Por segundo año consecutivo, el gobierno de la Cuarta Transformación desdeñó al Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) que generalmente a finales de enero se lleva a cabo en Davos, Suiza.

La ignorancia considera que es un encuentro de ricos que se reúnen para intercambiar ideas que les permitan incrementar sus ganancias y experimentar nuevas fórmulas de explotación. Eventualmente esa fue la intención inicial, pero para eso ya existían instituciones financieras y comerciales creadas por los gobiernos para promover un desarrollo mundial a modo.

Pero la realidad mostró que, sin igualdad de oportunidades en educación, salud, género, infraestructura, tecnología, seguridad, justicia y certidumbre, los mercados nacionales se debilitan en perjuicio del progreso y, claro, también las ganancias. Para revertirlo, los empresarios convocaron a gobernantes, académicos, científicos, premios Nóbel, líderes sociales y medios de comunicación para analizar la realidad presente a fin de construir un panorama global más informado y menos incierto.

De esa manera, cada año se reúnen en Davos tomadores de decisiones económicas, políticas, tecnológicas y sociales. En general, los políticos lo reconocen y aprovechan esa caja de resonancia para mostrar sus programas de gobierno y para impulsar a sus países y promoverse como líderes, en muchos casos mundiales.

La presencia de Donald Trump en ese foro es ejemplar, por la manera en la que fue a venderse como víctima del juicio político y en favor de su campaña de reelección; lo mismo que Pedro Sánchez, el actual presidente español que busca justificar en el extranjero su esquema de gobierno o el pragmatismo político del presidente de Ecuador Lenin Moreno, que desde el primer día colectó inversiones que ayudarán a resolver la crisis de su país.

Sin embargo, México no pinta en Davos y el régimen de la transformación ya pasó desapercibido para el mundo, a pesar de simular presencia.

El gobierno del presidente López Obrador envió como representantes de nuestro país a la secretaria de Economía, Graciela Márquez Colín, una reconocida académica que, pese a ser una experta en negociaciones comerciales, fue marginada de las negociaciones finales del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y, en la práctica, ha sido sistemáticamente relegada de las decisiones políticas más importantes hasta la fecha.

Su imagen pública institucional apenas cubre una cuota de género, pero su gestión en el gobierno es marginal para la importancia de la secretaría. Esto ocurre por la estrategia de comunicación que le impusieron y que margina las escasas políticas públicas en materia económica para favorecer las acciones propagandísticas de la Presidencia de la república.

De tal manera, los nombres de México y Graciela Márquez no existen en los espacios del Foro Económico Mundial.

En Davos no hay evidencia de las reuniones de la secretaria Márquez que se mencionan en los comunicado de prensa de la Secretaría de Economía mexicana; mucho menos hay referencias de los supuestos encuentros con sus homólogos de Estados Unidos y de la Unión Europea ni con los líderes mundiales

Mientras los comunicados que se difunden en nuestro país plantean que en Davos hay encuentros extraordinarios con el Representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, no trascienden de obviedades por cuanto a la operación del T-MEC; y de la reunión con Phil Hogan, Comisario de Comercio de la Unión Europea, insisten en lugares comunes como el Tratado de Libre Comercio con aquella región o de los problemas del sistema multilateral de comercio.

Nada trascendente para un viaje tan largo y para un foro que pudo catapultar globalmente los objetivos del gobierno mexicano.

Si el gobierno dispusiera de una estrategia de comunicación o, mejor aún, de una política económica definida, la secretaria Márquez podría informar al mundo de la manera en que nuestro país, desde el T-MEC, hará frente a los retos del comercio internacional o lo que se pretende hacer a la luz de la Industria 4.0, que involucra el Internet de las cosas o, quizá, las oportunidades económicas que pretende ofrecer nuestro país, cuyo progreso económico, social y económico parece incierto.

Es una lástima para México que, por ignorancia, por desdén ideológico o incapacidad, nuevamente se desaproveche un foro que puede impulsar las ideas que se propone el nuevo régimen, pero también para el desdén en que se ha colocado a Graciela Márquez y a los ciudadanos mexicanos.

@lusacevedop