Que México le ofrezca asilo a Evo Morales, tras su renuncia a la presidencia de Bolivia, ni tiene nada de malo ni va contra la histórica política que convirtió a nuestro país en refugio de tantos y tantos seres en conflicto alrededor del mundo.

¿Que Evo cometió un fraude electoral..? Eso es asunto de él y los bolivianos, la incongruencia está en otro lado.

Todos los americanos (hasta los gringos) son nuestros hermanos. ¿Por qué, entonces, tratar con diferencia a unos y a otros?

Por Evo mandó el gobierno mexicano un avión de lujo y seguramente va a ser hospedado en las mejores, por no decir lujosas (va a ver usted que sí), condiciones a su llegada a México.

¿Y al resto de nuestros hermanos migrantes qué les ofrecemos?

A los migrantes pobres les damos el lomo del tren conocido como “La Bestia” y si acaso tienen suerte, un albergue, porque si no… Lo que alcanzan es la ley del garrote dictada desde la Casa Blanca por el hombre de la peluca, alias Señor Trump.

Pero que quede claro: darle asilo a Evo, no es de ninguna manera romper con la Doctrina Estrada ni con la libre determinación de los pueblos, tan pregonada por los mexicanos por casi cien años.

Pero insisto: lo justo sería tratar, si no con trapos calientes, un poco mejor a nuestros otros hermanos centroamericanos y sudamericanos… Como si todos fueran Evos.

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