Rumbo al 2021

La población desde que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en un referente de la izquierda confió en él, incluso, lo siguió en elecciones concurridas como la del fraude electoral del 2006 y la operación estratégica del 2012 en que se manipuló a la sociedad con una maniobra minuciosa y táctica calificada cerca de un montaje mediático de una pareja presidencial de un cuento de hadas.

A pesar de la ignominia que sufrió AMLO, se repuso y ganó la elección presidencial del 2018 con una legitimidad impresionante. A partir de ahí, comenzó una nueva etapa que nadie se atrevió a cuestionar en tiempos donde la derecha gobernó; se levantó el ánimo de la población y se recobró la confianza. Mucho de ello tiene que ver con la honestidad incuestionable del mandatario; sus atributos y rasgos son incomparables y nunca, al menos desde que ha estado activo en la escena pública, se le ha podido demostrar alguna anomalía u acto de corrupción.

Tiene convicciones. Sus valores han estado a prueba y siempre sale avante. Pero, el próximo 6 de junio, llegará una de las etapas claves de su administración, sobre todo si se antepone la injerencia del Estado y los recursos que están a su alcance. AMLO no moverá un dedo ni mucho menos un peso para comprar voluntades, sin embargo, sin ningún escrúpulo, lo pueden realizar los funcionarios de su gabinete. Allí, no hay tibieza, porque en muchos territorios ya se ha denunciado a los servidores de la nación de presuntas irregularidades.

Fungen una figura de apoyo, pero de igual forma, son comisionados electorales al borde de la ley. Operan con toda tranquilidad y muchas veces no son vigilados; actúan con margen de maniobra e ilegalmente llegarían a lograr ser la palanca para ganar una elección a posteriori. Hay testigos y testimonios de que algunos han estado condicionando los apoyos; esa situación es grave— porque en su momento el mismo presidente lo denunció en administraciones neoliberales.

Han estado aportando pruebas. De la misma forma, se sigue señalando a Gabriel García Hernández como uno de los principales orquestadores de los estados que han tejido un esquema de influencia para inclinar la balanza a ciertos funcionarios que competirán. Antes de iniciar el ejercicio electoral, esto trascendió con denuncias interpuestas. Aunque han quedado en el aire, sería muy importante que el mismo presidente vigile a servidores y de seguimiento en las señales. Muchos pueden actuar de mala fe; desde el gobierno resultaría fácil; los mecanismos están a su alcance; por supuesto que sí lo pretenden realizar, lo harán, así de fácil.

Ese fantasma brotó hace casi dos meses. Su notable mano del jefe de la oficina de asesores del presidente, Lázaro Cárdenas Batel salió a la escena. La versión de su injerencia en el proceso interno de Morena lo señala como el responsable de haber mecido la cuna desde el CEN; aunque lo nieguen, es obvio que chocaron los intereses para cargar los dados al actual candidato en tierras Purépechas. En eso consistió hace poco el ejercicio; se nubló; nos dieron atole con el dedo. Apareció el Cardenismo que se siente dueño de la toma de decisiones y dio el manotazo sobre la mesa.

Me da la impresión que eso puede pasar desde algunas dependencias si AMLO no blinda el proceso y pide respeto a sus funcionarios, sobre todo aquellos que manejan el recurso de los programas de apoyo. Así, al estar amarrados, habrá más certeza electoral. En cambio, si los actos que se han señalado continúan su curso en el conflicto de intereses, quedará estigmatizado el sexenio del presidente López Obrador en medio de la corrupción de su gabinete. Él sería incapaz, pero lo demás, ¿qué? Tengo mis dudas de muchos que actúan bajo el amparo de la 4T; eso logra ser una amenaza a la democracia y a los propios principios que sembró el mandatario federal. De esta manera, AMLO tiene que ser un guardián para salvaguardar la voluntad de la población.

Gracias a su intachable carrera como político creció mi confianza en él; sin embargo, no tengo la menor duda que, cuando arribó al poder, los oportunistas se aprovecharon de la coyuntura y buscan meter la mano en las próximas elecciones del 6 de junio. Ningún actor del gabinete tiene el currículum del presidente en trayectoria honesta; esa cualidad habla de sus valores, pero, también, quienes lo rodean pueden aprovechar el aparato gubernamental con fines electorales.

Creo en el presidente, pero en muchos de sus funcionarios no. Ojo, no hay que quitar el dedo del renglón de los que manejan el recurso público, ahí puede estar la clave.