El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue con atención los sucesos en América latina, pero su interés son los Estados Unidos. Pocas veces se refiere a países latinoamericanos. De Venezuela respeta su soberanía; de Bolivia, acepta a Evo Morales. Hace unos días dejó atrás su política de no intervención declarativa y, tras los acontecimientos de Ecuador y de Chile, manifestó:

“Es tiempo de cambiar el modelo económico que se impuso durante décadas para el pueblo, gobiernos de América latina y el mundo. Ese modelo está agotado, ha resultado un fracaso. “Los gobiernos que no llevan a cabo cambios y siguen con las mismas políticas neoliberales se enfrentan problemas con sus pueblos porque la gente ya no quiere más sacrificios solo para el beneficio de minorías.”

 

Si a alguien ha admirado Andrés Manuel de los políticos latinoamericanos no es a Hugo Chávez, algo a Fidel Castro, pero por encima de todos, Salvador Allende. Por eso ha de doler mucho en el ánimo de López Obrador los sufrimientos civiles de los chilenos. La apuesta del presidente no es Latinoamérica, ni siquiera en convertirse en su líder de unidad, como lo quiso Castro o como o lo quiso Chávez.

La transformación que propone Andrés Manuel no es exógena, es interior y, casi diría, íntima: transformar a México. El presidente no tiene la pretensión de ser benemérito de las Américas, si acaso, benemérito mexicano. Tiene muy claro el principio de no intervención y es lúcido en cuanto a soberanía, teniendo a Estados Unidos donde lo padecemos. Por eso es importante el señalamiento de Lorenzo Meyer en cuanto a la imposición de agenda. No se puede seguir con los dictados gringos en política migratoria ni en la lucha contra el narcotráfico.

Hoy son las elecciones en Argentina. El exmandatario de España, José Luis Rodríguez Zapatero, ha dicho:

 

“Tengo una gran esperanza en que Alberto Fernández sea quien lidere un proyecto de unidad latinoamericana… lidere un proyecto, un discurso y una acción de unidad latinoamericana que supere los muchos fiascos que ha habido de uniones parciales… estará ayudando a la propia credibilidad de Argentina.”

Yo no sé si Fernández tenga la capacidad de ser el líder que no ha existido en Latinoamérica desde Simón Bolívar. Lo que sí sé es que, desde nuestras diversas patrias, la unión no se da desde el poder sino desde la solidaridad de los pueblos. Nos llamemos argentinos, mexicanos, chilenos, bolivianos, ecuatorianos, centroamericanos o venezolanos. Y nunca lo olvidemos: el Sur también existe.