Habrá muchas y mejores crónicas de cinéfilos y escritores sobre “Roma” de Alfonso Cuarón pero me quedo con la siguiente imagen: Tocado por sus propias fibras íntimas de su historia personal, el cineasta mexicano nos ofrece, con su ojo inigualable, algo más que un retrato fiel de la clase media mexicana: 

Recorriendo las imágenes -soberbias- del México de principios de los 70´s, Cuarón nos regala una loa de las decenas de millones de clase medieros mexicanos, y nos advierte – también- de los riesgos que enfrentan éstos por los sacudimientos políticos.

Y es que la clase media no es cool, no es mediática, no atrapa a quienes escriben. Es el eslabón perdido de la historiografía mexicana, no sólo en el cine, sino en las crónicas de la TV, literarias con contadas excepciones, y periodísticas.

Seduce lo marginal o superfluo, el pobre o el rico, pero no quien habita la medianía, presa del “efecto sándwich”.

Hay en efecto un vacío en el relato clase mediero, de quienes se desvelan por pagar el auto y la tarjeta de crédito, por vacacionar en el país, casi nunca en el extranjero, cubrir las colegiaturas de sus hijos y legar una herencia que permita -por lo menos- mantener para sus cercanos la misma condición social que les tocó vivir. 

Y sueñan, siempre sueñan, con que uno de los suyos llegará más lejos en la escala social, como Cuarón, quien creció en una atmósfera así, que le dejó experiencias imborrables que ahora recrea con maestría en el cine del país que ama y le duele, y logró colarse al jet set de Hollywood, honrando a su nación con su talento -doble mérito-. Orgullo de México.

La filmoteca triple AAA del país refleja este vacío documental de la crónica clase mediera, con algunas excepciones quizá en cintas como las de Fernando Soler y Marga López.

Hay dos ejemplos destacados de los pobres como argumento central en el cine mexicano.

“Nosotros los Pobres” (1948) de Ismael Rodríguez, fue pródigo en la taquilla y emocionó a millones de mexicanos que la vimos, ¿cuántas veces? ¿Cinco? y lloramos con ella, conmovidos con la tragedia de Pepe el Toro, y un final feliz -y taquillero- donde quienes tienen poco alcanzan la felicidad que no logran los ricos. 

Por supuesto es una loa a los pobres. No importa que se trate de una fantasía, una visión maniquea donde – repito- los buenos son los pobres y los malos los ricos, ignorando que más allá del lastimoso abismo económico entre unos y otros, injusto, sí, el creador o la genética surten por igual de maldad y bondad a tirios y troyanos al margen de su condición social.

Es más fiel el retrato de Luis Buñuel en “Los Olvidados” (1950), donde en la atmósfera de la marginalidad, de la miseria, el cineasta retrata la condición humana cruda, brutal, de la maldad entre los pobres, donde aparece también gente buena e inocente.

Pero tanto Buñuel como Ismael Rodríguez estampan su arte cinéfilo en los que menos tienen.

Cuarón hace justicia al segmento social de la medianía: ofrece una fotografía magistral de su vida cotidiana y de la odisea de sobrevivir teniendo no poco pero tampoco mucho. Su retrato de la clase media es más auténtico que la fotografía de los pobres de Ismael Rodríguez y más cercano al realismo crudo de Buñuel.

“Roma” es una sociología de la clase media.

Habrá quienes digan que la familiaridad del personaje principal, la trabajadora doméstica Cleo, en el seno de una familia clase mediera es mítica e irreal. Puede ser un argumento de venta del filme. Pero sin embargo, son bastante reales – y de actualidad- los tropiezos de la sirvienta y su patrona, que describe Krauze en su comentario en El País. Ambas, dice, remitiéndose al estudioso del tema, Octavio Paz, fueron mandadas “a la chingada”, por sus parejas. “Son la víctima inerme del macho atrabiliario, la hollada, la hendida, la vencida, la vejada, la abandonada, la desamparada”.

Sin quererlo, “Roma” desprende, también, un mensaje político, de coyuntura, de los días que estamos viviendo.

Al ver la cinta no puedo dejar de pensar, como testigo de esa especie de convulsión que se ha vuelto la 4t de AMLO, de cómo en la conciencia colectiva clase mediera empieza a filtrarse el temor de ser lastimados por los yerros en la economía y la estabilidad. Se siente en las redes sociales. Se comenta en la intimidad de las familias. En los cafés. Permea en los barrios clase medieros de México. Se han prendido focos ámbar, que pueden tornarse rojos.

