Más práctica que otras propuestas, ha sido la del presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, Alfonso Ramírez Cuéllar, para cobrar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a las grandes empresas digitales.

Esas poderosas empresas, transnacionales en su mayoría, ponen sus asientos a distancia, en todos los países del mundo y es difícil aplicarles una ley interna creada especialmente para ellas. Al menos de inmediato. Pero en virtud de que muchos de sus negocios se desarrollan en el interior, si pueden pagar el IVA sin que éste repercuta en el usuario nacional.

Ya bastante tenemos en la apropiación de culturas internas, alteración de formas de vida y la transculturación galopante de invasiones modernas, que al menos deben de pagar por lo que extraen.

En los últimos tiempos, las redes donde muchos nos movemos en la opinión -no en la comentocracia, que es otra cosa-, han ido incorporando los avances tecnológicos que le dan más agilidad y atractivo a sus aportes noticiosos.

La imagen en general supera al texto, la movilidad a lo estático y el color vivo a lo gris y blanco. La noticia en muchos casos, privilegia el escándalo, lo llamativo- chismes del espectáculo, sucesos raros- lo terrible -asesinatos, robos espectaculares, detención de delincuentes- defenestración política del que gobierna, entre otros asuntos, a los que se agregan, como un resabio, los problemas de fondo que el país enfrenta.

Agarrados a una tecnología que exige lo competitivo, las redes navegan en un mundo de momentos que en pocas horas cambia su formato.

Vivimos en situaciones en las que, valga la redundancia, no se puede vivir. Es muy acelerado. La multiplicidad de imágenes absurdas en todo el país, de una mujer como Rosario Robles que es un ejemplo de lo que queremos cambiar, evidencia lo que ha sido la noticia en estas semanas y como funciona la comunicación.

Pero si la tecnología se introdujo en nuestras vidas, debe pagar el tributo.

INFORMACIÓN SOBRE LAS VIDAS CUESTIONADAS, FRENTE A LO ESENCIAL

En los últimos tiempos hemos sido testigos, de como sucesos escandalosos como los epítetos del doctor Juan Manuel Mireles a las mujeres, en su momento los presuntos acosos sexuales de Plácido Domingo y los robos y saqueos de Rosario Robles y sus cómplices, se sobreponen en la noticia, sobre las grandes tragedias que arrastra el mundo y en lo interior, el país.

La noticia se finca en el escándalo y lo esencial sigue un ritmo secundario como refuerzo de la existencia de medios.

Con ese esencial sucede como con el viejo ejemplo de medios que incorporan a colaboradores progresistas y de izquierda, porque ante un empresario avezado, éstos siguen vendiendo.

Los grandes asuntos se incorporan como un gancho, mientras la imagen se da vuelo en la trivialidad. Sucede al revés de aquel cambio sustancial de la pintura que dejó de lado, bruscamente, lo figurativo que se había enseñoreado durante siglos, para extenderse en lo sugerido y lo abstracto.

 

Como una contradicción, los mismos avances tecnológicos reclaman el pasado y se nutren de lo que donó la historia. Nada es nuevo debajo del sol. Carlos Marx en su gran visión siempre incorporó los aportes del ser humano.

Advirtió de los cambios que puede experimentar la humanidad a través de la toma de conciencia de las fuerzas trabajadoras, pero no hizo a un lado los avances científicos o culturales que aportó ese ser humano.

Los evaluó a partir del trabajo vertido tanto físico como intelectual. En su libro Enganchados a las pantallas (Editorial Planeta S.A 2002) , los autores Paulino Castells e Ignasi de Bofarull reconocen los grandes aportes tecnológicos de esta era digital, pero también advierten de los males y deformaciones que pueden traer al ser humano.

Se inclinan preferentemente por el área infantil en un mundo que ya define la frase de Einstein sobre la situación mental que traerá a los seres humanos las tecnología.

Aunque el libro se publicó en 2002 en España, se adapta perfectamente a los tiempos actuales con el desarrollo de las redes, y el surgimiento de una medicina especializada que aborda los males que dejan las adicciones a la televisión, los videojuegos, el internet y los móviles.

Si aparte ese desarrollo viene del exterior con un impulso cambiante y depredador, las sociedades se están dando cuenta que denuncian la transnacionalización de sus vidas, pero ya esa cultura la tienen dentro.

En México se discuten esos problemas, pero un caso urgente es por lo pronto gravar las ganancias que obtienen en el interior esas empresas e ir desarrollando normas que puedan limitar su influencia.

Los autores del libro mencionado, un psiquiatra infanto-juvenil y un pedagogo especialista en nuevas tecnologías, hacen una advertencia que al menos en lo mental puede ser muy grave.