De acuerdo a las leyendas escocesas que dieron empujón a ese ritual de mercadotecnia llamado Halloween, estamos en las fechas precisas para alentar nuestro espíritu mágico. Claro que la magia se pierde en la noche de los tiempos porque tiene mucho que ver con ignorancia e incultura, pero la palabra toma diferentes connotaciones cuando se convierte en algo sorpresivo, inesperado, seductor, bello, extraño. Magia necesitamos para enfrentar al desbocado virus, magia para enderezar a un país que fluctúa entre el avance y el retroceso empujado por fuerzas que no son precisamente misteriosas. Magia necesitarán en unos cuantos días los estadounidenses, para enfrentar los avatares que traerán cualquiera de los dos, Trump o Biden, que gane la elecciones. A México se le ha calificado como país mágico y el turismo delineó a los pueblos mágicos que son más de 80 en el país, cuyo carácter seductor ha servido mucho a los ingresos públicos; aunque el visitante suele ver, como en países que viven del turismo, el estereotipo de lo que llaman mágico, en artesanía, arquitectura relevante, costumbres, gastronomía y cierto tipo de arte que los identifica. No hay ese espíritu fantástico, ese hechizo fascinante de lo desconocido, los duendes, los gnomos “que saltan de aquí y de allá”, las hadas, los chaneques mexicanos, la llorona llamando a sus hijos. Eso se encubrió en la lejanía de las leyendas y el aparato turístico lo sustituyó con un concepto de oferta y demanda.

¿LA MAGIA TENDRÍA QUE SER COMO EL DUENDE DEL QUE HABLA GARCÍA LORCA?

Por lo general la magia se relaciona con las ciencias ocultas, con las brujas, los nigromantes, como le decían a aquel poeta embrujador Ignacio Ramírez, los hechiceros, los magos esos que asombran ahora en filmes y redes con sus sorpresivas ficciones, pero la magia mas bien podría compararse al duende que tanto enalteció el poeta Federico García Lorca. Él lo consideraba como un atributo que pueden tener las personas o el arte o ciertas cosas, que trascienden “un poder, un luchar propio, algo misterioso que todos sienten y que no se explica”. Él, asesinado hace 81 años, lo tenía: 

Brisas, gnomos y vientos

de ninguna parte,

mosquitos de la rosa,

de pétalos pirámides,

alisios destetados

entre los rudos árboles,

Flautas en tormenta,

¡Dejadme!

Tiene recias cadenas mi recuerdo

y está cautiva el ave

que dibuja con trinos la tarde.

BURNS, EL POETA ESCOCÉS, DESCRIBÍA BRUJAS Y DUENDES, Y DEFENDÍA AL POBRE

Escocia se llena en estos tiempos de imágenes de su poeta nacional Robert Burns, cuyas estatuas recorren al país del Reino Unido. Poeta de culto, fue uno de los creadores del romanticismo y murió joven como muchos poetas, a los 37 años, en 1796. Su pesado trabajo como campesino le generó secuelas que no pudo superar. Siempre fue un poeta que destacó la lucha de los pobres frente a la vida de holganza de los grandes propietarios de su tierra. Esto causó molestias a los calvinistas y a los poderosos de su país. Hoy le pueblo lo redime.

Comemos pan y bebemos agua

nos escondemos en harapos

mientras tanto, un tonto y un pícaro

vestidos de seda y bebiendo vino.

Y todo es jazz

No juzgues por el vestido

al que se alimenta del trabajo honesto

Esa mención de jazz en la traducción del poema, parece fuera de tiempo o puede deberse a la diáspora escocesa. Su obra ha sido ampliamente difundida por sectores de la izquierda y anualmente por estas fechas y en el fin de año, se cantan y recitan su poemas:

Te lo puedo predecir

que habrá un día

cuando alrededor

¡Todas las personas

se convertirán en hermanas!

Para el Halloween se representa su poema Tam 0’ Shanter y su huida de la danza diabólica de unas brujas que lo persiguen. El fin de año las iglesias escocesas repican las campanas mientras se canta su más famoso poema Auld Land Syne, como canción de despedida.

Mañana me dejarás

y nunca volverás

mis sueños mañana

te los llevas contigo

la llama de tu amor

que solo soñé en vano

para mi.

Y la luz de las velas

ya se apaga espacio

mañana me dejarás

y nunca volverás.