A raíz de la renuncia de Carlos Urzúa he leído y escuchado una cantidad impresionante de teorías sobre el por qué, cuándo y cómo se originó la salida del ahora exfuncionario y maestro del Tec.

Por encima de todas ellas están la carta de renuncia y la versión oficial que dio el Presidente, pero como que en la misiva declinatoria hizo falta más “mengambrea” para que quedasen claros los señalamientos hechos; dicho en otras palabras, a eso le faltó ponerle los “qués” y los “cómos”, además de uno que otro nombre y apellido.

Pero eso deja de tener importancia al siguiente instante porque el país, el gobierno y la sociedad siguen y lo realmente fundamental es saber hacia dónde vamos y cuáles son los planes, proyectos e ideas.

Se ha dedicado toda la semana a las elucubraciones, ideas, conjeturas y demás. He leído y escuchado, repito, cualquier cantidad de teorías conspirativas y de historias de terror; no puedo decir de ninguna que es verdad o mentira, pero realmente pienso que todas ellas no abonan al futuro de México y los mexicanos, sí al morbo, al sensacionalismo, a la grilla.

Carlos Urzúa ya no está y explicó sus razones en una carta; López Obrador respondió el mismo día y designó sustituto. Siendo realmente prácticos deberíamos pensar que lo demás es historia y dejarlo ahí, para el anecdotario, el café, la sobremesa, pero no hacer de esto un tema de agenda.

Necesitamos avanzar y la única manera de hacerlo es con trabajo, disciplina y esfuerzo; no tenemos tiempo qué perder y menos en chismes y conspiraciones. Vamos ubicando las cosas en su exacta dimensión y anteponiendo el interés de todos por encima del morbo sensacionalista que a nada nos conduce.

¿O de plano sí ganamos algo sabiendo qué fue lo que le incomodó al ahora ex Secretario?