Hace unos días el senador estadounidense Bernie Sanders expresó que el Partido Republicano había dejado de ser eso – un partido- y que había devenido en un culto, pues aquel, tras la irrupción del trumpismo, había echado a un lado los ideales políticos que algún día distinguieron al partido de Lincoln y Reagan. Como resultado de la derrota de Trump en los comicios, los votantes republicanos han sido envenenados con la toxina de la demagogia. En este contexto, según los encuestadores, siete de cada diez votantes del actual inquilino de la Casa Blanca creen en las teorías conspiratorias promovidas por el presidente desde twitter.

El caso estadounidense parece no ser único en el mundo. Miremos al partido mexicano que ha sido capaz de alcanzar espectaculares triunfos electorales derivados del culto a la personalidad de Andrés Manuel López Obrador.

Los morenistas no reconocen en Morena una simpatía partidista relacionada con los ideales del movimiento, pues sencillamente se identifican con la narrativa discursiva del presidente López Obrador. La propia Claudia Scheinbaum, quien se consolida diariamente como una figura relevante dentro de la autoproclamada cuarta transformación, parece olvidar que es una funcionaria electa por la mayoría de los capitalinos, y no es ni subordinada del presidente ni está obligada a avalar ni secundar todas las decisiones que se toman en Palacio Nacional.

La jefa del gobierno de la Ciudad de México reconoce que su supervivencia política depende de las incondicionales bases electorales que encumbraron a López Obrador… por el mismo motivo por el cual los legisladores republicanos han vacilado en su reconocimiento de Joe Biden como presidente electo de los Estados Unidos.

Así como el transfigurado Partido Republicano estadounidense – léase los votantes no la cúpula- ha sucumbido a la demagogia de Trump, los simpatizantes del Movimiento de Regeneración Nacional encuentran en la voz de López Obrador un llamado profético a pugnar en favor de la causa de su dirigente; sin miramientos hacia la evidencia, y con elementos de ignorancia política que conllevan hacia la violencia verbal contra la oposición y la prensa, con la voluntad de crear un universo paralelo ajeno a la realidad que vive el país.

Las democracias exigen el respeto a la pluralidad de ideas y opiniones, y los políticos deben ser tolerantes a la disensión. Los partidos políticos sirven a ello; para representar la voz de los ciudadanos dentro de la estructura de la democracia representativa. Sin embargo, para la sana convivencia democrática se requiere partidos políticos con prioridades e ideales enraizados, no cultos a la personalidad de un líder carismático.