Si bien el T-MEC fue un enorme triunfo para el compañero, presidente y camarada Andrés Manuel López Obrador, con los nuevos acuerdos, queda una gran preocupación, la organización sindical en los tres países y particularmente la de México.

Ahora el sindicalismo será globalizado, tomará fuerza y será decidido por tres hombres altamente cuestionados en sus respectivos países: Paul Meinema de Canadá, Richard Trumka de Estados Unidos y por México, Napoleón Gómez Urrutia y sus compinches.

 

El capítulo laboral del T-MEC

Uno de los acuerdos alcanzados por los negociadores del T-MEC fue impuesto por la líder de la Cámara de Representantes estadounidense, la demócrata Nancy Pelosi, para que la supervisión a la implementación del apartado laboral, sea a través de un panel de inspectores estadounidenses que vigilarán a las empresas con presencia en México, esta medida fue puesta a discusión por el líder de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO), el señor Richard Trumka.

Las implicaciones no son menores, los grandes líderes sindicales de los tres países toman un poder insospechado, que políticamente les permitirá definir muchas cuestiones de la agenda de su país, incluyendo la inclinación de la balanza en una votación como la que se avecina en Estados Unidos en noviembre próximo, con la elección presidencial.

 

La automatización y las nuevas inversiones pasarán por los sindicatos

Pero no sólo es eso, su poder determinará, en gran medida, el perfil de las economías de los tres países, es decir, cualquier empresa tendrá que pactar condiciones económicas y laborales con ellos.

Por todo ello, no es de sorprender que Donald Trump y AMLO volvieran hacer el uno dos, en esta ocasión también con la ayuda de Trudeau, quien dio asilo y protección personal y monetaria por muchos años al líder de los mineros y actual senador de Morena, Napoleón Gómez Urrutia.

Mientras más álgidas se ponían las discusiones en Estados Unidos entre los demócratas y Donald Trump por la aprobación del T-MEC, el líder de la AFL-CIO que agremia a 55 sindicatos y más de 12.5 millones de trabajadores realizó en septiembre una gira por los estados de Ohio, Michigan y Pensilvania, para convencer a los trabajadores para rechazar el acuerdo trilateral, en tanto no se cumplan las condiciones laborales exigidas por ellos y respaldadas por los demócratas. Aseguró tajante que “sin el apoyo del movimiento laboral en EU, México y Canadá, el nuevo T-MEC tendrá el mismo destino que el TPP”.

Después de esta gira, naturalmente Trumka viajó a México para entrevistarse con AMLO, quien estuvo acompañado por el canciller Marcelo Ebrard, el subsecretario para América del Norte y negociador del T-MEC, Jesús Seade y el senador Napoleón Gómez Urrutia. En esa ocasión AMLO comentó que tuvo una muy buena conversación con Richard Trumka a quien expresé mi compromiso de hacer cumplir la nueva ley laboral de México y nuestro interés de que se apruebe el T-MEC en Estados Unidos y Canadá”.

Todo esto se vino fraguando desde hace mucho tiempo, quizá desde que “Napito” estaba en Canadá, pero tomó forma una vez que lo rescató AMLO y lo hizo senador. En febrero pasado Gómez Urrutia constituyó la Confederación Internacional de Trabajadores (CIT), para “unificar al sector laboral” y “transformar al mundo del Trabajo hacia la justicia laboral”, algo así como la AFL-CIO, o dicho de otra manera, una nueva CTM con vínculos internacionales.

Si en su momento Fidel Velázquez tenía un poder impresionante, era el encargado del PRI para “destapar” al candidato presidencial y las políticas económicas, antes de modificarse, tenían que pasar por él, ahora ese poder recaerá en el famoso “Napito”, quien estará supervisado por Trumka y Meinema y el sector productivo quedará supeditado a la decisión de estos tres personajes.

Esperemos que los demócratas, Trump, AMLO y Trudeau hayan medido el alcance que esta unión sindical internacional tendrá política y económicamente.