De acuerdo a los últimos resultados de las elecciones primarias del Partido Demócrata en los Estados Unidos, el senador Bernie Sanders parece marchar hacia la consolidación de un liderazgo electoral frente a sus rivales del partido. Dentro de las semanas que vienen tendrán lugar elecciones primarias en los estados más grandes del país, donde el ex vicepresidente Joe Biden, la senadora Elizabeth Warren y el alcalde Buttigieg buscarán rebasar al puntero, con el propósito de ganar el mayor número de delegados rumbo a la Convención Nacional Demócrata de julio en Wisconsin.

Una intensa campaña política entre demócratas socialistas y demócratas moderados parece dominar la arena pública del país vecino del norte. Por otro lado, el presidente Trump avanza victoriosamente -tras el repliegue del Partido Republicano en la contienda interna y su exoneración en el Senado tras el juicio político- hacia la candidatura de su partido en las elecciones de noviembre del año en curso.

Las luchas fratricidas al interior de los partidos en los EEUU han conducido históricamente a un debilitamiento del candidato en las elecciones generales. Conviene recordar la férrea oposición impuesta al presidente Carter por el senador Edward Kennedy (hermano de los fallecidos John y Bobby) y aquella de Ronald Reagan al presidente Ford. Ambos presidentes en funciones -Ford y Carter- resultarían vapuleados en su intento por alcanzar la reelección. En tiempos más recientes, Hillary Clinton, tras una ardua contienda interna contra Sanders, perdió la carrera por la Casa Blanca en 2016 ante Donald Trump.

El socialismo democrático abanderado por Sanders puede no convencer a la mayoría de los estadounidenses. Si bien algunos estudios de opinión parecen sugerir una concientización de la clase media estadounidense en torno a la desigualdad y la pobreza, el propio término socialismo refiere – en algunos sectores de la población- a la otrora Unión Soviética. La derrota estrepitosa de Jeremy Corbyn en el Reino Unido parece invocar los recuerdos antisocialistas de los países que fervientemente abrazaron las políticas conservadoras de Margaret Thatcher y Ronald Reagan durante los años ochenta.

Esta etapa parecería superada – al menos a la luz de los estudios recientes sobre pobreza y desigualdad- en algunos sectores de la población, principalmente entre los jóvenes y los highly educated, quienes han sido víctimas de los resultados adversos de las políticas de debilitamiento del Estado frente a los grandes intereses corporativos. Sin embargo, la clase media rural estadounidense localizada en el centro del país, los embates de la derecha y el cuestionable colegio electoral podrían nuevamente inclinar la balanza hacia el Partido Republicano.

El cuestionamiento principal radica en la especulación sobre si los EEUU -el país más desigual dentro del mundo desarrollado- confiaría en un candidato que propugna una expansión del Estado social, una política fiscal progresiva y una batalla frontal contra los intereses de las grandes corporaciones.

El socialismo de Sanders no dista de ser una plataforma política semejable a la de los partidos de izquierda europeos. Sin embargo, la historia de Estados Unidos en su combate contra el socialismo soviético y la maquinaria de la derecha estadounidense buscarán hacer de la figura del senador un icono del enemigo de la Guerra Fría, con el propósito de revivir los miedos al socialismo.

En este tenor, el socialismo democrático de Sanders será blanco fácil para los ataques desmedidos de la derecha estadounidense y de los canales de propaganda como el impresentable Fox News. Sean Hannity, abierto partidario de Trump, ha tildado recientemente al senador de Vermont como Bolshevik Sanders. Esta referencia indudablemente resulta un sinsentido, una burda manipulación histórica y una trampa política. Sin embargo, la base electoral rural en Estados Unidos -quienes no cuentan en su mayoría con estudios superiores- parece ser vulnerable a las estratagemas lanzadas desde la derecha.

Los Estados Unidos podrían caminar hacia un experimento de socialdemocracia. Un presidente Sanders encauzaría al país hacia una mayor intervención del Estado en materia económica y social. Sin embargo, el federalismo, la opinión pública, el sistema de contrapesos, la oposición de los moderados del Partido Demócrata y el combate de los republicanos en el Congreso obstaculizarán cualquier viraje radical hacia la izquierda. En consecuencia, la única alternativa para la materialización integral de la agenda política de Sanders sería inviable en el país con la democracia moderna más antigua del mundo: el autoritarismo presidencial.