Desde que crucé las viejas vías del tren que lindan con el deportivo Plan Sexenal sentí un ambiente de frescura y de hermandad entre los miembros de Morena. Miles de personas acudíamos a una reunión convocada por el Consejo Nacional. A la derecha de la entrada, un mar de personas hacía fila para acreditar su presencia en un simbólico encuentro de unidad y de lucha. Se trataba de atender la desorganización, la pérdida de rumbo y la orfandad política de un partido que no ha estado a la altura de sí mismo ni del proyecto que votamos el 1º de julio del 2018. El CEN que aún existe, está llevando a Morena a un estado catatónico que empieza a dar pena ajena.

Nadie de los asistentes desconocíamos las razones y los sentimientos que nos salían a borbollones. La lucha, las convicciones, el trabajo y los recursos que aportamos en su construcción, ya no debían estar ausentes en los momentos en que la derecha está llamando a la violencia y al odio en contra del presidente. Los consejeros y los miles de asistentes que atendimos la convocatoria del CN lo hicimos en ejercicio de nuestros derechos y para impedir que el partido siga dormido en los brazos de una mujer que está desvariando y en sus locuras, está haciendo todo para reventar al partido.

En contraste, 250 mil ciudadanos acudimos al zócalo en apoyo de un presidente que informaba de los compromisos cumplidos a un año de su gestión. El ánimo y los sentimientos que salían del alma de mujeres y hombres, abandonados por los regímenes anteriores, generaban un ambiente de hermandad y de contento por los avances logrados por su gobierno. Hatos de acciones políticas y promesas cumplidas devolvían con aplausos la frase recurrente de “el pueblo pone y el pueblo quita”.

De manera natural muchos hicimos un comparativo entre el trabajo y los resultados del presidente y el de una mujer que no ata ni desata en la conducción del partido. Mientras a López Obrador lo apoya el 80% de los ciudadanos, los consejeros y militantes que asistimos al Consejo nos dimos cuenta de que la base del partido le ha retirado el apoyo al CEN de Morena. La crítica general que se le hizo a una “líder” mediocre y sin idea de la política fue demoledora. Sus inconsistencias ideológicas y el incumplimiento de los acuerdos pactados son resultado de su concepción leguleya de la política.

Los ciudadanos y los militantes que participamos en estos actos, abrazamos con mucho entusiasmo los avances del proyecto político que el presidente ha bautizado como la 4T. El pueblo y la militancia de Morena comprendimos fielmente la importancia de consolidar para su bien y para la mayoría de los grupos vulnerables el Nuevo Proyecto de Nación. Los olvidados de siempre, con el presidente a la cabeza, son los que le están dando contenido y dirección a este proyecto nacional. El partido, en cambio, no tiene ideas, ni políticas, ni sentido común. La militancia de Morena va y viene en busca de una dirección que dé rumbo a su partido que la coloque en la misma ruta en que trabaja la mayoría de nuestro pueblo. El Consejo Nacional urgió a la militancia para salir cuanto antes de la inopia política, de las intrigas, de la maniaca actitud del CEN de desacreditar a los órganos y a las personas que trabajan para sacar al partido de la crisis en que lo metieron la mediocridad y los intereses facciosos de la señora presidenta.

En el zócalo, el presidente dijo que las personas crecen madurando, no envejeciendo. Aludía a la presencia de un hombre que hizo de su lucha y de su vida pública un monumento a la humildad y a la congruencia. José Mujica de quien refirió, no envejece con los años, merece tanto reconocimiento y apoyo como nuestro presidente. Pero cuando AMLO habla de que los hombres maduran, no envejecen, estaba haciendo una crítica a quienes, siendo dirigentes, su vejez intelectual llevó al partido a un estado de deshonra y al olvido de las causas encomendadas por el pueblo. ¡Esto es lo que vamos a corregir en el próximo Congreso de enero!

(*) Un abrazo a todos mis lectores y amigos, nos leemos en enero del 2020