El 99 por ciento de la población europea de la época no percibió el Renacimiento. Es lo que dijo en spiegel.de el historiador Volker Reinhardt —de la universidad de Friburgo (Suiza)— al periodista Johannes Saltzwedel.

El reportero preguntó al académico: “¿La gente era consciente en ese momento de que estaban experimentando un ‘renacimiento’?”.

El historiador respondió: Fue un fenómeno de élite percibido por una pequeña clase alta: “El 99 por ciento de los italianos y otro tanto de los alemanes no notaron nada del Renacimiento”.

En el México actual, que quiere renacer con un cambio político profundo, estamos exactamente al revés: las élites, particularmente las que se expresan en los medios, no ven el cambio; todo lo contrario ocurre con la mayoría de la gente, que está bien consciente de que vivimos un momento de trascendencia histórica simple y sencillamente porque se están construyendo las bases para una nueva sociedad, más enfocada en la ética, sin corrupción, menos desigual, con una economía más competitiva.

Las élites mexicanas no están a la altura del desafío implícito en el proyecto de cambiar a México. Leo las portadas de este viernes de El Financiero, Milenio y Reforma y parecen sus editores disfrutar difundiendo malas noticias.

A veces no veo en tales diarios periodismo crítico, sino militante. La causa que apoyan claramente es la del fracaso del gobierno de López Obrador.

Milenio anuncia el desabasto de medicamentos, que la verdad de las cosas no tiene por qué darse; El Financiero se ve feliz anunciando otro recorte, uno más, a los pronósticos de crecimiento de la economía mexicana; Reforma vuelve a la falsedad de dar a entender que nada ha cambiado porque hay licitaciones y contratos a modo, tanto para la compra de útiles escolares como en las obras del actual aeropuerto. 

Así es a diario en notas, columnas, programas de radio, de TV, etcétera. La élite con acceso a los medios de comunicación insiste en que todo está mal en el gobierno de López Obrador.

Pero el pueblo opina lo contrario, algo que demuestran las encuestas de popularidad del presidente de México.

El México nuevo que se está construyendo no lo ven —o no quieren verlo—los de arriba. Los de abajo lo perciben y lo apoyan. Exactamente lo opuesto a lo que ocurrió en Europa durante el Renacimiento.

Sigo pensando que tiene sentido lo que hace Andrés Manuel. Hay comportamientos suyos por corregir, como el de las consultas en la calle para evaluar obras públicas. Pero en general hay avance, sobre todo en el terreno de la moral de los funcionarios públicos.

Nada se ha perdido y es ya mucho lo que ha mejorado.