La confrontación no es entre buenos y malos

El punto en el que nos encontramos antes de la elección del 6 de junio resulta trascendental para la vida política, económica y social de México.

Es fundamental entender lo que está en juego en la próxima elección, el proyecto caudillista -con la visión de un solo hombre que instauró desde 1929 el general Plutarco Elías Calles, por cierto, el alter ego de AMLO- contra un proyecto republicano, con base en leyes, Estado de Derecho, Contrapesos, Constitucionalismo e instituciones.

La confrontación no es entre buenos y malos ni entre bendecidos y corruptos, se trata de no permitir que avance un proyecto que relega el Estado y que reduce la Constitución a una interpretación “moral” del presidente donde las instituciones democráticas son cosa del “diablo”.

La estructura del poder

El México del siglo XX fue producto de una Revolución que dio lugar a una estructura de poder muy sui géneris con un partido totalitario lleno de caudillos emanados de la Revolución, pero que a la vez mantuvo cierta flexibilidad para la creación de instituciones que de alguna manera permitieron un desarrollo económico y social.

La asignatura pendiente siempre fueron los temas democráticos, ahí no hubo apertura, se limitó la participación de corrientes de izquierda, el partido comunista tenía que operar en la clandestinidad y el PAN, solo servía durante muchas décadas para validar elecciones donde el PRI arrasaba.

Acción Nacional se formó en el año de 1939 y obtuvo su primera diputación y alcaldía hasta 1946 y la primera gubernatura hasta 1989, con Ernesto Ruffo en Baja California y en 1991 su primera senaduría.

El Partido Comunista consigue reconocimiento oficial en la reforma que promovió y logró Jesús Reyes Heroles en 1977. Esta reforma fortaleció el proceso de democratización del país, permitiendo la participación política institucionalizada de fuerzas políticas que se habían mantenido al margen del sistema como el partido Comunista además del fortalecimiento del poder legislativo con la creación de las candidaturas de Representación proporcional.

Desde entonces la estrategia del PRI fue utilizar partidos satélites que impedían el crecimiento de la oposición y, por ende, la conformación de gobiernos plurales. Entre los paleros del PRI estaban el Partido Popular socialista (PPS) y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) como hoy están el Partido Verde y Movimiento Ciudadano.

Con la reforma electoral de 1977 se dio el primer paso hacia la democratización del país. A partir de entonces inició un cambio sustantivo para la conformación de las reglas del juego que determinaron el concurso de los ciudadanos en la elección de los gobernantes.

Algunos pocos comprendieron que no debería de limitarse a esto, sino que debería posibilitar la aplicación de las garantías frente a la ley, es decir, remitir la legalidad positiva y vigente a posibilidades del ejercicio de derechos políticos tales como Estado de Derecho, vigencia de libertades, garantías individuales, sufragio universal y pluripartidismo y posibilitar la articulación entre representados y representantes. En el espíritu de la legalidad se entendió la necesidad de garantizar un sistema de procedimientos institucionales para la transparencia y para el acceso al poder público.

Barlett y el retroceso

Lamentablemente esta ley no tuvo el avance necesario, primero porque José López Portillo consideró un problema la apertura democrática, sobre todo ante la brutal crisis económica que provocó con sus políticas populistas, después, en la administración de Miguel de la Madrid, su secretario de Gobernación, el actual director de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, con todo a su alcance detuvo los avances democráticos y asumió el control y las decisiones electorales.

Si bien, Bartlett se encargó de mantener un régimen de represión y de cerrar las puertas que habría abierto Jesús Reyes Heroles, se le recuerda sobre todo por dos elecciones que marcaron una época negra en la democracia electoral. En 1986 en Chihuahua, Bartlett de la mano del inefable Roberto Madrazo, delegado en el estado norteño, fraguaron el gran fraude electoral para imponer al priista Fernando Baeza sobre el panista Francisco Barrio.

El segundo fue el gran fraude electoral de 1988, donde Bartlett le robó la presidencia de la República al Ing. Cuauhtémoc Cárdenas con la frase que ya todos conocemos: se “cayó el sistema”.

El presidente Salinas reformuló la ingenieríaelectoral del viejo PRI mediante la constitución de nuevos partidos políticos, apareció el PT, actual aliado de Morena presidido desde entonces por Alberto Anaya, amigo de Salinas desde la infancia y el PVEM, también actual aliado de Morena.

El INE

No fue hasta la reforma político electoral de 1996, cuando se ciudadanizó el IFE, se garantizó la legalidad de los procesos electorales y se creó el Tribunal Electoral, que la lucha democrática transitó por primera vez en todo el siglo XX por la vía del derecho y de las instituciones democráticas.

Lamentablemente, la presencia de personajes que frenaron el desarrollo democrático del país como los Bartlett, Monreal, Durazos, Scherers, los Ortiz Mena… todos salinistas, que pretenden regresar a México a los tiempos de Plutarco Elías Calles, a las decisiones unipersonales, caudillistas.

Ante el avance de la pluralidad y la democracia, tal como lo hizo Salinas, AMLO constituyó sus partidos satélites, Fuerza Social por México, Partido Encuentro Solidario y las Redes Sociales Progresistas, sin olvidar al aliado que opera desde la oscuridad, Movimiento Ciudadano.

Con AMLO retrocedemos a la época donde el gobernante se asume como el generador de “moral” y a través de eso, pretende imponer criterios de gobernabilidad, desplazando a la ley, al Estado de derecho y a las instituciones. De ahí la necesidad de votar en su contra, que no tiene que tener mayor peso más que evitar se continúe con este retroceso de culto a una persona y sus ocurrencias.