Cuando comenté con una persona el título de mi artículo, me dijo que las féminas a las que estaba dirigido podrían considerarme un columnista misógino. Le dije que bien saben seguidoras y amigas que me leen y que hemos estado por años en la lucha social, especialmente defendiendo derechos, libertades y equidad de género, que no he sido misógino en el pasado y no lo seré a partir de hoy, sólo por mi crítica al comportamiento bandolero y grotesco que mostraron un grupo de mujeres el día 16 de agosto enfrente de las oficinas centrales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, en el Monumento a la Independencia y en las calles aledañas.

Mi encabronamiento con estas vándalas, está ligado a los señalamientos que he hecho y sigo haciendo a las autoridades de la ciudad de México por la falta de capacidad que hasta ahora han mostrado para atender estos crecientes problemas de violencia no solo contra las mujeres sino contra los más variados sectores de la población. Sin embargo, me arriesgo a sostener que estos actos vandálicos de las mujeres son actos en los que está metida la mano de aquellos grupos y personas que están empeñados en hacer fracasar el proyecto de gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Solo los ingenuos y los medios destetados por el actual gobierno mantienen la tesis de que este tipo de protestas se debe a que no han sido resueltos asuntos importantes como la presunta violación a una joven por cuatro policías en la alcaldía de Azcapotzalco. Sea cierta la versión o no de esta mujer -muchos ponemos en duda su verdad- las contradicciones que se muestran entre lo que ella dice y los videos que se han publicado son evidentes. A partir de estos hechos los peritos y la autoridad estuvieron en condiciones de resolver el problema. Presentar a los policías que ese día, a esa hora y en ese lugar, estaban desempeñando sus tareas para que estos fueran identificados por la víctima podía conducir a la solución. Si la muchacha no lo hizo, si no hubo denuncia, si no se presentó para que los médicos la examinaran, entonces lo que hizo fue mentir a la autoridad y a sus padres para justificar la hora y las condiciones en que apareció en su casa.

Con estos pasos elementales por parte de los peritos y de la autoridad, se hubieran resuelto estas contradictorias versiones. En lugar de eso, las conferencias de prensa de la Jefa de Gobierno, de la procuradora y de sus voceros se enredaron más las cosas y hasta se deja entrever que están protegiendo a los policías acusados de violación. Todos estos hechos han llevado a que un sector de muchachitas vándalas, drogadas muchas de ellas, manipuladas las más por personas, grupos y partidos estén aprovechándose de las libertades ciudadanas que expresa y prácticamente se ejercen en todo el país.

En Hidalgo, en Puebla, en Guanajuato, en el Estado de México, en Guerrero y ahora en la ciudad capital, sectores ligados al conservadurismo, al huachicoleo y a la narcopolítica, han montado provocaciones que por fortuna no han pasado a mayores. Pero no le calienten tanto los tompiates al tigre. Todo tiene un límite, un día la guardia nacional, el ejército o la policía federal van a responder a las agresiones y entonces, alguien va a tener que pagar las consecuencias de esta tragedia. Las protestas de las mujeres en la CDMX el día 16 de agosto llegaron a un punto que no puede ignorarse y menos dejarse en la impunidad. Los ciudadanos exigimos que la justicia sea pareja, tanto para quienes han sido víctimas del maltrato, de los feminicidios, de la violencia social, como para los que pagamos impuestos para que el mobiliario urbano, los servicios, monumentos y edificios públicos no sean víctimas de la ira de muchachitas enloquecidas y vacías de sentido cultural.

Igualmente exigimos que no haya impunidad para ninguno de aquellos que apedrearon a personas que resguardaban edificios públicos, que cuidaban monumentos. Que se castigue a los que golpearon a adultos mayores, a los que lanzaron gas y diamantina a diestra y siniestra, a los que golpearon a periodistas, a quienes rompieron vidrios en las estaciones del metro, a los que pintarrajearon edificios y metro buses, a los que dejaron el monumento de la Independencia como un cochinero. ¡Hay fotos y hay videos! Exigimos, también, que las protestas de cualquier sector, justas o no, se sigan garantizando por parte de la autoridad. Que el derecho a la manifestación pública y a la libre expresión de las ideas, sigan siendo ejercidas en las plazas públicas, en las calles o en cualquier lugar y circunstancia. Lo que no debe permitirse más es la impunidad y el vandalismo, así sean ejercidos por jovencitas y malandrines que les sobra odio y les falta cerebro para entender lo que estamos cambiando en el país.