La Paz, BCS.- “¿De qué le sirvió a La Paz ser capital de Baja California Sur si el presidente prefirió armar su estancia, su mañanera, su inspección de obras federales y su minidescanso en Los Cabos?”

Les platico: Amanda Enríquez, considerada una de las pioneras de estas tierras y cuya descendencia opera negocios de muy diversa índole en Baja, se respondió a sí misma: “De nada”.

Ella fue invitada a los actos protocolarios del presidente, que fueron organizados por el gobernador panista Carlos Mendoza Davis, bajo el mandato del Palacio Nacional de la 4T.

“A ninguno fui porque ese tipo de política no me gusta”, me dijo.

“A mí me gusta hacer política, porque mi rol de empresaria me obliga a eso, pues mi negocios, aunque son privados, son más públicos que nada”, sentenció.

“Pero ese tipo de política entreguista de Carlos es denigrante”, volvió a sentenciar.

Cuando le pregunté cuántos años tiene me contestó lo que aprendí de mi abuela a responder en mis cumpleaños: “Tengo los que me quedan, porque los cumplidos ya se me fueron, ya no los tengo”.

Y de ahí no la saqué, aunque algunos conocidos me dijeron que anda por los 70.

No quiso fotos ni que le hablara de usted, y con esa condición aceptó soltar sopa: La Paz se está muriendo porque desde abril no llega ni un solo crucero a Pichilingue, el puerto a 10 kilómetros de la capital, donde atracan los cruceros gigantes. Bueno, atracaban antes de la pandemia.

Ella me dijo que tiene datos más reales que la misma Canaco, el INEGI y que el gobierno porque de eso vive:

Lo que menos se respira aquí es Paz, sino todo lo contrario porque la gente vive del turismo en un 95% y el restante 5% se reparte entre los burócratas y quienes trabajan para las tiendas, Chedraui, Ley y Soriana, principalmente, “que, por cierto, están sumidas en un deplorable servicio y surtido, sobre todo las de los Martin Bringas”, dijo con su verbo flamígero.

“¡Y no hay turismo!", detonó con un vigoroso ademán que hizo temblar a quienes atestiguaban la entrevista.

Al salir de la “yarda” de su propiedad ―como le dicen acá a los lotes de autos usados― me pidió que no fuera a Pichilingue porque los marinos no me iban a dejar pasar.

Es que quería atestiguar y tomar fotos de las telarañas en los puntos de control donde desembarcaban los pasajeros de los cruceros.

No le hice caso y fuimos. Al llegar, un capitán de fragata de apellido Esquer, que andaba de casualidad por la garita a la entrada del puerto comercial, nos dijo que no podíamos pasar.

“No van a encontrar ni rastro de los cruceros. Se acabaron en La Paz, hasta nueva orden”, nos advirtió.

Cajón de sastre

“¿Hasta nueva orden de quién? ¿De su jefe, el comandante de Bragueta?”, se preguntó a sí misma y entre dientes la irreverente de mi Gaby, porque ni loca se lo decía al capitán Esquer.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.