Todo empieza en una vivienda pequeña y precaria, ubicada en un barrio también bastante precario, de una ciudad coreana, pero que pudiera ser una ciudad cualquiera, de cualquier otro país...

En la escena, todos los miembros de una familia hacen una muy bizarra coreografía para encontrar una red WiFi para poderse conectar... Corretean con las manos en alto teniendo como fondo un baño bastante extraño y una minúscula ventana que se abre al nivel de banqueta de la calle.

La ventana y la plataforma en que se ve el inodoro hacen suponer que la casa está en un semisótano bastante oscuro y muy expuesto a inundarse con todo tipo de aguas.

Es Parásitos, la película coreana que la noche del domingo sorprendió al mundo a llevarse el Oscar como Mejor Película, ganando su lugar como la nueva joya del cine mundial.

Se trata de una cínica y mordaz historia, de entre las tantas que puede haber en torno a la pobreza y la segregación que se viven en las ciudades.

Los ricos por un lado en sus viviendas ubicadas en lo alto de una colina... Elevadas sobre el terreno, amplísimas, limpísimas, pintadas en tonos claros, llenas de luz y en total contacto con la naturaleza... contrastando con la pequeñez, obscuridad, precariedad y carencia de servicios y contacto con lo verde, con que viven los pobres.

Una película de estos tiempos, contada con un humor bastante negrito, que toma ciudad, vivienda y arquitectura, como elementos que permiten contar la historia y servir como indicadores de calidad de vida y posibilidades de acceso al desarrollo con que viven las familias urbanas.

Por deformación personal me quiero extender en el destacadísimo papel que en estos Parásitos tiene la arquitectura, sirviendo para evidenciar la diferencia de clases, a través de la minimalista y suntuosa casa de los ricos, obra, en la historia, de un célebre arquitecto.

Es la arquitectura del Poder... El símbolo del éxito, del bienestar y del acceso irrestricto a todo tipo de oportunidades.

El cielo y el infierno...

El cielo de los suntuosos y seguros espacios de las plantas altas de esta casa de los ricos, contrastando con el infierno de los sótanos de la misma y la marginalidad y riesgos del barrio en que se encuentra la casa de los pobres.

Es tan evidente el protagonismo de la casa, que hay que señalar que esta no existe y que el resultado no es obra de un arquitecto...

Lo que vemos en la historia son escenarios diseñador por el director de la película, buscando crear sensaciones a través de cada una de las tomas y de la iluminación.

Resumiendo; desafortunadamente Parásitos no es más que una película costumbrista que ganó el Oscar precisamente por eso; por contar muy bien una historia que hoy se repite en gran, gran parte de las ciudades del mundo.

Escribo esto justo en momentos en que se están desarrollando en Abu Dhabi las sesiones del X Foro Urbano Mundial (WUF por sus siglas en inglés), que busca precisamente encontrar caminos para que las ciudades puedan hacer frente a la crisis de pobreza y desigualdad urbana que se vive en el mundo.

No hay duda de que se trata de una agenda compleja... Porque además de la pobreza y desigualdad que he estado señalando, la agenda urbana que se analiza en Abu Dhabi, está también inmersa en temas tan relevantes como la urgente implementación de acciones para enfrentar la crisis climática y encontrar mecanismos que permitan contar con recursos para que toda ciudad puede invertir en transporte público y otras infraestructuras fundamentales.

Se trata de entender las ciudades y los procesos que las crean y transforman a partir de una visión incluyente y equitativa, que genere condiciones que además de construir eficiencia y competitividad económica, entreguen también justicia social y oportunidades de real desarrollo para todos.

Siempre habrá ricos y pobres... El reto es que los gobiernos, sobre todo los locales, entiendan y asuman la enorme responsabilidad que implica conducir la transformación urbana.

El reto es reducir la brecha que separa a ricos y pobres haciendo a los pobres, si no ricos, al menos, menos pobres, tomando para ello cuanto instrumento de planeación, legislación, inversión pública y gobernanza, sea posible... Más aún cuando hablamos de instrumentos tan poderosos y definitivos como las viviendas, barrios y ciudades en que se desarrollan las personas.

Ojalá que quienes están sesionando en Abu Dhabi hayan visto Parásitos y tomado como prioridad la creación de una nueva cultura urbana más eficiente, justa y equitativa.

Ni modo... Más nos vale entender que vivimos una nueva y contundente realidad urbana y que todo escenario de construcción de futuro está inevitablemente ligado a la calidad con que conduzcamos la transformación de nuestras ciudades.

Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos

Twitter: @horacio_urbano

hurbano@centrourbano.com