Los grandes cambios en el PRI siempre surgen desde adentro. Así ha sucedido a lo largo de toda su historia. Pasó con el exilio de Plutarco Elías Calles fundador del PNR  impuesto por el propio Presidente Lázaro Cárdenas; ocurrió en los 70´s,  cuando Jesús Reyes Heroles inició la transición a la democracia y abrió la puerta a los partidos de oposición a espacios de poder; volvió a suceder cuando presenciamos lo que ya con antelación Daniel Cosío Villegas había predicho: una fractura histórica del partido originada por la ruptura de Cuauhtémoc Cárdenas en la década de los 80´s, misma que dio fin a la convergencia entre los grupos de izquierda y de derecha, que según la teoría del péndulo de José Antonio Crespo daba autorregulación y estabilidad al partido, sumiéndolo así, en una de sus peores crisis de la historia.

Hoy, después de casi 30 años de aquella coyuntura histórica tan lamentable,  pareciera ser que algo importante está aconteciendo en las entrañas del revolucionario institucional. La vieja tradición priista de “ser institucionales” que consistía en un acto de cerrar filas  entre los distintos grupos al interior, privilegiando la estabilidad y sanidad partidista, está adquiriendo un nuevo significado en donde ya no se incluye el cerrar los ojos y guardar silencio ante casos de corrupción.

El Presidente del PRI Enrique Ochoa lo había advertido desde su llegada: “Cuando uno de nuestros militantes se corrompe, lastima al partido y a sus simpatizantes. Por ello es inaceptable tapar el sol con un dedo, debemos reaccionar. El PRI debe ser garante de honestidad de sus gobiernos, tenemos que ser un partido que señale la corrupción de los gobiernos emanados de nuestras filas exigir incluso su destitución“.

El proceso de expulsión y suspensión de derechos partidistas al todavía gobernador en funciones de Veracruz Javier Duarte va más allá de la búsqueda de un culpable. El escenario es único, nunca antes la Comisión de Justicia Partidaria del CEN del PRI había suspendido los derechos de un Gobernador en funciones, por lo que la encomienda que tienen Fernando Elías Calles Presidente de la Comisión y el Senador Arturo Zamora, Srio. de Acción Electoral del partido, será histórica y una buena señal de apertura, de autocrítica, de revaloración y respeto irrestricto a los estatutos partidistas, además de llevar un mensaje implícito a toda la militancia. 

En este proceso, la parte más difícil estará en encontrar el equilibrio para no despedazarnos. Es vital que de comprobarse los cargos que se le imputan al Gobernador Duarte se proceda conforme a los estatutos, pero también hay que decirlo, sería terrible que cayéramos en el otro extremo, el de los chivos expiatorios o el de la cacería de brujas.

El reclamo vino desde adentro. La denuncia fue interpuesta por César Mora Velázquez, un joven priista de 29 años, Profesor de la Licenciatura en Ciencias Políticas de la FES Acatlán, que ha ocupado cargos como el de Srio. Gral.  del Instituto de Capacitación y Desarrollo Político y Regidor en el Municipio de Tlalnepantla, Estado de México, entre otros. Fue él quien decidió y tuvo el valor de abanderar el reclamo ciudadano de los presuntos excesos y los escándalos del Gobernador, acciones que han dilapidado la imagen del partido.

Sería loable que el Presidente Enrique Ochoa genere los espacios necesarios para integrar en su proyecto nuevos perfiles como el de este militante, para que la postura crítica, característica de los jóvenes, tenga participación activa en las filas de nuestro partido, no solo para gritar, aplaudir y para salir en las fotos, sino para hacer trabajo de fondo, para proponer, diseñar, disentir y por supuesto denunciar los casos de corrupción, en aras del sano equilibrio, la transparencia y la fortaleza del partido.

Bajo el amparo de un nuevo “institucionalismo” que no tolere actos de corrupción, el priismo recuperará la capacidad para adaptarse a las nuevas reglas del juego, será capaz de contribuir y dirigir la transformación de todo el sistema de partidos en su conjunto, muy a la altura de lo que la sociedad y su militancia le demanda. A final de cuentas, y tal como lo corrobora la historia, el priismo tiene el compromiso de ser siempre el motor que impulsa las grandes transformaciones políticas de nuestro país.