La casa real británica ha demandado civil y penalmente a una revista francesa que se atrevió a publicar unas fotos “topless” de Kate de Cambridge, futura reina de Inglaterra.
Nadie obligó a la princesa (o duquesa, o lo que sea) a mostrar las tetas, lo que hizo, como ha dicho una publicación danesa, “en forma voluntaria hacia la vía pública”.
Pero su marido, Guillermo de Inglaterra, y la cúpula de la burocracia monárquica que los mantiene a él y a Kate, han decidido recurrir a abogados influyentes para combatir a una revista de Francia, con lo que esperan mandar al mundo el mensaje de que con las chiches de la Middleton nadie debe meterse.
Y ni ganas, o no tantas, dan de hacerlo Digo, se ve bastante enflaquecida la susodicha.
El respeto a la libre expresión no es algo que, por lo visto, caracteriza a las nuevas generaciones de la realeza británica.
Más peligroso, pero tan lamentable como la actitud poco respetuosa de la libre expresión de Guillermo y Kate, es lo que está pasando a raíz de la decisión de un semanario francés, Charlie Hebdo, de publicar caricaturas de Mahoma.
Los editores de Charlie Hebdo tendrán problemas con los fanáticos seguidores de Mahoma, que no se andan con pequeñeces cuando piensan que se ha ofendido al profeta.
Alguien que sufrió, y en serio, la persecución de los fanáticos es Salman Rushdie, quien cometió el pecado de escribir una novela en la que no denigraba a ninguna religión.
¿Ridiculizaron a Mahoma en Charlie Hebdo? No me parece, o al menos no tanto. Se le presenta simplemente llorando por haber “participado” en una mala película, supongo que la que sirvió de pretexto a no pocos radicales para atacar embajadas de Estados Unidos en oriente medio.
Ya el semanario Charlie Hebdo ha sido demandado legalmente y su página web atacada. Y el gobierno de Francia, anticipando agresiones, ha decidido cerrar sus embajadas, consulados y colegios en algunos países.
En México no conocemos tales niveles de fanatismo, o todavía no. Pero nuestros extremistas criollos cada día se exhiben más coléricos.
En varias ocasiones, porque se les ha pegado la gana a los exaltados, han sido atacados los sitios web de partidos políticos, organizaciones y gobiernos que, se supone, defienden la injusticia y la maldad.
Y, entre nosotros, basta con expresar una opinión que se interprete como contraria a cualquier movimiento social o político que los apasionados defensores de la pureza consideren intachable, para recibir ataques.
Ayer, en la noche, publiqué una columna basada en la más reciente encuesta postelectoral de Covarrubias y Asociados, en la que el 61% de los entrevistados dijo no estar de acuerdo con que Andrés Manuel López Obrador haga su propio partido.
Unos minutos después de haberla publicado, los defensores de las figuras sagradas de la izquierda empezaron a decir, con palabras ofensivas, que sigo terco en mi campaña para desprestigiar a MORENA y a AMLO.
De tales expresiones, que no corresponden a la verdad (solo repetí el resultado de una encuesta telefónica), a la agresión no hay mucho trecho.