La ausencia de una verdadera cooperación internacional 

La pandemia de covid 19 ha puesto nuevamente de manifiesto la inexistencia de una verdadera cooperación internacional. Si bien jefes de Estado y de gobierno pueden reunirse periódicamente en alguna capital, leer discursos, realizar videoconferencias o asistir a cumbres, la realidad indica de que el mundo adolece de la ausencia de un verdadero organismo rector que marque la pauta en la conducción de las relaciones internacionales, sea en materia de gobernabilidad, de salud o cualquier otra.

A pesar de las esfuerzos de las organizaciones internacionales, tales como Naciones Unidas o sus organismos especializados, dirigidos a coordinar esfuerzos transversales en favor de intereses globales, la voluntad de los Estados-nación en solitario se han impuesto como el eje rector de las relaciones.

En el contexto de la pandemia, de nada servirán las reuniones virtuales o presenciales de Joe Biden con Emmanuel Macron, Angela Merkel o Boris Johnson, si estos líderes, derivado de un nacionalismo estatista, se rehusan a ceder competencias a una unidad supranacional responsable de gestionar los esfuerzos contra la pandemia.

Los resultados de esta ausencia de verdadera cooperación internacional en materia de salud son ostensibles. Al día de ayer, más de 145 millones personas se han contagiado, y han fallecido más de 3 millones. El caso de India es hoy dramático. Según fuentes oficiales, los indios registran diariamente más de 360,000 nuevos contagios y han acumulado un total de 17 millones de fallecidos.

Mientras esto ocurre en India, ha trascendido el desperdicio de vacunas AstraZeneca en los Estados Unidos, pues de acuerdo a las autoridades sanitarias estadounidenses, no se aplican fórmulas sobre suelo estadounidense que no hayan sido probadas en el país. Es decir, mientras los países en desarrollo (como la India) exigen vacunas para su inmensa población, otros las desechan, o las utilizan como instrumento político para la obtención de concesiones por parte de otro país.

Los pobres condenados a la catástrofe sanitaria

En suma, la existencia de una verdadera autoridad supranacional en materia sanitaria es una utopía, pues la experiencia de las relaciones internacionales ha demostrado que la voluntad política unitaria de los Estados impera sobre cualquier intención de construir un marco colectivo global. Los resultados hablan por sí mismos. Desafortunadamente, la ONU ,y en particular, la OMS, no han abonado nada en favor del combate contra la enfermedad. Por tanto, cada política pública depende de cada Estado, condenando a los más pobres a la catástrofe sanitaria. Allí está hoy India.