El escandalazo que se dio en la Cámara de Diputados, -cosa normal en cualquier país-, levantó ámpula en los intereses ocultos y el ataque se cebó contra Morena sobre todo de fuego amigo en los medios.

Que la derecha lo haga no es novedad, partidos como el PAN que viven del dinero público ya tienen como sistema acometer y la crisis que algunos consideraban casi constitucional no es sino la crisis de los partidos.

El verdadero pueblo está fuera. Que un anciano colmilludo -y mienta madres-, como Porfirio Muñoz Ledo se aferrara a un puesto tiene su explicación y ese parece ser el auténtico meollo del asunto en el país: hay lagunas jurídicas, el llamado -y sacrosanto-, estado de derecho se está viendo balín ante lo que se considera un cambio.

Las leyes han sido utilizadas a lo largo de décadas para servirse del poder, pero en el caso de los priístas ellos fueron más listos -vergüenza es robar y que te agarren-; hicieron sus tropelías dentro del estado de derecho.

Aplicaron la ley en apariencia correcta para robar y saquear. O utilizaron las lagunas de una manera apropiada a sus intereses. Un caso que ya es repetitivo mencionar, es el del Estado de México y su elección en 2017. En ese tiempo se aseguró que no se podía impedir que el gobierno federal aplicara recursos federales en la elección, -visitas de secretarios de estado con sus recursos específicos para promover al PRI-, “porque no hay ley que lo impida”. El INE se sumó.

 

Tradicionalmente se ha dicho que México es un país de excelentes normas jurídicas. Por lo general lo dicen los juristas entusiasmados en una profesión que vive estancada desde hace tiempo. Aunque no económicamente; los grandes despachos tienen altísimas tarifas. Propuestas acordes a los tiempos, a las nuevas tecnologías y a las necesidades que impuso el neoliberalismo, se ventilan en las escuelas de derecho, pero tardan en aparecer en los aparatos legislativos.

Y cuando se legisla los viejos derechos no siempre se incorporan. Lo hemos visto en los cambios de leyes laborales y en el predominio muy favorable a las empresas del outsuorcing que lapida al trabajador.

Parte de la crisis que se exhibe en el actual gobierno tiene que ver con alguna norma.

Y eso ha alebrestado a la oposición que hipócritamente se agarra del estado de derecho.

¿Tendrán calidad moral el PAN para hablar de retorno a la democracia o el PRI que hizo de las leyes su baluarte para saquear?

Está el caso de Baja California, cuyo congreso tenía abierto el cauce legal para hacer un cambio. Y todo cambio ya lo sabemos, afecta para bien o para mal al ciudadano.

Que Bonilla no sea del agrado de muchos es otra cosa. Si se hubiera tratado de otra persona o de otro partido a lo mejor nadie hubiera dicho nada.

Está el caso del Senado y la elección de su presidente que el Tribunal Electoral del Poder Judicial reculó.

Es lógico que en el nombramiento de un titular que va actuar para todos, voten todos. Ahora se presenta el asunto del fiscal de Veracruz nombrado a tiempos extras por el pasado gobierno para hacer la maldad.

La remoción temporal es válida porque parece que dicho funcionario ha tomado muy a pecho lo que le ordenó su mandante y hasta crímenes se mencionan.

Se está investigando. Y Miguel Ángel Yunes, que nada tiene que decir puesto que terminó su mandato, ya apareció en escena.

Los funcionarios que trascienden un sexenio, que son polillas acomodadas -como lo es por ejemplo, Luis Raúl González Pérez en la CNDH-, tienen solo la intención de obstaculizar.

No opera en ello ningún concepto democrático que permita una vigilancia externa. Para eso están las organizaciones civiles o los organismos internacionales. Y además, -irónico-, está la ley.

 

Lo absurdo toma sentido si se juzga desde la perspectiva de lo absurdo. De ahí, las miles de interpretaciones que ha tenido el cuento Alicia en el país de las maravillas (Editores mexicanos Unidos S A, 2016) para integrar esas miles de historias a las que conduce el diácono anglicano Lewis -Charles Lutwidge Dodgson-, Carrol , sin tener que exponer la cabeza ante una monarquía irracional presuntamente la de la reina Victoria.

Muy común fue en la Inglaterra del siglo XIX usar moralejas, metáforas o simplemente distorsiones de la realidad para decir lo que se pensaba. Eso mismo le ocurrió a G.W. Chesterton con El hombre que fue Jueves y a muchos autores más. No solo es la inclinación que el matemático y lógico -El juego de la lógica- Carrol, tenía por las niñas - que evidencian los mal pensados-, al dedicárselo a la niña Alicia Liddell, sino cada verdad absoluta que surge de su aparente falta de juicio y el papel que juegan los animales con las muchas complejidades que tiene el ser humano.

Un ejemplo de lo que vemos ahora en el país, ante los sucesos que se contraponen día con día, es esa falta de coherencia que se exhibe en uno de los capítulos finales, con el juicio con doce jurados que preside el rey y que pretenden mostrar injustamente, como algo que “no tiene pies ni cabeza”.

Es ante la presencia de la reina y el acusado, una carta de la baraja, en medio de la búsqueda distorsionada de justicia, que solo puede aparecer una orden que algunos se merecen: ¡que les corten la cabeza! El cuento lo prefiero en imágenes multicolores y en películas y la sonrisa solitaria del gato de Cheshire -o de Chester según la traducción -flotando misteriosa ante el asombro de la linda Alicia. Carroll lo terminó en 1876 y se lo dedicó a todos los niños.