La desconfianza y el gran conflicto que se avecinaba

Un choque entre Andrés Manuel y los gobernadores panistas (y el de Movimiento Ciudadano, de Jalisco) era inminente; es decir, no había pasado ni siquiera una semana del gobierno de López Obrador, pero la ruptura estaba a punto de darse por la figura de los superdelegados.

El jalisciense Enrique Alfaro —que hoy asumió su cargo— convocó a una conferencia de prensa para declarar la guerra a la nueva administración federal. Lo apoyaron en su temeraria acción fuerzas poderosas de Jalisco, como el presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Raúl Padilla.

Al mismo tiempo —evidentemente bien coordinados con Alfaro— los 12 gobernadores que militan en el PAN firmaron una carta para abiertamente desafiar al presidente de México por el tema de los superdelegados —que ninguno de ellos quería como coordinador de la estrategia de seguridad en sus estados. 

Secundados por el CEN de su partido, los panistas que echaron mano a sus fierros como queriendo pelear son: Martín Orozco, de Aguascalientes; Francisco Vega, de Baja California; Carlos Mendoza Davis, de Baja California Sur; Javier Corral, de Chihuahua; José Rosas Aispuro, de Durango; Diego Sinhué, de Guanajuato; Antonio Echavarría, de Nayarit; José Antonio Gali, de Puebla; Francisco Domínguez, de Queretaro; Carlos Joaquín González, de Quintana Ro; Francisco Javier García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas, y Mauricio Vila, de Yucatán.

Algunas figuras no fundamentales o de plano menores de Morena, como Félix Salgado Macedonio, reaccionaron con beligerancia y, al menos a nivel declarativo, cometieron el grave error de combatir con más leña el fuego que habían encendido los citados gobernadores.

Nada de esto se dio fortuitamente. En mi opinión se trató de una una consecuencia lógica de la desconfianza acumulada durante muchos años entre el actual presidente y diversos liderazgos políticos que en la pasada contienda presidencial apoyaron a los candidatos del PRI y del PAN.

La CONAGO y Andrés Manuel

En ese contexto prebélico se conviocó a una reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores para, entre otras cosas, llevar a cabo el cambio en su dirigencia. Dejaba el liderazgo Manuel Velasco, de Chiapas, y lo asumía Alejandro Alito Moreno, de Campeche. Otros temas serían tratados, claro está: seguridad, presupuestos, programas sociales, relación nación y estado, etc.

Dos bandos de entre los gobernadores se dibujaban: aquellos que preparaban la guerra —la postura que asumirían frente a Andrés Manuel en materia de los delegados— y otros que incluso concedían al ejecutivo federal, en un acto simbólico, que la reunión de la conferencia fuese en la CDMX y no en Chiapas, como correspondía, para que coincidiera con el evento de inauguración de la administración de López Obrador en Palacio Nacional. Algunos gobernadores se enteraban de los planes de uno y otro bando apenas un par de días antes de que ocurriera la reunión. De entre estos, algunos preguntaban ¿cómo para qué reunirse con el Presidente en un ambiente tan cargado de ansias pugilísticas?

Las palmas se las lleva Alito Moreno y El Bronco

Lo cierto es que el resultado de la reunión fue todo menos el pleito esperado. Se dio lo que yo llamo un “empate técnico” entre gobernadores y Presidente, y ello en gran parte gracias a la actitud desplegada por dos de los mandatarios estatales: Alejandro Alito Moreno, de Campeche, y Jaime El Bronco Rodríguez, de Nuevo León.

A mí, al igual que ellos, me preocupaba el tono de confrontación de algunos gobernadores: estoy convencida de que dialogar es lo civilizado y lo que generará ganancias para ambas partes, gobierno federal y gobiernos locales. Y, al parecer, Alito y El Bronco, cada uno desde su trinchera, apostaron a lo anterior. El primero como nuevo dirigente de CONAGO; el segundo, sin partido, que esta vez se abstuvo de apoyar a los gobernadores pendencieros con los que a veces más se identifica, Alfaro y Corral.

Veamos: el gobernador Alito consiguió concitar y coordinar un ambiente de negociación efectivo, tanto así que el presidente López Obrador de alguna manera reculó y reconsideró la participación directiva de los “super delegados” como secretarios técnicos de los consejos estatales de seguridad. Suena fácil —quizá incluso haya sido lo naturalmente adecuado—, pero es importante darse cuenta que AMLO casi nunca cambia de postura, y ahora lo hizo. 

Ahora bien, si con ello los gobernadores se sacaron (recuperaron) “la rifa del tigre”, es otra cuestión. Ya habrá tiempo para analizar los resultados. Por lo demás, como veremos más abajo cuando hablemos de Alfonso Durazo, el presidente López Obrador cedió y tal vez dio la impresión de que perdía, pero al final se salió con la suya.

Como buen regiomontano, El Bronco —si bien al principio no convencido— ha dejado de lado la confrontación, misma que recientemente no le rindió muchos frutos (dejándosela ahora a personajes como Enrique Alfaro y Javier Corral) y se volcó a la negociación, que es lo que, cuando se lo propone, él sabe hacer mejor y además de asegurar un incremento del 7% a las partidas del Ramo 23, contagió al ejecutivo federal con una suerte de disposición a considerar la divergencia de prioridades y necesidades que existen entre cada entidad de la República. Y es que no son lo mismo los apremiantes requerimientos hídricos de la zona metropolitana de Monterrey, que las necesidades de apoyos económicos vía programas de asistencia social en los altos de Chiapas. Por primera vez, desde el inicio de la campaña presidencial, López Obrador se abrió a un esquema de co-aportación federal-estatal con los estados del norte del país, muchos de ellos justamente de afiliación panista.

Alfonso Durazo consolida su posición 

Lo cierto es que si AMLO perdió al hacer a un lado a los superdelegados en el tema de la seguridad, por otro lado ciertamente obtuvo ganancias nada despreciables.

Al que todo le salió de maravilla fue a Durazo. El secretario de Seguridad —que ya despacha por el rumbo de la Avenida Constituyentes, en las que alguna vez fueron las oficinas de su querido amigo Luis Donaldo Colosio— fue el otro triunfador de la reunión. Y vaya que terminó con muchas más fichas de las que traía cuando empezó el evento de la CONAGO.

¿Que los gobernadores no querían a los superdelegados como secretarios técnicos de los comités de seguridad en los estados? Perfectamente entendido, dijo AMLO: me echo para atrás, estoy de acuerdo con ustedes, asi que los superdelegados no tendrán esa función. ¿Les parece que a los secretarios técnicos los nombre Durazo?, propuso el presidente López Obrador a los gobernadores. Todos aceptaron. Es decir, el sonorense incrementó su influencia, que ya era enorme por tantas responsabilidades que se le habían dado a la dependencia que dirige, que para muchos es la super secretaría del sexenio que empieza.

En las negociaciones, cuando la prudencia se impone a la vanidad, todos ganan. Lo sabe cualquiera que haya cedido alguna vez para evitar conflictos que a nadie benefician.