En el 2012, dentro del marco de la campaña por la presidencia, la propuesta de la Gendarmería Nacional fue de las estelares, se hablaba que llegaría a conformarse por más de 40 mil efectivos, con la finalidad de ir retirando al ejército de las calles. Bien, ante el rotundo fracaso de tal fuerza del orden, que hoy está reducida a un simple, muy poco numeroso y nada eficaz apéndice de la Policía Federal, con la diferencia en que sus uniformes son mucho más vistosos; una fuerza del orden que parece estar diseñada ex profeso para adornar desfiles, como los del 16 de Septiembre o 20 de Noviembre, pero hasta ahí. Ese fue su triste ocaso.

  La Guardia Nacional responde al diagnóstico, ya perfectamente y con todos los elementos a la mano que el nuevo Gobierno tiene en sus manos, y no es parte de una estrategia meramente inercial, como, a grandes rasgos, la que siguió Peña Nieto de su antecesor, Calderón. Va dentro de una estrategia integral que no descuida ninguna de las causas del fenómeno de la más grave crisis de violencia vivida en México en toda su Historia, y que tiene su origen (su exponencial crecimiento) en la desastrosa guerra contra el narcotráfico emprendida en el calderonato, exenta por completo del más mínimo diagnóstico, y por ende de estrategia seria.

   Críticas no faltan, por los que se dicen oposición en el Congreso, a la estrategia por la pacificación del país, entre otras cosas, dicen estar escandalizados por la ampliación de delitos que ameritarán presión preventiva oficiosa, no sé si estén al tanto que una de las razones del incremento de las ejecuciones en la pasada administración fue que se eliminó de dicha lista de ilícitos causales de dicha medida la portación de armas de uso exclusivo del ejército, haciendo esto que quedaran libres no pocos miembros de la delincuencia organizada que ya se encontraban presos y procesados por dicha falta; mientras se va mejorando el nuevo sistema de justicia penal acusatorio, no hay más que echar mano de ese tipo de medidas paliativas, o si se quiere, ´parches´.

Hay que ver las cosas con realismo, no con romanticismos que conducen a la ineptitud y a llegar a extremos de manejar conceptos tan serios como el de "Estado fallido"; en el caso del narcotráfico, es un problema que no se puede enfrentar con toda la fuerza del Estado, el problema ha estribado en la pulverización de estos grandes carteles y la diversificación de sus actividades, llegando a lo que casi nunca hicieron durante décadas: afectar al Ciudadano mexicano de a pie. El fenómeno del trasiego y exportación de drogas es algo que, no hay más opción viable, debe administrarse, y para esto se requiere de un oficio político demasiado fino, y también de integridad por parte del servidor público en todos niveles. La línea entre administrar el problema sin dejar de lado la facultad exclusiva que tiene, por su naturaleza el Estado de castigar a estos grupos cuando así sea imperativo, si bien es delgada, pero bastante clara. 

   Un cuerpo híbrido, con mandos militares y civiles, bien planificado, como la recién aprobada por Cámara de Diputados, Guardia Nacional, es la única vía para que el Estado opere su faceta de utilizar su monopolio del uso de la fuerza, cualquier otra propuesta no es más ya que una quimera, mezclada con el juego de los aislados partidos de la pequeña oposición en su desesperación por hacer ruido y tratar de parecer que participan en las decisiones torales de este país. Hay que aprovechar el momento de correlación de fuerzas que vive México, no muy lejano a los del otrora partido hegemónico de Estado, ya que este concepto no debe asustar a nadie, máxime cuando vemos los bajísimos índices de homicidios en países como Cuba (sin cifras exactas, pero sí muy bajas), o China (con 0.7 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes).

Ante la situación de virtual emergencia nacional que el Gobierno lopezobradorista recibe el país, no existe la posibilidad en caer en lo que yo llamo "la paradoja Tlatlaya", que consiste básicamente en exigir del Estado Seguridad pública al tiempo de una total pulcritud en temas de Derechos Humanos. México tuvo en 2017 más de 24 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes en promedio, eso sin contar la cifra negra y difusa de los desaparecidos (que la inmensa mayoría fueron asesinados); lejos, a años luz de distancia nos encontramos de las cifras criminales de antes del fatídico 2006, y ni qué decir del lugar ya común de casi todos los parámetros alcanzables por un país, que es Dinamarca (casi ya como un lugar común) que es de 1.3 homicidios.

   Por último, no hay que olvidar que la estrategia de la nueva administración tiene como meta, gradualmente y en la medida de lo posible, ir regresando a los militares a sus cuarteles.