Mala leche, golpes mediáticos y la propagación del odio es la extraña mezcla con la cual el candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador,  quiere hacerle creer a los mexicanos que va a prosperar su perversa pretensión de anular la elección presidencial, hacer que el Congreso de la Unión nombre un presidente interino y resultar él de nuevo el abanderado en un plazo de 18 meses, según la interpretación que hace el picapleitos Jaime Cárdenas de la Constitución General de la República.

 

Todo lo que pretende López Obrador es absurdo. Y lo quiere hacer de muy mala manera: con engaños, con falsedades. Quedó demostrado con las “pruebas” que el coordinador de la campaña del candidato de la izquierda, Ricardo Monreal, presentó en contra de su homólogo por la coalición del PRI y del PVEM, Luis Videgaray, que fueron fabricadas burdamente.

 

Con ese tipo de “pruebas” es con las que AMLO busca convencer a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para que éstos anulen la elección. A continuación, como lo establece la Carta Magna, el Congreso de la Unión nombre un presidente interino una vez que Felipe Calderón concluya su administración. Y 18 meses después, fecha límite para realizar elección extraordinaria, el candidato del Movimiento Progresista sea de nueva cuenta el Peje.

 

Un escenario idílico para AMLO, pero totalmente absurdo. Casi podría decirse que kafkiano, aunque no creo que por la mente del autor checo pasara un personaje como el tabasqueño, con todo y que es el escritor del absurdo. Pero vayamos por partes, como bien diría Jack, el Destripador.

 

El candidato perdedor de la izquierda le apuesta a la anulación de la elección. Craso error: su argumento de mayor peso es el de la “compra” de 5 millones de votos, cantidad muy apropiada para sus cálculos, pues eliminándosela a su contrincante, el priísta Enrique Peña Nieto, le daría una ventaja aproximada de millón y medio de sufragios.

 

A este respecto, es conveniente hacer notar que no es posible demostrar la compra de cinco millones de votos, tal y como lo argumentan López Obrador y sus fieles. Lo explica mejor el abogado José Elías Romero Apis en la edición de ayer lunes en Excélsior: “Ninguna autoridad puede llevar registro, padrón, censo, bitácora ni expediente de por quién votaron los electores mexicanos”. Con una agravante más: el voto es secreto y, por tanto, nadie está obligado a revelar en qué sentido emitió su sufragio por determinado candidato.

 

De esa manera, se viene abajo estrepitosamente el argumento más “contundente” de López Obrador. Eso lo saben el tabasqueño y sus fanáticos, pero se mantienen lastimosamente en su mentira. No por nada, el propio Peje le pide a la gente que le arrime más “pruebas” contra el “fraude”, en virtud de que sólo es basura lo que han podido conseguir él y sus acólitos.

 

La intentona de anular la elección, pues, no tiene futuro; por tanto, igual suerte correrá la onírica pretensión de que se nombre al interino para que AMLO sea otra vez el candidato año y medio después de que haya terminado su sexenio el michoacano Felipe Calderón.

 

No va a pasar lo que espera AMLO porque la elección ya se llevó a cabo y hay un ganador que se va a presentar a jurar protesta, ya sea en el Congreso de la Unión o en el recinto que para el efecto se determine. Además, ya lo anunció el propio senador Manlio Fabio Beltrones: se espera el fallo del TEPJF antes del plazo legal, es decir, podría saberse el veredicto de los magistrados antes del 6 de septiembre, que es la fecha límite.

 

Los magistrados del TEPJF han anulado elecciones estatales en varias ocasiones. Los casos más representativos están en Colima y en Tabasco. En ambos casos los candidatos perdedores impugnaron el triunfo de los ganadores en la elección de gobernador del estado (priístas, por cierto), se anularon los triunfos, se realizaron elecciones extraordinarias ¡y volvieron a ganar los mismos!

 

En la ciudad de Morelia, Michoacán, acaba de ocurrir hace poco lo mismo: le quitaron el triunfo al candidato del PRI a la alcaldía de la capital de esa entidad. El TEPJF determinó que se llevara a cabo una nueva elección, previa campaña de proselitismo de los candidatos, ¡y volvió a ganar el mismo al que le anularon el triunfo la primera vez!

 

Moraleja: siempre gana el que obtuvo el triunfo la primera vez, a veces hasta con más sufragios. Eso quedó corroborado con el recuento de miles de casillas que se hizo, a petición de López Obrador y feligreses, donde resultó que a Peña Nieto le salieron más votos de los que ya tenía contabilizados. En una hipotética nueva elección, el mexiquense le volvería a poner una paliza a AMLO.

 

Pero es que el propio tabasqueño se enredó en su propio discurso. Recuerdo que, durante el desarrollo de la campaña presidencial, les recomendaba a las personas  que asistían a sus mítines que aceptaran todo cuanto regalo les ofrecieran los otros postulantes; sin embargo, a la hora de emitir el voto, que lo hicieran por el que más les pareciera (que, obvio, tendría que ser el Peje).

 

Bueno, la gente siguió al pie de la letra las instrucciones dadas: recibió los regalos y, a la hora de la verdad, votó mayoritariamente por Peña Nieto. La prueba de que así lo hizo el elector está en la diferencia de casi 3 millones y medio de sufragios entre el primero y el segundo lugar de la contienda.

 

Que no llore el Peje ahora que los resultados le fueron adversos. Anular la elección no es viable legalmente: no se trata de un estado en el que tendrían que padecer las engorrosas elecciones extraordinarias sólo sus habitantes, sino los de la República Mexicana completa, algo tan absurdo que sólo al tabasqueño se le pudo haber ocurrido. O a Kafka.