Y es que la clase media fue tomada por sorpresa por López Obrador. El candidato de Morena los atrapó en sus redes. Con un discurso que dio en el blanco. Les dijo lo que querían escuchar: la condena a las pandemias, legado de los últimos gobiernos, del PAN y del PRI, de corrupción e impunidad, inseguridad, bajo crecimiento y rampante desigualdad.

Como medio México, la clase medieros estaban resentidos. Antes creyeron en Fox, y les falló.  Confiaron en Calderón, y éste desató un baño de sangre. Profesaron al principio adhesión a Peña, y éste, sí, mantuvo estable la economía, pero escaló la corrupción a niveles inéditos, y no pudo contener el desgarramiento del tejido social producto de la inseguridad.

Ahora confiaron en AMLO.

Pero, se preguntan, ¿les fallará también?

En las calles y barrios de la ciudad de México, en la Roma de Cuarón, la Benito Juárez, La Condesa, la Narvarte o la Portales, o en las colonias clasemedieras de Monterrey, Querétaro, León, Pachuca, Mérida o Toluca, empieza a filtrarse la reserva y desconfianza ante la sacudida política del movimiento en ascenso representado por la 4t, que está sentando sus reales con una concentración de poder sin precedente en el último medios siglo.

Muchos en estas barriadas no entienden la cancelación de Texcoco. Seguir invirtiendo por algo que no se va a construir. El discurso, maniqueo, de división. La incitación al odio entre pobres y ricos, chairos y fifís, Corte y Ejecutivo, inversionistas y gobiernos. Un tren construido sin evaluación de proyectos. El desprecio por los entes autónomos. Y el uso, cuasi omnímodo, del poder presidencial para tejer trajes legislativos a la medida en el Congreso.

Alguna clase medieros se pusieron la camiseta de fifís, que dieron en el blanco con los dardos verbales de AMLO. Su discurso de división. Y algunos replicaron, como una señora que posteó en su Facebook, que no son fifís, que nunca viajan a Europa, que no les alcanza para eso y que sudan cotidianamente por mantener un nivel de vida mediano.

Más sabe el diablo…..

La clase media ya ha pasado por este drama.

Lo vivieron en 1976 con Echeverría. Lo resintieron en 1983, con López Portillo, el peor presidente de México en la historia moderna.

Lo resintieron en 1995, con el error de diciembre, que catapultó a Salinas como el villano favorito, llevándose Zedillo una cuota de culpa. La crisis hizo polvo a los pobres. Los arrastró más aún a la marginalidad. También se lastimaron las fortunas de los millonarios (que han crecido bien y bastante en el México contemporáneo), aunque recibieron como regalo el Fobaproa. Pero, sobre todo, sacudió brutalmente a la clase media. Pulverizó sus ahorros. Perdieron sus las casas, los autos y no pocos fueron arrastrados hacia abajo en la escala social: se convirtieron en pobres.

Al ver a “Roma”, con las soberbias imágenes del estilo de vida clase mediero de los 70´s atisban estos riesgos, quizá más vigentes hoy que antes.

En el México de nuestros días, de estos momentos, se perciben las angustias, las amenazas a los afanes y luchas de este segmento social, semillero de empleo, habilidades profesionales, y talento gerencial.  

Cierto, prefieren quedarse en casa a ver el futbol que a ir a votar (salvo en catarsis, como en el 2000 con Fox, y ahora con AMLO) en lugar de - por ejemplo- peregrinar a la virgen de Guadalupe.

Pero tienen un enorme atributo. Sus miembros, que se cuentan por decenas de millones, y alcanzan en ciudades como Monterrey más del 50 por ciento de la población, son el ancla del consumo. Del crédito. Un termómetro de la gestión política y un impresionante motor de la economía. Generan riqueza, no la consumen, en tres palabras el punto flaco de la 4t.

Sí, primero son los pobres, como reza el dogma de la 4t. Pero Cuarón parece decirnos que además de los marginados, que padecen rezagos ancestrales de justicia social, hay que honrar a la clase media en interés de todos.

Así es. Tal es el mérito de “Roma”. 

Honor a quien honor merece.