la historia reciente -y también la más lejana en el tiempo- nos enseña.

Les platico cada una de ellas, con un preámbulo: Por más creativa que sea su publicidad, ésta no suple a la efectividad. Y les digo esto porque el otrora municipio modelo de México -San Pedro Garza García- ha estrenado una forma ridícula de pedirle paciencia a los ciudadanos por obras públicas que se eternizan, con la consabida molestia de conductores, transeúntes y demás.

Lean nomás éstas “perlas” de la creatividad municipalmente pública:

“Deja que me veas arreglada”, frente a una obra vial que ya lleva cinco meses y no pueden terminarla. Aquí dan ganas de decirles a los “creativos” y funcionarios que los contrataron: Pues apúrate porque de tanto que estás tardando en arreglarte, en vez de ir a la boda de tu primo vamos a llegar a su funeral.

“¿Molesto? Sí. ¿Necesario? Más.” Espérame tantito, Miguel, lo necesario no quita lo molesto.

1.- La primera tentación que deben superar los que asumen el poder, es rodearse de incondicionales, porque la fidelidad no siempre está casada con la capacidad. El amigo puede cuidarte las espaldas, pero si eso es lo que quieres, mejor contrata a un guarura y a todos nos saldrá más barato.

2.- Cambiar nomás por cambiar. Este hecho tiene relación con el miedo a hacer permanecer en sus puestos, a gente que dio resultados en el gobierno anterior, no le hace que “haiga” sido de un partido contrario.

La capacidad del líder incluye su habilidad para formar equipos multidisciplinarios, multi-ideologías, multi-creencias, multi-partidos, multi-todo, porque si para hacer su jale necesita a puros de su mismo color político, ya valió, porque ni es líder ni merece estar donde está.

Qué fácil resultaría decirles a los electores: “Yo les garantizo resultados, pero nada más si escojo a puros de mi mismo color político, ideológico y demás.

Ligada éeta tentación con la primera, el nuevo gobernante cree que si uno de la administración anterior permanece en el nuevo equipo, podría trabajar más para el que se fue que para quien entra. A mayor miedo en este sentido, más pequeña es su capacidad. De ese tamaño es su inseguridad.

3.- Darle más importancia al currículum que a la experiencia de vida. Y en este punto va una digresión: Hace como 20 años, en las carreras profesionales bastaba tener un título universitario para dar clase en universidades públicas y privadas.

En algunas incluso se permitía que gente sin diploma pudiera dar cátedra y una manifestación de esto era que había más maestros por hora que los de planta.

Y es que uno que se paraba ante los alumnos a ciertas horas determinadas del día, alternaba esa chamba con el ejercicio de la actividad de la cual vivía y de la cual extraía sus planes de estudio para los alumnos.

Sin embargo, la mayoría de los centros de las universidades comenzaron a sofisticarse, y de pronto ya ni una licenciatura o una ingeniería eran suficientes para que dejaran a uno dar clases a nivel profesional.

Hoy en día, las universidades presumen que su plantilla de maestros está llena de másters y doctores.

Y esto se manifiesta en el hecho de que predominan ahora los profesores de tiempo completo, esos que por estar metidos en las aulas no ejercen su profesión ni viven de ella, lo cual priva al alumno de conocer a través de sus maestros, el contacto con la realidad.

Bueno, pues esta tentación sucede también en el cambio de poderes, cuando el nuevo alcalde, el nuevo gobernador e incluso el nuevo presidente, es seducido por el doctorado de tal o cual persona y más si lo cursó en una universidad extranjera.

4.- Cambiar de nombre las áreas que funcionaron con su antecesor. Fusionar dos o tres en una sola, crear otras nuevas o desaparecer incluso alguna.

Este es casi un síndrome porque quien ejecuta tales decisiones da la impresión de que le urge llamar la atención y esto suele ser impactante.

5.- Poner a gente en áreas clave nada más porque desempeñaron esa función en otros lugares, sin asegurarse mediante pruebas y evaluaciones científicas, que está dotado para pegarle al blanco en un nuevo entorno y en una nueva encomienda.

6.- Confiar en el lirismo político de una persona, desafiando su capacidad para improvisar en administrativa y operacionalmente, y designar a gente que no sabe leer una “partitura musical”, que solo toca de memoria, o sea, a quienes nomás saben tocar una que otra pieza.

7.- Creer que con una inducción al puesto y al vapor, el que se va pasará el “cómo se hace” a quien llega al cargo y contratar al que entrega como asesor o coach del que llega.

 

A estas tentaciones, la irreverente de mi Gaby les llama “el presupuesto del miedo”. Creo que en el cambio de mandato que “sufrió” San Pedro y a juzgar por lo que hemos visto antes de que Miguel Treviño dé su primer informe de “gobierno” el próximo 26 de este mes, se aplica una que otra…. o todas y lo mismo ocurre en otros rincones de México.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.