Disciplina profesional y sensibilidad de poeta se conjugan en Margarita Ríos-Farjat. Una párrafo define su actitud ante el reto del Servicio de Administración Tributaria, frases recordadas por Federico Arreola en un artículo: “En finanzas públicas esto no deja de ser una regla, que se fue insertando poco a poco en la doctrina fiscal: cuando la sociedad cree que sus impuestos son mal gastados, o que mucha gente los evade impunemente, considera irracional pagarlos y entonces cuesta más caro cobrarlos. Es decir, el buen ejemplo sí importa”.

En su conferencia de hoy, Andrés Manuel López Obrador sugirió que no habrá un perdón fiscal, una amnistía al contribuyente, pero sí enfatizó que tampoco habrá cacería, las auditorías se harán por sorteo y quien haya engañado, se le estará fiscalizando cada año. A los contribuyentes que cumplan y sus finanzas coincidan con la auditoría, tendrán un premio de felicitación de buen ciudadano de puño y firma del presidente.

Andrés Manuel se expresó así de Ríos-Farjat: “Margarita es abogada muy prestigiada, honesta, es de Nuevo León y siempre fue considerada para este cargo”. Como recordaba en una columna anterior, López Obrador expresó que el SAT sería dirigido por una regia, cumplió. ¿Cómo conoció el presidente a Margarita? No lo sé. Probablemente a través de Beatriz Gutiérrez Müller, también poeta.

Mucho se especuló desde el Congreso que el cargo estaba confeccionado para Rosalinda López Hernández, inclusive se lo filtraron a Pancho Garfias. En un artículo aclaré que esa función ya estaba platicada desde hace meses con Margarita quien, prudente como es, no quiso que se hablara públicamente del tema. Eso sí, me aclaró, con todas sus letras, que no era una recomendada (ni de Poncho Romo ni de nadie). Le creo.

Y sigo creyendo lo que publiqué hace meses, el cuatro de septiembre, en mi artículo “No impuestos, contribución. La diferencia la marcará Ríos-Farjat”. En el artículo recordé las palabras de Andrés Manuel en Monterrey: 

“Ya no hablar de impuestos, hablar de contribución y que todos cumplamos con nuestra responsabilidades. ¿A qué grado quiero plantear esto en su momento? Que cada ciudadano mexicano tengamos que hacer una manifestación anual. Y decir: ‘En uso de mis facultades, bajo protesta de decir verdad, doy a conocer que tuve ingresos por una determinada cantidad y de acuerdo con una fórmula sencilla me corresponde contribuir con tanto’.”

Por eso sostengo también que habrá que cambiarle el nombre al SAT, no se trata de tributo ni tributación, se trata de contribución. En otro artículo, señalé: “¿Queremos transformación? Transformemos. 

Que se acabe la corrupción en la hacienda pública. Que se acabe el trato privilegiado para los grandes empresarios. Que exista transparencia y rendición de cuentas. Que la justicia social pase por la justicia fiscal. En la regeneración del lenguaje, ya no se tratar de imponer, de obligar, de tributar, al contrario, se trata de contribuir. Pero, ¿cómo contribuir si lo recaudado se lo roban? ¿Cómo si los privilegiados poco pagan si acaso pagan algo?

“En primer lugar, para seguir en el léxico, hay que cambiarle de nombre al Servicio de Administración Tributaria. Que los tributos se queden en el olvido de tlatoanis, virreyes, altezas serenísimas y presidencialismos imperiales. El tributo somete, ‘verticaliza’, es autoritario: obediencia, sometimiento, vasallaje. En el nuevo diccionario político de la Cuarta Transformación hay que escribir de contribución y de contribuyentes.

“Para que exista contribución, sin embargo, el gobierno primero debe de construir y contribuir proporcionando confianza, que el dinero no vaya a parar a los bolsillos ladrones. Si el gobierno no ‘contribuye’ a la credibilidad y confianza, seguiremos otra vez en este círculo vicioso impositivo”.

La función pública de la Cuarta Transformación también le da la bienvenida a escritores que combinan su actividad artística con su profesión (Carlos Urzúa), la promoción de la lectura (Paco Ignacio Taibo II), la difusión literaria (Mario Bellatin). Y ahora a Margarita Ríos-Farjat.