Raymundo Riva Palacio no tendrá que preocuparse por obtener papel de baño durante la crisis del coronavirus. Ha hecho los suficientes méritos como para ganárselo gratis de tanto cagarla; y en buenas cantidades. Es decir, de tanto “regarla”, de tanto equivocarse; así se lo han hecho saber las redes sociales. Y a menos que estas no cumplan, el periodista estará en problemas si a estas alturas no ha almacenado la dotación suficiente para la temporada de cuarentena que en su caso se agrava por la diarrea de equivocaciones. No quiero imaginar a Raymundo ahora mismo buscando el papel que en muchos lados se ha agotado al igual que, acaso en segundo término, el alcohol y el germicida.

Sin duda, uno de los fenómenos más extraños durante el crítico trance mundial a causa del Covid-19 es la crisis del papel sanitario. Pleitos, arrebatos, acaparamiento y hasta cuchillazos; angustia por obtener el último cuadrito del rollo. Ya lo comentaba en la entrega pasada, “Papel de baño y epigramas para después de cagar durante el Coronavirus; remedio tabasqueño” (SDPnoticias; 16-03-20):  

Pues bien, como sea que lo obtenga Riva Palacio, lo necesitará y mucho. Ha estado fallando demasiado como periodista confiable. Ya conocemos su típico estilo de periodista tradicional, de inventar historias con “fuentes confiables que no puede revelar”. El estilo de Loret de Mola, García Soto, Hiriart, Fernández Menéndez, Krauze Jr., Sarmiento, Ramos, Cárdenas, Alemán, Jalife, Gómez Leyva, López Doriga, Marín y un etcétera prolongado; el estilo del periodismo anterior a la preponderancia de la era digital. Un periodismo que se codeaba con el poder, con los políticos en turno, muchas veces para beneficio mutuo.

El problema para ellos es que hoy día la gente, muchos lectores no les creen; el proceso electoral de 2018 y las redes sociales han contribuido a desenmascarar sus fallas, egos y engaños. O tienen seguidores muy específicos vinculados con intereses políticos muy particulares. Y está bien, el problema es que ellos se conciban y describan como “periodistas objetivos”. Siendo Raymundo fiel al estilo, ahora está más que propenso a ser desnudado por la realidad que ha querido inventar a manera de columna o de tuit. Es lo que le ha pasado recientemente con dos casos al menos.

Caso Uno. Riva Palacio y López Doriga han resucitado al primer muerto de la pandemia del coronavirus en México. Ambos tuitearon el fallecimiento de la primera víctima, un empresario que había viajado a esquiar a Colorado y al regresar había sido internado con la enfermedad. Lo bueno es que la persona aún continúa viva después de varios días (la mataron el domingo 15 de marzo) y no le han de caer nada bien ninguno de estos dos, si es que está consciente de la situación. El caso es que ninguno de los dos ofreció disculpas. En columna posterior al desaguisado, Raymundo se justifica: “Antes de escribir su tuit, Mendoza [la columnista Lourdes Mendoza, a quien atribuye la ‘noticia’ original] consultó con cuatro fuentes la información sobre el fallecimiento de Kuri. López Dóriga confirmó y reconfirmó con dos fuentes de la familia. En mi caso, fueron tres las fuentes que aportaron la información. Excélsior dio a conocer que había confirmado con dos fuentes familiares. La agencia Reuters, que citó a López Dóriga como fuente primaria de su información, añadió que había reconfirmado con dos fuentes de la familia del empresario. Pájaro Político también había confirmado con dos fuentes de la familia. ¿Cómo pudieron haber equivocado tantos, con tanto acceso a información de calidad?” (“La muerte de José Kuri; preguntas sin respuesta”; Eje Central, 19-03-20). Pues él y los otros fantasiosos son los que tienen que dar la respuesta, a menos que esta se reduzca a concluir que tantas fuentes terminaron en regadera. Antes que esto, Riva Palacio lo primero que ha hecho es acusar al vocero de la presidencia de las críticas y burlas en su contra en twitter sobre todo, “con granjas que responden a los intereses del vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, para atacar reputaciones”. Aparte de no probar su acusación, sólo le faltó responsabilizar al gobierno de haber asesinado a José Kuri, el empresario en cuestión. (Una relación extraña con el caso del doctor Li Wenliang, quien fue el primero en reportar el Covid-19 en Wuhan, China, el 31 de diciembre de 2019. Al contraer él mismo la enfermedad, fue internado. El 6 de febrero por la noche una nota del China Newsweek lo dio por muerto. Poco más tarde, el Hospital Central de Wuhan desmintió lo anterior y lo reportó vivo. Moriría finalmente el 7 por la tarde).

