Sigue haciendo falta explicarnos qué es lo que está sucediendo en Morena. En el marco de muchas preocupaciones compartidas por militantes y por ciudadanos que vieron en este partido la posibilidad de que, en nuestra historia, no se repitieran los errores y las políticas que han llevado a otras organizaciones a una debacle, dos hechos aparecen como relevantes. El deficiente desempeño de la dirección frente al proceso de cambio que votaron 30 millones de ciudadanos y una vieja práctica excluyente que estorba la construcción de un partido capaz de entender y actuar según lo exigen las circunstancias

En el escenario que estamos viviendo hay muestras evidentes de que la mayoría de los que integran los órganos de dirección de Morena no está calificada para dirigir una organización que lleva en sus entrañas la enorme responsabilidad de sacar adelante un proyecto de gobierno distinto del que habíamos vivido por siglos. La cultura priista del sometimiento a las jerarquías por muchos años dominante, convirtieron al pueblo en un ente que le costó tiempo entender la necesidad y la urgencia de enterrar esas prácticas que hicieron de sí mismo un instrumento, dependiente y reacio a poner en juego su sabiduría y su orgullo cultural, paradigmas que lo han acompañado en toda su historia.

Ha sido el trabajo de un hombre que entendió que, solo hablando directamente con el pueblo, recorriendo metro a metro los 2 457 municipios se podrían sacar a flote sus convicciones libertarias, adormecidas por décadas, por la cultura enajenante e inmoral de un sistema depredador y corrupto. Fue el 1º de julio del 2018 cuando una revolución social lo puso en entredicho y sembró las bases para un cambio que hoy estamos construyendo.

Este fenómeno aún indescifrable por una parte de la clase política y por amplios sectores del pueblo, requiere de una puntual y urgente explicación. Más cuando el impulsor principal de darle dirección y contenido a este hecho histórico ha mostrado una enorme incapacidad para defenderlo de sus detractores. No ha sabido aprovechar la participación masiva de un pueblo que quiere participar en la transformación, pero no hay quien lo organice y lo alimente políticamente. El compromiso que como partido inoculó en la conciencia de la gente para acabar con la crisis económica y social, no solo no lo está cumpliendo, sino que no lo ha entendido. La ceguera y la atrofia política de los dirigentes están poniendo en duda la viabilidad orgánica y política de un instrumento que evite la regresión del proyecto.

Ha sido la coyuntura que implica el cambio de dirección y la ausencia política de los líderes para dirigir y explicar el contenido de la 4T lo que ha puesto al descubierto lo que pasa en el alma y en el cuerpo de Morena. Tales son estas evidencias que en la mayoría de los Estados del país se observa una rebelión de la militancia exigiendo democracia, participación en la elección de sus órganos de dirección, actuar al lado de las luchas del pueblo, formar política e ideológicamente a sus cuadros, explicar el significado del Nuevo Proyecto de Nación, salirle al paso a la crítica ponzoñosa de la derecha ñoña y construir un partido fuerte y democrático capaz de defender su proyecto más allá del 2024.

Todo esto junto, se ha convertido en el principal detonador de la creciente participación de la militancia a nivel nacional. A casi seis años de que se fundó el partido, el creciente despertar de la gente es algo verdaderamente inusitado. Quienes hemos estado recogiendo los sentimientos y la irritación de la militancia, observamos que a los vividores de la política les va a resultar difícil quedarse con el partido. Como sucede con las aguas del subsuelo, la fuerza acumulada de la militancia está brotando a borbollones por todas partes. Lo que vibra en las asambleas que están nutriendo la actividad política en las filas de Morena, está lleno de pasión partidista y de una exigencia por demás democrática.

La decisión de organizarse de manera libre, independiente de los órganos de dirección, no contiene ninguna actitud fraccional. No. Se trata de recuperar el derecho a opinar, de participar, de organizarse, de estudiar y de luchar al lado de quienes nos reconocemos los impulsores de este cambio virtuoso que estamos construyendo. Quien no entienda esto y exija a la gente que se pliegue a los grupos de poder, a los comandantes del corporativismo y el acarreo, temo que la base los va a rebasar. Sólo vamos a construir el partido que hoy estamos perdiendo por la falta de talento de sus dirigentes. ¡Nada más, pero nada menos!