Entre burlas veras el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, realizó un road show por la Ciudad de México. Dijo lo que no dice en su estado. Destaco dos mensajes: el destape que hizo ante los columnistas y periodistas de El Heraldo de México y su amago de salirse del Pacto Federal que, para el Bronco, ya “no funciona y tiene que cambiar”.

Rodríguez Calderón ya perdió piso. Es imposible una renovada candidatura independiente. Como gobernador de Nuevo León, el Bronco dinamitó esa opción electoral. Lo más probable es que para el 2024 asistamos a una elección de dos, de izquierda o centro-izquierda en las figuras de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal. La derecha tendrá que preparar ahora a su candidato y a su candidata desde una coalición en la cual tendrían que superar las fricciones que provocó, por ejemplo, la candidatura de Ricardo Anaya. Al PRI, con probabilidad, le convengan doce años en la banca: desde las regiones, perdiendo ganan.

Jaime Rodríguez Calderón despilfarró en unos meses su capital político en Nuevo León y, con su aventura de llegar a Palacio Nacional, su capital en el país –los recientes abucheos en el Zócalo lo comprueban. Además, para el 2024 carecerá de una estructura representada en las “broncofirmas”, un desvío de recursos humanos y administrativos que todavía pesa y sigue pendiente el castigo.

Dijo el Bronco en El Heraldo: “Tome la decisión, con la responsabilidad, sabiendo que no tenía esa posibilidad de ganar, lo sabía, pero creo que tuvimos resultados exitosos, porque haber sacado ese número de votos era importante (dos millones 339 mil 431, que representaron 5.13 por ciento de los resultados), sin tener una estructura política en el país, utilizando simplemente la red digital. Nos dio un buen resultado y me atrevería de nuevo, claro que lo haría”.

Rodríguez Calderón no llegará al 2024, que se dé de santos que termina su administración en su estado. Por otro lado, sus amagos de salirse del Pacto Federal sólo son eso, amenazas simplonas, sin sustento y sin sentido. Sin piso y despistado, el Bronco es un funcionario acabado, un zombi que deambula por los corredores de la política del país.