México, después del psiquiátrico en Santander, España y de una pequeña casa en Portugal, dio refugio a Leonora Carrington cuando el régimen nazi entraba a París, sitio en el que la escritora y pintora inglesa vivía con su gran amor, Max Ernst. 

Renato Leduc ayudó a Leonora a entrar en nuestro país y nacionalizarse como mexicana, sin pensar que en algún momento, dejaría la patria más por dignidad y por protesta, que por miedo.

En el feminismo, Leonora Carrington tuvo un impulso infantil desde las lecturas de su hogar, cuando su madre leía para ella la novela The Crock of Gold , El caldero de oro, lectura que confrontó en el ideario de la pintora el contraste del patriarcado contra las mujeres en la sociedad cotidiana.

Más tarde, “La diosa blanca “ de Robert Graves marcó en Leonora una personalidad sensible, de espiritualidad social y de rebeldía política. Los poderes fantásticos de las mujeres a través de su obra, reivindican el sitio del género en la visión cosmogónica de las culturas. 

Aunque en la actualidad, la cocina no es un lugar exclusivo para las mujeres como parte de un proyecto de vida, en aquellos tiempos era el sitio habitual para ellas. 

Por ello, Leonora convierte las cocinas en espacios políticos donde representa a mujeres hechiceras que, más bien, realizan alquimia y juegan con el poder energético que la época les concedía.

Lepidóptera, pintada en 1968, reivindica la libertad en el movimiento estudiantil que vivió la persecución de la fuerza del Estado y la represión armada. 

 La obra mantiene una combinación de elementos característicos en el surrealismo de Leonora: una mujer con esencia espiritual que tiene la cabeza de forma triangular con un símbolo en la frente que en diversas culturas, significa la palabra “infinito” y representa lo etéreo y a su vez, lo eterno. 

La pintura hecha el 13 de agosto sería el antecedente de la partida de Leonora Carrington. Aquella tarde del 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas, se materializó la percepción de Leonora y su hijo Gabriel Weisz, que estudiaba teatro en la UNAM: una guerra declarada a las ideas de los jóvenes.

Gabriel participaba en las causas de las artes y las protestas juveniles, hecho que sensibilizó a Leonora aún más al hacerla entender que cualquiera de los caídos pudo ser su hijo, conmoviéndola al extremo de abandonar a México para residir a partir del 68 en Nueva York.

Carrington ya era una figura importante en las artes y los espacios intelectuales mexicanos. Su partida no sólo implicó el abandono territorial sino el rechazo frontal a la política gubernamental que recurría a ella para incrementar la producción artística. 

La pintura de Leonora tiene a una Diosa que simboliza libertad, montando a un felino que podría ser un leopardo o un jaguar, pero con tres cabezas: una de félido, otra de ave y una en el pecho, que resplandece. 

El símbolo místico triangular es cargado por lo que parecería, un mono sin rostro de cuerpo blanco, que alza los brazos con un eco de manos alzadas, representando las voces de los estudiantes en protesta que fueron brutalmente asesinados. 

La figura triangular tiene más de dos ojos, en lo que puede interpretarse que las atrocidades fueron cometidas a los ojos de todas y todos, de las diosas y también, de las luchas conjuntas en ese movimiento. 

En el símbolo “infinito” nace un fuego del que emana luz, el fuego de los que se levantan, con una corona hecha del típico papel picado para los difuntos y con el mensaje “No es el retrato de un político. No. Tampoco de un granadero, no está en el ejército. No maltrata ni asesina a nadie, es un dibujo libre, quiero guardar mi libertad” deja claro que la valentía es un valor demasiado caro para hechos tan dolientes y aplastantes como los cometidos por el gobierno mexicano.