LO CLAROSCURO. En la pista de tartán, en el carril número cinco.

Se prepara a escuchar el disparo de salida Dereck Anthony Redmond, británico favorito a ganar la medalla de oro en la competición de 400 metros planos.

Juegos Olímpicos, Barcelona 1992.

¡Arrancan!

Esta carrera eliminatoria le daba el pase final a Dereck, quien prácticamente ‘trotaba’ al saberse ganador de la presea áurea al siguiente día para su país, Inglaterra.

En la segunda recta y comenzando a tomar la delantera, repentinamente lo inesperado… el pre-campeón cae al suelo con un tirón que afecta instantáneamente su capacidad muscular.

Imposibilitado a continuar, se niega a subir a la camilla y brincando en un solo pie continúa el tramo que le separa de la meta, sabedor de que nada había que hacer en pos de un espacio para la medalla olímpica.

Apenas había recorrido la mitad del tramo y el dolor desgarrador de la lesión se reflejaba junto al llanto del atleta que, con el pundonor y agallas de un luchador, deseaba terminar lo comenzado.

Burlando la seguridad, un hombre corpulento ingresa a la pista y abraza a Dereck.

Su padre había corrido en su auxilio para ayudarle a culminar su esfuerzo valiente.

La lección que dejó al mundo esa Olimpiada, quedaba manifiesta en este joven, que a la postre y debido a la lesión, dejaría la actividad atlética.

El conferencista Luigi Valdés hizo alusión a esta anécdota, merced a los difíciles momentos por los que la humanidad acontece con respecto de la pandemia y los resultados que nos esperan. Pero que sólo la unidad podrá ser factor que nos conduzca a buen puerto.

Hoy los mexicanos creemos en la gran mayoría que es en base a lo que cada quien hagamos por esforzarnos en salir adelante en lo individual para ayudar a lo colectivo, como seguro brincaremos esta difícil prueba sanitaria.

No es importante para nadie del mexicano común, la guerra personal que un expresidente pudiera tener con el mandatario actual o si uno hizo más que el otro.

Si la sucesión a cuatro años de distancia le es benéfica a un partido u otro, no es asunto que a la gran mayoría nos mueva. Son intereses mezquinos y muy particulares.

No, México ya no es la nación que se perfilaba a ser de los primeros gracias a la venta de hidrocarburos y mano de obra barata para la transformación en sectores como el automotriz. La pandemia cambió todo.

Pero somos más que una pandemia y somos mucho más que los políticos y que cualquier gobierno.

A pesar de saber que derivado del virus mortal desparecerá el diez por ciento de la humanidad, aún los temas en la mesa prevalecen sobre quién es pariente de quien dentro de los gobiernos y a cuanto equivale el sueldo de un diputado o senador.

Dereck y su padre nos dejaron una lección de humanidad.

Al final de la recta, llegaremos más humanos y más unidos, los que creemos en nosotros mismos y que no importan las medallas de oro ni los primeros lugares, sino el saber llegar… y vivos.

-¡Ayúdame a seguir en mi carril y terminar!

Decía Dereck a su afligido padre.

Mismas palabras que emitimos los mexicanos a quienes nos gobiernan, para que no se distraigan en política, sino en lo verdaderamente importante.

COLOFÓN: Seguro ya hoy, Dereck es un hombre maduro y gordito… así queremos estar después de la pandemia.

Y más allá de pensar que se ocupan despensas y ayuda para los pobres, es plantear la posibilidad de que no exista la pobreza.

alejandrodeanda@hotmail.com