La marca de Morena se está prostituyendo y desvirtuando como partido; paradójicamente se ha llenado de expriistas, expanistas y experredistas, muchos de ellos con un pasado corrupto y carente de credibilidad.

Recuerdo las mejores etapas del priismo o, también, el auge que tuvo el panismo a lo largo de 12 años; asimismo, a mediados de esas fases, el perredismo creció exponencialmente en que AMLO, militó durante un tiempo.

Por razones evidentes de servilismo, Andrés Manuel salió del Sol Azteca con la frente en alto. En dos ocasiones estuvo a punto de coronarse en la presidencia de la mano del PRD, pero quedó en la segunda posición; nada mal, a pesar del desaseo que mostró el sistema omnipotente de aquella época. No obstante, fiel a su estilo, AMLO siguió la lucha con una trinchera paralela en el clímax de la movilización y los recorridos territoriales, empero, también, de una expresión que atendió el clamor de la sociedad en la búsqueda de nuevos mecanismos de participación política.

Nació Morena, no sin antes, pasar por la fase de la consolidación. Así que de manera veloz— creció y aumentó su capacidad de arrastre y la entereza de López Obrador; en ese efecto, se cosecharon triunfos por doquier; diputados y senadores, lo mismo que ayuntamientos y entidades, fueron coronadas por la figura del ahora presidente. Un tsunami.

Y si a eso le sumamos la decadencia y la crisis de la oposición, las cifras oficiales mostraron que, ambas características, detonaron en la victoria territorial en gran parte del país. Desde ese entonces, creció Morena no como una estructura, sino cerca de una plataforma inmejorable e infalible para llegar al poder. 

Vivimos eso en carne propia: cientos de perfiles que inmerecidamente o con un pasado corrupto— se registraron para contender. Es cierto, hay pluralidad, pero también existe un pragmatismo; sobre todo, porque la mayoría de ellos militaron en las filas del PRI y PAN y PRD.

Hoy ese desastre parece haber llegado a Morena; el partido guinda promovió la participación abierta para los registros, aunque, también, abrió y tendió la alfombra a los oportunistas que, con desfachatez, hoy dicen ser parte de la transformación del país. 

Honestamente de muchos lo imaginé, pero de otros, francamente me causó estupor porque en sus discursos radica la intolerancia y el desprecio que sentían por AMLO; esa molestia quedó socavada, y en estos momentos, las palabras de descalificación al mandatario, quedaron en el pasado. Todo es 4T.

Eso no significa que todos; muy pocos han demostrado ese compromiso con la austeridad y los valores que inculcó AMLO, pero, otros, siguen emborrachados con el cinismo que les caracteriza a diferencia de lo que realmente constituye un programa auténtico.

No han sido honestos; muchos mienten y se envanece con una narrativa que busca el interés y el beneficio que los mueve para buscar posiciones en la competencia venidera— puesto que anticiparon el terreno listo y preparado. Los Obradoristas de ocasión ondean una bandera que, durante años, la pisotearon. En cambio, ahora, se suman arrepentidos de un pasado inocultable lleno de mentiras y manipulaciones.

La 4T es auténtica. De eso no tengo duda; también, su movimiento o expresión de resistencia social sigue prevaleciendo en la convicción de aquellos 30 millones de votantes que confiaron en AMLO; pero, desde que López Obrador creó las condiciones, todos, absolutamente todos vivieron una metamorfosis veloz e instantánea; además, muestran con cinismo y arrogancia que, aunque por razones de oportunidad, continúan representando sus propios intereses no los del pueblo.

Ahí está la muestra de muchos candidatos en los estados. Eso puede empeorar la figura de Morena; ya en algún momento el mismo presidente lo hizo público: “si morena toma el camino equivocado renunció y pido que le cambien el nombre”; creo que los que fomentan la mala imagen del partido o del movimiento, empujan fuerte para que muy pronto llegue la debacle.

Andrés Manuel lo sabe porque es un político de lectura e inteligencia sobrenatural. Otro enorme problema radica allí; AMLO reconoció la demagogia del partido con una lingüística más fina; Morena se volvió en una herramienta inmejorable para acceder al poder sin importar su ideología y doctrina y Andrés conoce de ello; su marketing o diseño propagandístico, es elaborar un movimiento de manos en señal de la 4T. Con esa habilidad fomentan la cuarta transformación; han llegado al extremo de la simulación.

Esa estrategia funciona, y cada día saltan con la marca para buscar cobijo rápido y cómodo sin importar que, eso, lleva sistemáticamente al partido guinda al desprestigio.

Los que ahora persiguen ese anhelo en algún momento se declararon detractores de Andrés Manuel, sin embargo, hoy “aman” en lo que se convirtió. De la noche a la mañana se han transformado de repente y difunden sin escrúpulos la cultura de la 4T— que únicamente le pertenece al pueblo de México que peleó, resistió y dio la batalla de la mano del presidente. 

Justamente, los verdaderos forjadores saben el trabajo que costó; no obstante, con las condiciones dadas, muchos se autonombran soldados de la cuarta transformación que, más bien, parece la trama de una manipulación estratégica para penetrar en la población.

Eso es, una técnica para difundir.

Notas finales

Me dio mucho gusto observar al presidente en su lapso de recuperación; cuando salió desde Palacio Nacional, recordé de qué están hechos los verdaderos luchadores sociales, de fuerza y tenacidad. 

¡Ánimo, Andrés Manuel, México te necesita!