Caso Dos. Christopher Landau, el embajador de Estados Unidos en México, acaba de noquear a Raymundo; aunque no lo sacó de la circulación. Resulta que en otra pieza más del estilo especulador con base en fuentes inconfesables, el director de Eje Central publicó una columna en que argumentaba el despropósito y el ridículo del gobierno en el tratamiento de la pandemia. En “El problema de López Obrador”, se aventó una trama muy detallada, de esas que le encantan, en que ponía al país prácticamente en conflicto internacional con Estados Unidos: “Hace un par de semanas se reunió en la Ciudad de México la Comisión de Alto Nivel México y Estados Unidos, donde el tema del coronavirus fue central. La reunión terminó entre gritos y amenazas, en lo que fue el encuentro más ríspido que hayan tenido las dos naciones desde que llegó el nuevo gobierno mexicano” (Eje Central; 17-03-20). Más clara y alarmante situación para el país como la esgrimida por Riva Palacio, más sombrío panorama no podría plantearse. La trama de su texto indica los detalles de un testigo presencial, como si el propio periodista hubiera estado en esa reunión atestiguando y registrando ese ríspido desencuentro para la posteridad.

Pero he aquí que el embajador hace su aparición en twitter después de haber andado comiendo churros con su familia en Puebla. Respondió enérgicamente al periodista por esta red negando la información de su columna y su tono, y llamándolo irresponsable: “En cuanto a la supuesta reunión, este relato es COMPLETAMENTE FALSO. Hubo una reunión bilateral hace algunas semanas para hablar de la frontera. Pero fue muy positiva, y que yo sepa ni se mencionó el virus. No hubo reunión que ‘terminó entre gritos y amenazas.’ Irresponsable”.

Creyendo que interactuaba con un amateur, el periodista contestó envalentonado: “Entiendo perfectamente la reacción que tiene embajador. Esas reuniones se supone que son secretas y no debe haber ese tipo de filtraciones. La información en mi poder está verificada. Lamento que emita un juicio de valor”.

La respuesta de Landau no se hizo esperar: “Obviamente no entendió mi mensaje. Desmiento categóricamente su reportaje. No es porque se filtró alguna información secreta -es porque lo que Usted publicó es absolutamente falso. Punto”. Pero Riva Palacio -“un nunca pierde y cuando pierde, arrebata”-, prosiguió en la disputa ya perdida con una argucia, desviando el tema (“No cambie el tema. Eso no tiene nada que ver con esta supuesta reunión que nunca ocurrió”, replicaría el representante de USA): “Embajador, le sugiero leer esta tarde The New York Times sobre las medidas que piensa tomar su gobierno en las próximas horas en la frontera con México por el tema del coronavirus. Saludos respetuosos.”.

Teniéndolo al alcance, sin sana distancia, el embajador dio un estoque directo al ego y al corazón de Raymundo: “Y que no se le ocurra reportar que yo también fallecí del coronavirus”.

Y en un tuit en inglés dio colofón al debate (o madriza, como la calificaron los usuarios de twitter): “I just don’t like fake news, especially when it comes to such a sensitive topic. The ‘pandemonium’ described by the journalist didn’t happen. I’m not defending the Mexican government (that’s not my job); I’m defending the truth regarding a meeting with my own government”.

A estas alturas del intercambio el 17 de marzo pasado, twitter era un festín en contra de uno los periodistas de las “Fake News”. Era un cagadero de burlas y risas. Conclusión de twitter: Raymundo Riva Palacio se ganó a pulso una buena dotación de papel de baño para la crisis; y lo necesitará, pues “la caga” constantemente.

El asunto ya ha sido tratado con cierta amplitud, pero no quise dejar pasar la ocasión para registrar el modelo de un periodista que ejemplifica el de muchos que están quedándose anquilosados en las “glorias de su pasado”; la realidad y su propias decisiones profesionales o personales los están rebasando de manera inexorable.

Ojalá que durante la cuarentena Raymundo “se guarde” y decida una tregua a su deseo de inventar tramas y de equivocarse en consecuencia. No cabe duda que estos últimos días probaron que su perfil se ajusta más al escritor de ficción que al periodista. Tendría que probar suerte semejante a la de ese fabulador de pluma aburrida e ideológica que es Francisco Martín Moreno. No sé si escribiría buenas novelas y si sería leído, pero sin duda sus productos estarían más ajustados a su perfil de fabulista empedernido.