Todos los negocios tienen una dosis de incertidumbre, de riesgo y por lo mismo, una minoría los emprende, pues la mayoría prefiere irse a la segura y buscar empleo.

La quincena es música para los oídos de millones y la raya semanal para muchísimos millones más. Nada de criticable tiene eso, al contrario, porque desde un puesto de asalariado se puede ejercer un altísimo nivel de emprendimiento, pero de que los afanes en esa dirección están topados por las “4 paredes” de la fábrica que paga un sueldo, es un hecho. El asalariado tiene un patrón, trabaja para él y el emprendedor busca tener a cientos, miles o millones y trabajar para todos ellos.

No en balde cuando la quincena cae en viernes se suele decir que es el día de la “Virgen del Águila”, por aquello de las que aparecen en las monedas mexicanas.

Les platico: Una vez le escuché decir a una de las mentes más brillantemente prácticas que ha habido en la IP mexicana -el finado ingeniero Rafael Roberto Páez- que cuando el dueño o el alto ejecutivo de una corporación dice que el emprendimiento es necesario, se está dando un balazo en los pies, porque las empresas necesitan que las universidades generen buenos prospectos para ser contratados por los Alfa, los Vitro, los Cemex, los Telmex y demás.

Y el ingeniero Páez iba más allá cuando afirmaba que si solo la cultura del emprendimiento fuera inculcada en las universidades, no habría quién le moviera a los engranajes de las fábricas.

Él decía eso cuando ocupaba la dirección general del Grupo Alfa, que hoy preside Armando Garza Sada y dirige su primo Álvaro Fernández Garza, hermano de Mauricio el ex alcalde de San Pedro.

El ingeniero Páez no era de esos ejecutivos de pedigrí cuyas segundas o terceras generaciones dirigen hoy a las grandes empresas de México.

Él se había formado en la brega, en los años en que Hylsa era Hojalata y Lámina y le tocó dirigir a Alfa cuando las crisis de los años 80. Ya no estaba en ese puesto cuando esa empresa emblemática de la industria regiomontana fue vendida a los ítalo-argentinos de Techint, que opera en México como Ternium.

Su jefe era Bernardo Garza Sada y 1979, 1980 y 1981 eran los años en los que cada quince días veíamos pasar bien cerquita la guadaña de los despidos, porque la diversificación de Alfa a través de su División Industrias -que comandaba el recién finado Diego Sada Zambrano- parecía haberse realizado en forma inoportuna y la situación económica mundial y de México pusieron en jaque a Alfa y a muchas otras empresas más.

En una junta que recuerdo muy bien, escuché al ingeniero Páez decirles a sus directores, que los empresarios no le tienen miedo a la incertidumbre, porque ésta es inherente a su rol.

Ese día esperé a que la junta terminara -yo era un achichincle “b” y minúscula que apoyaba en ciertas tareas al Corporativo me le acerqué y armándome de valor le pregunté: “Ingeniero, entonces, ¿a qué le tienen miedo los empresarios?”.

Y él me respondió sin titubear, en ese tono apacible que tanto se le reconocía, aún en los momentos más álgidos de su dirección al frente de los negocios de Alfa: “Los empresarios le tienen miedo a que no haya mercado para sus productos, porque si esto sucede, es un indicativo de que hace falta inversión, y si falta inversión es que no hay confianza y si ésta no existe, se acabó todo, porque el empresario es de hecho un inversionista y debe velar por la rentabilidad de su dinero y del que los otros inversionistas ponen en sus manos. Si las inversiones dan fruto, es porque hay quienes compran los productos que generamos y si todo esto ocurre, hay fuentes empleo y hay emprendedores, que son la suma de lo que un país requiere para desarrollarse”.

El segundo aprendizaje de él lo tuve de manera indirecta -no fue a través de una pregunta- sino de una vivencia que no me canso de recordar y de compartir con quienes quieren escucharme.. o leerme.

No recuerdo el año pero fue uno de esos -en los 80- cuando Alfa estaba endeudada en dólares hasta las manitas, producto de malos cálculos en los programas de coberturas cambiarias y de apalancamientos que rebasaron todas las expectativas por una mala lectura de las políticas del gobierno mexicano.

Cada mes y a veces cada dos, el equipo directivo de Alfa viajaba a San Antonio a reunirse con un comité de los banqueros a los que la empresa regia les debía una buena lana.

El nombre en clave de esas reuniones era “SAT”, como se le conoce a dicha ciudad texana en el argot de las aerolíneas.

El objetivo de esas reuniones era dar cuenta a los acreedores de los avances del Grupo. Casi todos los meses había buenos números qué reportar, pero sucedió que en uno de esos, no había nada bueno qué ir a decirles a los banqueros.

Como nadie me lo contó pues yo lo escuché, el ingeniero Páez empezó a preguntarles a sus directores: “A ver, ¿a ti qué te gusta jugar o a qué juego le sabes?” Y al tenista le dijo, “tú te vas a agarrar a fulano de tal (de los banqueros) y lo vas a invitar a una partida de tenis, y más te vale que te dejes ganar, ¿está claro?

Al que le gustaba el béisbol le asignó al banquero que compartía ese gusto por el rey de los deportes y le pidió al director de Alfa asignado que consiguiera entradas para llevárselo a un partido de los Rangers o de los Astros, ya no me acuerdo.

A otro que gustaba del boliche le asignó al banquero bolichista y así, a cada uno le puso “su pareja”.

Y al final de esa junta, pronunció estas palabras que atesoro como si las hubiera escuchado ayer: “Como no tenemos nada bueno qué informar a los banqueros, ahora vamos a ir nada más a caerles bien”.

Y sucedió que ese mes, después de esa junta con los banqueros en SAT, Alfa logró la tan ansiada renegociación de su deuda.

 

“Qué entrañable anécdota, digna de ser contada en todas partes, incluso en el IPADE”, dice mi Gaby, sin una sola brizna de su habitual irreverencia.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.