Jaume Roures, en Beverly Hills, esperando uno o varios Oscar, ha hablado de la quiebra de su diario, Público, cuya edición impresa ya no circula en España, lo que, hay que subrayarlo, ha dejado a esa nación sin una opción informativa importante y, tristemente, ha mandado al desempleo a más de cien personas. Sobrevivirá, si acaso, su edición en internet.

 

¿Esperando uno o varios Oscar? Tal cual. El accionista principal de Público lo es también de una empresa, Mediapro, que produce películas, entre estas Midnight in Paris, dirigida por Woody Allen y nominada a cuatro Oscar.

 

Así que el señor Roures es ahora el vivo ejemplo de lo que un político mexicano, José López Portillo, presidente de la República entre 1976 y 1982, decía de la clase adinerada de nuestra sociedad tercermundista: que normalmente integrada por “empresas pobres y empresarios ricos”.

 

Porque si Roures dejó a su empresa editorial en la ruina, tan hundida que ya no pagará sus deudas con los proveedores ni sus compromisos con los trabajadores, él sigue siendo no solo un hombre rico, sino una luminaria del sector más alumbrado de los negocios: el del espectáculo a la Hollywood.

 

Ya lo de menos es lo expresado por Roures en un hotel de Beverly Hills, supongo que en uno elegante y caro, nadie esperaría otra cosa del productor de ese carismático personaje de la cinematografía que voltea cuando se menciona el nombre Woody Allen, un tipo fundamental que en realidad no se llama así, sino que fue registrado por sus padres con un nombre mucho más vulgar: Allan Stewart Königsberg.

 

¿Qué dijo Roures? Nada más que está “muy jodido” y que la culpa de todo la tiene una triple crisis: la de la economía en general, la del papel impreso en particular y la de la política de izquierdas en España.

 

Es que Roures decidió fundar su diario hace cinco años, esto es, antes de la crisis económica, cuando no era tan evidente que el papel periódico sería incapaz de resistir la competencia de internet  y cuando el presidente del gobierno español era un izquierdista, José Luis Rodríguez Zapatero, amigo o al menos cercano a Roures.

 

Así que, cuando la tercera de sus crisis se manifestó, esto es, cuando llegó al poder el conservador Mariano Rajoy, lo que ocurrió en diciembre de 2011, hace poco más de dos meses, Roures decidió que él no había nacido para ser editor de un diario de oposición y, amparado en las leyes españolas, mandó a su empresa a la quiebra dejando sin pagar millones de dólares a bancos, proveedores y trabajadores.

 

Pero, como todo empresario rico que deja tiradas a sus empresas pobres, él ya está en otra cosa, como dijo al ser entrevistado en Los Ángeles antes de la gala del Oscar.

 

Cuando Roures vuelva a España, o a Cataluña que tal vez sea un país distinto, para el caso es lo mismo, galardonada o no su película, el empresario que se define a sí mismo como de izquierda, catalanista y hasta troskista, se quitará el estrés causado por pensar en el futuro de sus trabajadores ya sin empleo admirando ese cuadro de su propiedad, el de Antonio López, El Campo del Moro, valuado en cinco millones de euros.

 

Cuenta uno de los columnistas de Público, Félix Población, que uno de los trabajadores preguntó a Jaume Roures si estaría dispuesto a vender la pintura para hacer frente a las deudas del diario. El empresario contestó: “Si alguien me pagara 4 millones de euros por un Antonio López, lo haría”.

 

En otro lado leí que un cuadro del mencionado pintor no vale tanto. Seguramente no, pero inclusive si su valor fuera la quinta parte de lo que se dice, la posesión de esa obra, tanto como su presencia en la fiesta del Oscar, prueba que don Jaume Roures seguirá siendo un empresario rico al que no le restará nivel de vida, ni le generará excesiva preocupación, la quiebra de su empresa pobre.