El 11 de agosto se celebrará la elección interna para elegir a quien será el nuevo presidente del PRI nacional. Las fechas “fatales” inician el 22 de junio con el registro de los candidatos, del 26 de ese mes y hasta el 9 de agosto es el periodo que se destinará para las campañas de los candidatos a dirigirlo y el 11 será la elección para que el 19 del mismo mes quede ungida la nueva dirigencia del tricolor. 

Pero se preguntarán ustedes qué importancia tiene todo esto si se trata de un difunto, ¿cierto? La respuesta es muy sencilla: a una democracia sana le importa una oposición viva y entre más sólida esté, mejor le irá al país.

¿No que andaba muerto?

Mientras que en las elecciones pasadas muchos cantaron las exequias del tricolor, otros más experimentaron la transmutación del PRI en Morena. La realidad es que el PRI siguió latiendo, esperando sobrevivir la terapia intensiva que significará el 2021.

Y algo debe de tener el enfermo agonizante, donde diversos grupos se pelean por el moribundo. 

Seguro no se trata de la herencia monetaria, pues en este momento hasta sus oficinas centrales están hipotecadas. Pero algo es, pues algunos se desgañitan con singular alegría porque habrá una elección abierta para definir la dirigencia. Llegan al extremo de criticar que el padrón actual es muy pasado (sin tener pruebas actuales de ello) y al mismo tiempo se quejan de que supuestamente mañana se cierra el padrón tricolor. ¡Quién los entiende!

Tal vez, han olvidado que hay muchos “priistas de closet” que están afiliados; lo negarán en público, pero su corazoncito sigue latiendo “pripri, pripri”. Quizá exagero, pero lo que sí es cierto es que esperan ver el resurgimiento del partido a través de su participación.

Las fuerzas vivas

Cada vez que el PRI (ya sea por decisión de sus líderes o porque así lo quiere el “1er priista del país”, el gobierno o quien tiene poder de decisión) se separa de los militantes, las cosas le salen mal —y cada vez peor— al ex partidazo. ¡Claro! Es mucho más fácil lograr una votación a modo en cónclave o solo en el comité directivo que buscar el voto con todos los —aún— priistas. El desgaste para el candidato “a modo” es menor, pero para el partido y sus militantes se trata de una puñalada que no los toma en cuenta.

En esta ocasión, el consejo directivo del PRI se decantó por una elección abierta, dirigida exclusivamente a sus militantes. Lo cual será una jornada donde al menos 6 millones de priistas podrán salir a sufragar por su candidato.

Es lo que requiere el PRI, volver a su fuerza, la cual se encuentra en la gente, en los priistas de a pie, los que decidirán por un candidato/a que no solo sea de membrete o de escritorio.

Los contrincantes y sus probabilidades 

√ Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán.

√ José Narro, ex rector de la UNAM y ex secretario de salud.

√ Alejandro Moreno “Alito”, gobernador de Campeche.

√ Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca.

Si se tratase de una elección cerrada, sin lugar a dudas ganaría el Dr. Narro, pues tanto el legendario Manlio como el jurásico Osorio Chong lo impulsan y en el comité directivo, hubieran hecho que ganara. Pero, ¿ese es el verdadero PRI?

Ivonne Ortega por su parte, es conocida en diversos estados, pero aún le falta mucho arrastre y popularidad en la gran mayoría de los militantes.

Por último, “Alito” cuenta con el apoyo de los gobernadores priistas, pero lo principal: parece ser el único que cuenta con el apoyo de LOS priistas.

¿Qué sigue?

Ganar la presidencia del PRI será el primero de los obstáculos. La primera parada serán las elecciones intermedias del 2021, donde lo más que se podrá pedir será encontrar a los candidatos requeridos para tener al menos el mismo número de legisladores con los que el PRI cuenta hoy en la cámara baja. En pocas palabras, obtener las suficientes alcaldías, diputados (federales y municipales), así como las gubernaturas en lid para mantener el registro. ¿Cuál candidato cuenta con la energía, la paciencia y el tiempo para seguir esta ruta?

Una vez salvado el partido en el 2021 — se dice fácil; no lo es—, se podrá empezar a reestructurar. Los resultados darán las formas –audaz o con tiempo y tiento- pero, en cualquier caso, deberá ser una reestructura constante y fincada en las decisiones de todos los priistas.

¿Sobrevivirá?

Demasiado pronto para decirlo. Si hay canibalismo interno, entonces definitivamente no. Si se permite que los militantes (todos) decidan y después de la elección, se les sigue tomando en cuenta, pidiendo su participación, entonces probablemente sí. Si la ciudadanía en general ve que hay cambio —podrían empezar por trasmitir abiertamente al público las sesiones de su Consejo Nacional, por ejemplo. Si privilegian las prioridades de largo plazo del partido y de la sociedad en general a asegurar unas cuantas de curules obtenidos vía representación proporcional, tal vez...

El hecho es que el Revolucionario Institucional tendrá que pasar antes por muchas pruebas, pero todas ellas implican tener la visión y los deseos de superar los obstáculos que se presentan, todos enormes. Eso solo se logrará recurriendo a las bases, esto es, ignorando por PRImera vez al puñado de sus dirigentes que han tenido secuestrado al partido.