¡PRD y PRI juntos! Sí, esa oración quizá sea difícil de digerir. Quizá en 1989 hubiera representado algo enigmático, humillante, decepcionante. Hoy es una realidad atípica si así queremos llamarle. Un nuevo amasiato ha nacido.

La metamorfosis, o más bien el pragmatismo y la lucha por la sobrevivencia política, ha puesto en el escenario a dos partidos que, durante décadas, fueron antagónicos, incluso su relación fue beligerante debido a los atropellos y la ignominia que vivieron miles de simpatizantes de la Corriente Democrática de aquella fase histórica de los 80.

Las causas, seguramente, subyacen principalmente en el momento que el autoritarismo peyorativo de aquella maquinaria omnipotente del PRI demostró una serie de episodios no solo fraudulentos, sino vergonzosos dentro de un carácter represor. Quizá hubiera sido inusitado, ilógico, anormal, incluso un estupor haber pensado que, en algún lapso, llegarían a ser aliados en un proceso democrático priistas y perredistas. A estas alturas esas incongruencias no sorprenden, ya que en la etapa de Enrique Peña Nieto el PRD mostró signos de servilismo que suscitó en la consumación del Pacto por México.

Dado que la desgracia doctrinaria había claudicado, el perredismo se encarriló a romper de tajo el carácter sociopolítico que construyó un grupo de políticos que hoy, por supuesto, no forman parte del periodo que desencadenó la debacle. Entre ellos, el propio Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Porfirio Muños Ledo e Ifigenia Martínez. Todos ellos referentes históricos de un verdadero Partido de la Revolución Democrática. Esa propuesta ideológica formó una sólida oposición que se multiplicó a distintos estados de la República, en los que nacieron muchos liderazgos que hoy integran la 4T.

A pesar de que la batalla durante décadas fue intensa, llegó el momento más desgastante; puede ser, de hecho, un cataclismo que arrojará un costo político muy alto. Esa premisa se originó en uno de los principales epicentros de la lucha por la democracia y la legalidad: Michoacán. Ese suceso anecdotario fue testigo también de un encuentro que selló la unión institucional, o más bien la consolidación de un bloque que pretende aferrarse a ser despojados del último peldaño; esa crónica se narró o se interpretó hace unos días cuando las dirigencias estatales del PRI y PRD mostraron el sello de una relación que resultaba inminente.

Eso vendrá a romper por completo el poco crédito que poseía el PRD ante la militancia. Y lo digo con esa concepción, porque hace un par de días un estudio de opinión pública mostró que el sol azteca posee una intención del voto de tan solo 5%, a comparación de Morena el trecho es monumental, con cerca de 29 puntos.

El hecho es que prácticamente lo único que movió al perredismo a realizar esta alianza es lo que propició aquella ruptura con Andrés Manuel López Obrador. Para asediarlo, la oposición llegó al límite en su declaración de principios: el pragmatismo. Asimismo, la ansiedad que modificó esa conducta es una propuesta simplista, sin pies ni cabeza, sin un proyecto atractivo ni motivación. Fiel a ese estilo se aventuran al fracaso. Su única estrategia es ahora unir todas las estructuras a fin de tratar de ser competitivos.

Sin embargo, al no estar a la altura del enorme desafío para ganarle a Morena, la alianza tiene un elevado pronóstico de derrota. En ello se asomó el fracaso que no rindió frutos cuando Ricardo Anaya decidió desmantelar medio PAN, arrodillar al PRD y someter a un Movimiento Ciudadano que solo buscó espacios.

Hoy por hoy, la retórica se alimenta de una narrativa donde a toda costa quieren denostar al presidente Andrés Manuel López Obrador. No obstante, políticamente continúan en decadencia gradual. Morena ganará no solo Michoacán, también conquistará, de acuerdo con los estudios de opinión y al pulso de la sociedad, más de 13 estados. Los resultados de la elección de 2018 anuncian un hecho semejante, con un rápido crecimiento del Movimiento Regeneración Nacional y un contrapeso tripartidista en el que se ha pronosticado una derrota inexorable.

No cuajó el Frente por México, menos una desgracia indignante entre PRD, PRI y PAN. Estos partidos solo capitalizarán el descontento, salvo que los verdaderos cuadros estén de acuerdo con promover una relación con el priismo. El rechazo aumentará. Sobre todo en el universo electoral que junte a dos instituciones que por décadas fueron antagónicos por naturaleza.

Sería muy interesante escuchar el punto de vista de Cuauhtémoc Cárdenas. Seguramente se estará lamentando por este hecho tan bochornoso.