La historia muestra que cuando un régimen se agota y otro lo desplaza se enfrentan dos enfoques contrapuestos sobre la realidad.

De un lado, quienes se van y sus apoyadores defienden su legado a partir de premisas ideológicas  sin referencia al contexto real, según ocurre hoy con quienes exigen libertad sin mencionar los tristes despojos que continúa arrojando a diario el círculo vicioso de sus injustos excesos en un país de suyo desigual.

Por el contrario, quienes operan para consumar el cambio de régimen enfatizan los efectos adversos de tal círculo vicioso y se asumen portadores de la solución al priorizar la igualdad y la justicia que faciliten reordenar y asegurar no solo el goce de derechos sociales sino de derechos básicos como la seguridad y la vida.

Así, la historia política y constitucional de México a través de la Independencia, la Reforma y la Revolución se distingue por la demanda popular de reconocimiento, inclusión y justicia social ante los abusos del poder. Ese reclamo a la postre determinó la reconfiguración del nuevo Estado resultante.

De Hidalgo, Morelos y Guerrero a Gómez Farías, Juárez, Ocampo y Lerdo; de los Flores Magón a Zapata y Villa; y de los Cárdenas a los Muñoz Ledo, Ibarra de Piedra, López Obrador y una larga lista de luchadores sociales y políticos, la historia se repite cuando se les ha identificado pugnando por la igualdad sustancial y la justicia.

Ahora bien, casi es ocioso decir que tanto los actores salientes como los recién llegados son igual de pragmáticos, solo que los segundos lideran las preferencias por su crédito moral que también puede ser dilapidado y en ningún caso ha sido o será eterno.

Ciertamente, ya sea durante la 1a Transformación o la Independencia, la 2T o la Reforma y la 3T o la Revolución es posible registrar tales dinámicas.

Lo que es más, dentro de la propia coalición ganadora que derribó al vetusto e ineficaz régimen previo suelen diferenciarse las posiciones y disputarse el liderazgo para conducir y hasta reorientar la transformación. Al final, sus divisiones internas influyen en su éxito o fracaso.