A Gabriel Quadri no lo conoce casi nadie. Como académico es una nulidad. Su reputación profesional consiste en que la suerte lo dotó de una cara de intelectual que ni mandada a hacer: gesto de científico loco, greña alborotada y lentes gruesos.

Por dedazo de la maestra Elba Esther Gordillo, Quadri fue candidato presidencial. Su campaña pasó sin pena ni gloria, pero desde entonces integró ese dato exótico a su currículum. Ahora, Quadri se presenta en sus conferencias como “el ex candidato presidencial”; mérito frívolo que para él es más importante que sus logros en la academia.

Quizá para reforzar su popularidad — o para inventarse alguna — a Quadri se le ocurrió decir en Twitter una burrada. “Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sería un país de desarrollo medio y potencia emergente”.

A las burradas no se les contesta. Pero como los gobernadores de Oaxaca y Guerrero no tienen nada mejor qué hacer, le respondieron a Quadri. Soberbio, el científico loco (o frívolo) se montó en su macho. Y les replicó que deberían leer a tal o cual economista que ni venía al caso, pero el plan del científico loco es impresionar, apantallar y presumir.

Si Quadri leyera a un intelectual mexicano (ese sí de verdad) como Luis Cabrera, entendería que la división territorial de México en estados es puro artificio. En los años 30, don Luis (que sabía mil veces más de economía y de política que el pobre de Quadri) propuso reducir los estados de México en 10 o máximo 12 entidades federativas.

¿Para qué? Muy fácil: para  gobernarlo mejor, economizando su administración, según su topografía y la facilidad de sus comunicaciones. Según Cabrera, la división en 32 estados, más la Ciudad de México, fue una simple “continuación de la rutina de la división colonial de Nueva España”.

Por comodidad de los gobernantes liberales, la división administrativa se mantuvo igual de caprichosa al trazar el territorio nacional y legalizarlo con la Constitución de 1857 y luego con la de 1917.

Por ejemplo, hay más relación natural entre Tamaulipas con Monterrey, que con la ciudad de Victoria. Y Coahuila bien podría fusionarse con Nuevo León (como sucedió alguna vez en la historia). Claro está, la propuesta de Luis Cabrera suena a quimera, a fantasía legal. Pero explica con simpleza porqué el tuit de Gabriel Quadri con el que quiso ningunear a los oaxaqueños y a los chiapanecos, es una tontería mayúscula, indigna de un académico. Y yo diría incluso que es una estupidez.

Los gobernadores de Oaxaca y Guerreo deberían de dejar de contestarle a científicos locos como Quadri y ponerse la leer a Luis Cabrera. O no leer nada y pensar mejor en cómo gastar su tiempo libre, que por lo visto lo tienen y de sobra.