Ante las pocas expectativas que se tenían antes del debate del domingo anterior sobre el candidato priísta Enrique Peña Nieto, es obvio que el mexiquense sorprendió a más de uno al regresar cada uno de los golpes que le atizaron por igual la panista Josefina Vázquez Mota y el perredista Andrés Manuel López Obrador.

En lenguaje coloquial, AMLO y la Vázquez Mota le echaron montón a Peña Nieto, algo que ha de resultar inconcebible para quienes aún sostienen que el PAN le robó el triunfo al tabasqueño en el 2006; pero nadie esperaba que el del PRI fuera a revirarle de manera puntual a sus adversarios en la arena política. No es un hábil polemista ni mucho menos; sin embargo, para los que lo subestimaban, ni duda cabe que el de Atlacomulco salió respondón.

(Cuando Peña Nieto le hizo notar a AMLO que los que han hecho alianzas políticas han sido el PAN y el PRD, parece que fue la señal para que el tabasqueño cambiara el juego y le dirigiera al candidato del PRI todas las armas de destrucción masiva que traía en su arsenal, olvidando por completo a la panista que, para mi gusto, es un peligro mayor que el que pueda representar el ex gobernador del Estado de México).

La otra novedad fue Gabriel Quadri de la Torre: se presentó como un candidato ciudadano y, al no tener nada por perder y sí mucho por ganar, se tiró a fondo con propuestas viables. Lástima que representa los intereses de Elba Esther Gordillo, la impresentable dueña del SNTE que quiere asegurar su cacicazgo un sexenio más. Como quiera que sea, el abanderado del Panal se vendió muy bien; tanto así, que ya logró el registro del partido por otros tres años más (en la edición de este lunes de El Universal lo colocan con 9.5 puntos).

Del candidato tricolor hay mucho por señalar, insisto, porque tuvo la virtud de saber capotear el vendaval en un mar de aguas peligrosas. Por supuesto, los golpes de AMLO fueron duros y directos, pero en ningún momento logró despeinarlo, como era su objetivo. Y todo hubiera estado bien en la estrategia del tabasqueño, de no ser porque parecía que se había puesto de acuerdo con la panista para armarle una celada a Peña Nieto.

Ese no es el estilo de AMLO. Por regla general, el tabasqueño siempre va a lo suyo en los debates: al golpe y el descontón. Ya lo ha hecho antes con Diego Fernández de Cevallos y con Felipe Calderón, al que apabulló al final del único debate al que se presentó en 2006. Esta vez fue lo mismo, pero extraña que haya tenido que evitar la confrontación con la panista Vázquez Mota y, por el contrario, hiciera  causa común con ella para lanzarse contra el mexiquense.

Resulta muy arriesgado dar como ganador del debate a alguno de los cuatro candidatos, aunque este lunes varias publicaciones se apresuraron a dar sus resultados. Así, para un periódico de derecha como lo es Reforma, la ganadora fue Vázquez Mota; no obstante, resulta significativo que Excélsior y El Universal  le dieran el triunfo a Peña Nieto, siempre de acuerdo a sondeos realizados al final del debate.

Como dice Federico Arreola, es mejor esperar dentro de una semana los resultados de Covarrubias y Asociados, pues ahí se reflejará mejor el impacto que haya causado el debate, si bien la percepción es que no variarán mucho de lo que hay actualmente; si acaso, un punto más para Peña Nieto, uno más para AMLO y varios para Gabriel Quadri (especialmente de los indecisos),  que evidentemente habrá sido el mejor beneficiado en este primer encuentro.

Deliberadamente dejé al final a Vázquez Mota, dado que ella sí fue la gran perdedora del debate, por mucho que se haya declarado “triunfadora” del mismo (nada nuevo por agregar a este respecto: lo mismo dijo Felipe Calderón en el debate del 2006, cuando quedó claro que AMLO se lo llevó a un rincón para propinarle una paliza memorable) en un vano intento de tratar de engañar al respetable.

A Vázquez Mota le vi durante todo el debate con el rostro de una mujer rencorosa, vengativa, cargada de odio y como diciendo entre dientes: “Ya verán, cabrones, en cuanto llegue al poder: van a conocer mi verdadera personalidad”. La Josefina del debate no se parecía en nada a la de siempre, es decir, a esa que aparece con una sonrisa forzada --pero sonrisa al fin—, dirigiéndose a sus simpatizantes como lo hace la madre con sus hijos o la maestra con sus alumnos.

Esa mueca que quería parecer sonrisa no era algo que pueda despertar la simpatía ni al más rendido de sus admiradores. Si Vázquez Mota tiene la oportunidad de volver a ver su actuación durante el debate, estará de acuerdo en que su rostro se notaba cada vez más agrio conforme reviraba Peña Nieto las puyas que le lanzaba como dardos envenenados.

Muy lejana (en lo ideológico y en la estatura política y moral) de Dolores Ibárruri, conocida como La Pasionaria, a Vázquez Mota ni siquiera le quedaría el consuelo de parafrasear a la asturiana para decirles a los otros participantes del debate del domingo anterior (AMLO, EPN y Quadri) : “No lloren como mujeres por lo que no supieron defender como hombres”.

Porque, en efecto, a la panista no hay ni cómo ayudarla.

 

FUE UNA CONFUSION. En la columna anterior cometí un error al escribir que el escritor mexicano Carlos Fuentes renunció a una embajada en protesta por la matanza de 1968 en Tlatelolco, durante el gobierno de Díaz Ordaz. En efecto, como bien lo hace notar un lector, el que renunció por los sucesos sangrientos de ese año fue el escritor Octavio Paz.

Sin embargo, Carlos Fuentes sí renunció a una embajada cuando el gobierno de López Portillo designó primer embajador de España (tras reanudarse las relaciones con la madre patria, suspendidas durante el gobierno del “generalísimo” Francisco Franco) al ex presidente Díaz Ordaz. Después, como siempre, el autor de Aura siguió muy cercano a los gobiernos de la era del viejo PRI.

De manera, pues, que hubo una confusión porque se trataba de las renuncias de dos escritores a sendas embajadas en protesta por las acciones del mismo personaje. Y el que esté libre de errores, que lance el primer twitter.