La gente pobre se sigue muriendo en el siglo XXI tanto y tan rápido como si viviera en la edad media o en el oscurantismo. Por más que digan hoy que el cáncer y otras enfermedades matan igual a pobres que a ricos, no es cierto. Me consta, por el caso que les voy a platicar, y que me perdonen los herederos de algunos potentados, porque cuando les tocó irse de este mundo, no sé cuántos páncreas, hígados, médulas óseas, riñones, pulmones, córneas y corazones de otros se murieron con ellos por segunda vez en el intento.

Enriqueta tenía apenas 31 años cuando le diagnosticaron un cáncer muy agresivo. Vivió con su familia los avatares de un servicio médico público que en México no se da abasto para tanta gente, a pesar de que cada año se le inyectan miles de millones de pesos que sabrá el Dios de Spinoza a los bolsillos de quienes han ido y siguen yendo a parar.

Y entonces, la operaron en el IMSS. Le quitaron el tumor, le dieron las quimios y radioterapias a que el tratamiento obligaba y con su bolsita en ristre, trató de reanudar su vida.

Ya comía casi lo mismo que antes de la operación cuando un día comenzó a sentirse mal de nuevo. Su marido la llevó al doctor y resultó -en un diagnóstico tardío- que el cáncer se le estaba yendo a otros de sus órganos. Metástasis le dicen a esas cosas.

La internaron y luego de tres días la mandaron a su casa para que allá aguardara mientras se ordenaba una nueva ronda de quimios y de radios para tratar de frenar el avance de la enfermedad.

En eso estaba cuando otra vez se sintió tan mal que la llevaron de nuevo a la clínica y a los dos días mandaron llamar a su marido para decirle que no podían hacer nada por ella. El mal estaba ya alojado en el cerebro.

“¿Pero cómo así tan rápido? Pues qué no se dieron cuenta de eso desde antes de que la operaran?”, preguntó, y como respuesta le dijeron que así suceden éstas cosas… al menos en el servicio médico público mexicano, así suceden estas cosas.

Ante la impotencia comenzó a pedir ayuda. Vendió todo lo que de valor tenía, buscando la manera de llevarla a otro hospital donde al menos la lucha le hicieran. Fue a parar al hoy extinto Seguro Popular pero le dijeron lo mismo: Su esposa estaba desahuciada y de que se muriera en una cama de hospital a una de su casa, ¿Pues qué estaba haciendo allí con ella?

Un amigo suyo pidió prestado no sé cuánta lana por él; se la soltaron unos agiotistas y todavía ni le aplicaban la primera inyección cuando ya estaban cobrándole el primer abono.

Uno un poco más solvente, que no estaba en el buró de crédito, fue al banco donde tenía su cuenta de cheques y apenas comenzó a darle al ejecutivo los detalles del fin que daría al dinero, lo mandó con cajas destempladas a buscarle por otro lado.

Pero le aconsejó: “No se le ocurra decir que quiere un crédito bancario para un tratamiento médico porque no hay en México ni un banco que le vaya a prestar”.

¿Seguro de gastos médicos mayores? Impensable para esa familia. Lo tiene en México muy apenas el 20% de la población y cada año las compañías de seguros se la bañan subiendo el costo de las pólizas, disminuyendo los montos de sus coberturas y despachándose con la cuchara grande mediante co-pagos, deducibles y otras desgracias que ni el gobierno de la 4T ha logrado frenar.

Enriqueta murió la noche del 24 de diciembre, en su casa, como le advirtieron los médicos del servicio público.

Su marido me dijo en la víspera del año nuevo, que estamos volviendo en México al pasado, “porque antes la gente pobre nacía y se moría en la casa y hoy sucede lo mismo”.

¿Por qué la peste de un servicio médico público de 5ª -no solo de 4ª- sigue provocando la muerte de cientos de miles -si no es que millones- de mexicanos?

¿El IMSS, el Seguro Popular y el que nació muerto el primer día del 2020 -el INSABI- siguen siendo una lacra transexenal que no sabe de partidos políticos porque todos están igual?

¿Quién en su sano juicio acabaría por ley con un Seguro Popular que atendió durante 16 años a los 51 millones 629 mil mexicanos más pobres de los pobres, a los que no les alcanza ni para el deplorable IMSS, creando por mayoría absoluta del Senado un Instituto de Salud para el Bienestar que no tiene ni pies, ni cabeza, ni camas, ni hospitales, ni medicinas, ni curitas, ni gasas, ni vendas, ni ambulancias, ni camillas, ni médicos, ni enfermeras, ni camilleros, ni achichincles?

¿Quiénes pueden ser capaces de semejante estupidez? Los 67 senadores -de todos los partidos, conste- que aprobaron en lo general la desaparición del Seguro Popular y crearon el INSABI.

Ninguno de ellos va a consulta al IMSS; todos -a pesar de las restricciones salariales y de prestaciones impuestas por la 4T- tienen seguros de gastos médicos mayores, menores, intermedios y demás.

Durante los seis meses previos a esta barbaridad, fue evidente en México el desabasto de medicinas en hospitales públicos, que afectó principalmente a pacientes con algunos tipos de cáncer, padecimientos crónico degenerativos como diabetes, el VIH y muchos otros.

Con decirles que hasta hospitales infantiles como el “Federico Gómez” de la CDMX -uno de los más sobrepoblados de México- resintieron tal desabasto.

Un informante que tengo en el INEGI me dijo ayer que un cálculo conservador -porque no hay cifras exactas- revela que de mayo a diciembre de 2019 murieron más de 10,000 mexicanos por falta de atención médica derivada de la escasez de medicamentos y de diagnósticos tardíos de sus enfermedades.

Enriqueta -a sus 31 años- fue una más en esa estadística.

 

CAJÓN DE SASTRE

“Méndigos legisladores, porque mientras esto sucede, ellos se están gastando cientos de millones de pesos remodelando sus curules y ante eso, ¿dónde está el amo del gobierno?”, dice la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “SIP, Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Es miembro de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe diariamente su columna “IRREVERENTE” para prensa y TV en más de 40 medios nacionales y extranjeros. Maestro en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras, de distinguidos comunicadores. Como montañista, ha conquistado las cumbres más altas de América.