Es cierto que no se puede exigir lo imposible, pero sí la congruencia.

Al inicio de la fase crítica de la pandemia del Covid-19, cuando se entraba a la etapa de reclusión el 23 de marzo pasado –la “jornada nacional de sana distancia”-, el gobierno federal al mando del presidente López Obrador pidió a la población quedarse en casa; solicitó a las empresas no despedir a sus empleados y pagarles su salario; sugirió a los bancos postergar los cobros; a los más jóvenes, cuidar de los ancianos.

La autoridad sanitaria dijo que la cresta de la curva epidémica se alcanzaría aproximadamente el 19 de abril; después fue posponiendo las fechas y todavía hoy no se ve claro el horizonte aunque estén anunciando su “nueva normalidad” con el mapa nacional teñido de rojo. Un error evidente de cálculo del equipo de “médicos, científicos, matemáticos, expertos y especialistas”, de acuerdo al análisis de científicos miembros de El Colegio Nacional tal cual expuse aquí recientemente. 

Se esté o no de acuerdo con un gobierno, es importante observar sus políticas en momentos críticos, como este del Covid-19. En mi caso, de acuerdo, observé las reglas hasta el día de ayer en que la Comisión Federal de Electricidad decidió, en el momento álgido de la pandemia, cortarme el servicio de energía eléctrica por no haber pagado el recibo correspondiente al bimestre enero-marzo del 2020.

El recibo llegó a fin de marzo o principios de abril -cuando estábamos ya en confinamiento por solicitud expresa del gobierno, del presidente y de la autoridad sanitaria- y reza: “Fecha, hora y lugar de impresión: 27 MAR 20 01:21:54 hrs...”; $189.00 a ser pagados como máximo el 12 de abril.

Por estar en cuarentena desde el 23; porque nunca me habían cortado el servicio en el pasado aunque por viajes se me acumularan 2 o 3 bimestres de adeudo; por creer en López Gatell diciendo que el 19 de abril se llegaría a la cresta de la curva y se terminaría con la jornada nacional; como buen ciudadano pensé, “bien, lo pago pasando la crisis”. Es decir, en la última semana de abril.

Pero ya lo sabemos, aunque reconozcamos cuánto y bueno se ha hecho sobre la capacidad hospitalaria, los pronósticos han fallado. El vocero del sector salud había pronosticado entre 6 y 8 mil muertos en total; ya van 9044 y aún no se otea el descenso desde esa esperada cresta a la cual ni siquiera se ha llegado.

Por esto me sorprendió e indignó el corte del servicio ayer 28-05-20 como a las 17:30 hrs. Pensé en una interrupción generalizada de la energía en el edificio donde vivo. No; tardé en darme cuenta. Me quedé sin trabajar en línea, sin llamadas y pensando en los alimentos congelados. También pensé, “con toda seguridad no soy el único; ¿y los ancianos que viven solos, los enfermos, los que perdieron el empleo y no tienen para pagar?, ¡qué poca… congruencia!”.

(Un día después leería la nota de que un hombre acaso infectado de Covid-19 rompió la cuarentena y se había tendido frente a una entrada de Palacio Nacional en protesta por el corte de luz sufrido desde abril pasado; la nota que acompaña explica: “La fase 3 de la pandemia por coronavirus en México obligó a la Comisión Federal de Electricidad… cortar el servicio a 543,128 usuarios debido a que no pudieron pagar su factura entre abril y el 12 de mayo. Cabe señalar que el director de la CFE, Manuel Bartlett advirtió que no habría aplazamientos ni condonaciones para las facturas de los hogares mexicanos durante la emergencia por la COVID-19, pues tenían que pagar a 90.000 trabajadores”; La República, 28-05-20). Pues sí, qué poca…

Me sugirieron llamar al 071 que indica el recibo; lo hice desde el teléfono de casa (por cierto, incluso Carlos Slim agregó 10 días más para hacer el pago después del vencimiento). Esperé más de una hora por un agente disponible. Nada que hacer. No se podía pagar por teléfono con mi tarjeta. Cuestión que tampoco he podido hacer en línea, aunque he intentado repetidamente desde hace tiempo, porque el sistema no lo permite. “Va a tener que ir a pagar a un cajero u oficina de la CFE”, dijo el agente (ninguna cercana por mis rumbos).

Hice una consideración al empleado de la CFE argumentando todo lo descrito aquí y preguntando finalmente cómo era posible que en esta época crítica cortaran el servicio, que no hubieran implementado algún sistema de pago emergente o cuando menos postergado el vencimiento hasta el fin de la malhadada “jornada nacional de sana distancia”. Amable, contestó, “lo entiendo, pero no es posible hacer nada”; añadió que la CFE (es decir, Bartlett Díaz) había solicitado autorización de un plan pero había sido rechazada, que era “orden de arriba”. ¿De dónde?, inquirí, “de la Secretaría de Economía”.

Naturalmente no pensé tanto en la secretaria Márquez Colín como en su jefe, el presidente, como responsable de este absurdo. Comprendí a los empresarios que se les ha negado un apoyo mínimo. Y estoy de acuerdo con el presidente, no al “rescate”, no a la condonación de impuestos, pero, ¿por qué no una prórroga de 3 a 5 meses en su pago?

La inflexibilidad no siempre es correcta, como en este caso, por encontrarse el país y el mundo en un tiempo crítico. No se trata de no pagar, sólo de un mínimo de coherencia, congruencia y consecuencia con el discurso presente (algo de humanismo; “de amor al prójimo”). No se trata nada más de pedir, “todo para acá, nada para allá”. Es lo mínimo que se puede exigir, coherencia en el gobierno.

Hay una imagen que no contribuye, la de la secretaria del Trabajo, Alcalde Luján, comprando alcohol en un supermercado violando la obligatoriedad de la mascarilla. Esto es incoherencia total y por vez primera estaré de acuerdo con ese obstinado crítico del gobierno que es Gómez Leyva. La mujer que enjuicia y exhibe en la Conferencia Matutina a las empresas que cumplen o no con las medidas sanitarias, violándolas. Vaya, esto sí es incongruencia. Quizá más, desdén, desprecio, insulto a la sociedad; el crimen de Susana Distancia.