“Léeme las últimas noticias del día”, pidió a su esposa aquél viejo, víctima del virus de la época, que a sus 78 años cumplidos convalecía en su lecho hospitalario sin equipo de oxígeno, porque el que le tocaba que sí tenía, se lo habían dado a un chavo de 27 años que contrajo la misma enfermedad por andar juergueando de fiesta en fiesta, haciéndole caso a los jilgueros oficialistas que proclamaban muy ufanos que esta pandemia es -hagan de cuenta- una peste contra los ancianos.

Les platico: El casi octogenario guardó muy obediente el aislamiento social en su casa junto a su viejita, y pese a ello, el primer estornudo, dolor de garganta y la tos seca de pronto y de la nada aparecieron.

Sí, de la nada, porque ni sus hijos que son 4 se le aparecían por su casa desde hacía medio año, cuando la pandemia no existía todavía ni siquiera en las promesas amatorias de quienes la procrearon.

Es más, ni por teléfono les hablaban y cuando él lo hacía, nadie respondía. “Han de creer éstos zonzos que el tal virus se contagia por teléfono”, comentaba medio en broma medio en serio con su esposa de los últimos 55 años en sus vidas.

El asunto es que de la casa no salían salvo las vueltas esenciales, porque a nadie que se las hicieran ellos tenían.

Sus únicos contactos con la calle eran las salidas semanales que hacían para comprar el mandado, donde una jornada propia de una hora ellos la hacían de dos y a veces hasta tres, rematadas siempre con un café en el improvisado espacio de unas cuantas mesas y sillas que fueron viendo cada vez más vacías en el súper de su barrio y de sus preferencias.

Entonces, contacto que se diga con sospechosos portadores de la enfermedad, ellos no tenían, y menos aún con los que en un principio eran catalogados como de alto riesgo: los ricos esos que después de andar esquiando o pisteando -o las dos cosas- en sus chalets de Vail, importaron a México el virus, igual que como en el siglo de la conquista, los españoles le pegaron su gripe europea a nuestros mayas y aztecas.

De la tos llegó la fiebre y después de esta los intensos dolores de cabeza y cuerpo que lo hicieron asentir a lo que le oyó decir por radio a Omar Fayad, el gobernador de Hidalgo, que teniendo ya al ECOVID-19 como huésped, de mano y abrazo saludó a MALO en su visita al Palacio Nacional.

A Omar -por cierto, esposo de la actriz telenovelera Victoria Ruffo- bien podría llamársele “el kamikaze”, si es que a sabiendas de que ya era portador del virus se atrevió a pegársele de tal modo al presidente, pero no, parece que él no sabía que el corona encima ya traía.

Fue un circo llevarlo al hospital, esto ocurrió cuando la temperatura de 38 grados no bajaba y en los picos hacia arriba hasta los 41 casi le llegaba.

Unos vecinos acomedidos que respondieron a su llamado de pronto se les aparecieron ataviados con trajes como de astronautas y entre todos a un carro lo treparon y al hospital público más cercano lo llevaron.

Fueron tres horas de espera en medio de una sala donde muchos sanos ahí ya estaban, mezcladas sus enfermedades y trastornos rutinarios con los que el virus ya portaban.

“Cuanta irresponsabilidad”, entre ellos se decían y más cuando a uno de los jóvenes doctores le escucharon decir que ni de cubrebocas los surtían.

“¿Cuántas horas llevas en tu turno, hijo?”, se animó a preguntarle. Y la lastimera respuesta del ojeroso pasante de medicina fue: “Toda la noche y todo el día”, y ni dónde descansar lugar había.

“Qué irresponsables los del gobierno”, volvieron a decirse entre ellos y cuando finalmente de la sala de espera esa los llevaron al internamiento, se dieron cuenta de que en el rincón al que lo mandaban, había dos camas, una común y corriente, y otra al lado, con una especie de respirador y bien tendida en espera del paciente.

Él pensó que dicha cama era la que a él le iban a asignar, porque en las noticias había leído que los pacientes contagiados deben ser atendidos precisamente con ese tipo de equipos.

Y cuando vio que lo acostaban en la cama que el respirador NO tenía, su esposa y uno de los vecinos preguntaron a la enfermera por qué ahí lo estaban acostando.

Con evasivas respondieron: Que si esa cama era por mientras, que si el tanque de oxígeno al respirador aún no estaba conectado, que si el doctor decía, que si misa y otra misa.

Así pasó un día con su noche y otros dos y su salud en vez de mejorar, más deteriorada parecía. Doctores iban y venían y la cama del lado con el respirador vacía ahí seguía.

Una noche que casi sentía que moría, su esposa llamó al médico de turno y le preguntó por qué el “ventilador” ese a su viejito no se lo ponían.

Las mismas respuestas evasivas iban y venían y finalmente, la razón de aquél dislate al día siguiente ocurriría: El chavo del que les platiqué al principio -el de como 27 años- de pronto se apareció en una camilla y sin demora en la cama del respirador se acomodó.

Ciertamente con dificultad, el aire en sus pulmones así como le entraba le salía, pero estaba joven y seguramente a la enfermedad resistiría.

Conforme el ritmo de la respiración de su vecino se acompasaba y más normal a todas luces parecía, la del viejo al lado más complicada y trabajosa se volvía.

A su esposa no le quedaban fuerzas para reclamarles a los del hospital por qué la cama del ventilador al otro se la daban, sabiendo que su esposo estaba ahí desde dos días atrás, o más; ya no sabía.

Las atenciones a los dos pacientes eran iguales -eso sí- pero mientras uno adelante a todas luces ya salía, el otro por más intentos que se hacían, de la crisis no emergía.

El joven llegó incluso a darse el lujo de pasarse días enteros mensajeando y hablando por su celular mientras que a su vecino en su lecho sin “ventilador”, cada vez, la vida más rápido se le iba.

“¿Quieres que te lea las reales y las fake?”, le preguntó la viejita cuando los ojos de su marido apenas sí se abrían, y él le respondió: “Las dos”. Y antes de que ella terminara de leerle las primeras, con su último suspiro… él expiró…

 

CAJÓN DE SASTRE

Dan Patrick, vice gobernador de Texas, dijo que los abuelos de los Estados Unidos están dispuestos a morir por coronavirus para salvar a la economía.

“¿O de qué país creen que se trató éste artículo?”, pregunta la irreverente de mi Gaby.

En honor a mi admirado y nunca suficientemente llorado, Luis Buñuel.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “SIP, Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Desarrolló la primera plataforma BigData de México, para procesar y analizar altísimos volúmenes de datos en segundos. Miembro de los Consejos de Administración de varias corporaciones transnacionales. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países, que es utilizada para tomar decisiones y convertirla en inteligencia. Escribe diariamente su columna “IRREVERENTE” para prensa y TV en más de 50 medios nacionales y extranjeros. Maestro en el Tecnológico de Monterrey, la U-ERRE y universidades de Estados Unidos. Como montañista, ha conquistado las cumbres más altas de América.